Baby Driver (2017), de Edgar Wright – Crítica

En una huida interminable, Baby Driver es un canto al poder sanador de la música. A través de la deslumbrante creatividad de Edgar Wright, se sincronizan a la perfección las imágenes y el sonido para disfrutar, amar y, sobre todo, bailar.

Por el retrovisor observamos un banco. La vida fuera de nuestro coche sigue su curso, pero sabemos que pronto la calma concluirá. Volvemos a controlar el tiempo en el reloj y decidimos poner una canción. Entre todas las elecciones posibles en nuestro iPod, decidimos rock and roll. Aumenta el ritmo y la adrenalina se dispara. Desde ese momento, no pararemos de pisar el acelerador ni descansarán las guitarras. Pues la escena inicial de Baby Driver nos lleva directamente al origen de la película. En 2002, Edgar Wright grabó el videoclip de “Blue Song” de Mint Royale. Mientras baila desatado, un conductor espera a que su banda regrese de robar un banco. Si en la “Trilogía del Cornetto” el director subvirtió los filmes de zombis, policiaco y apocalíptico; la grabación de “Blue Song” le iniciaba con los atracos y el musical. Una idea que le ronda desde hace veinte años materializada en una obra fantástica como es Baby Driver. Antes de comenzar a filmarla, Wright estuvo involucrado en el proyecto de Ant-Man. Una relación con una gran productora que no llegaría a buen puerto debido a diferencias creativas. Ya que si algo caracteriza el cine del joven realizador es la creatividad. Una propiedad que brilla por su ausencia en los blockbusters actuales, mas a Baby Driver le sobra. Pues para conducir, aparte de observar, también se debe escuchar. Y esta película es la sincronización perfecta entre velocidad y música. Un frenético viaje en el que es imposible no contagiarse de la diversión y la pasión que inundan la pantalla. Ante todo, un canto al poder sanador de la música, vital para recordar, amar, cicatrizar y disfrutar. Y, además, en Baby Driver no paramos de bailar.

Cuando era pequeño, Baby sufrió un accidente junto a sus padres. Un trauma causado por el sonido estridente de una discusión y la velocidad excesiva. Dos factores que marcarían su vida para siempre. En vez de coger miedo a la carretera, la conducción se descubrió como una obsesión. Porque el joven tiene un don para ser inalcanzable al volante, un talento codiciado por el mundo criminal. En Atlanta, el jefe que maneja los robos en la ciudad es Doc, un personaje hecho a medida para Kevin Spacey, con el que Baby guarda una deuda del pasado. Así, el introspectivo adolescente se convertirá en su principal aliado en sus fechorías. Pues a la hora de quemar rueda no hay nadie como él. No obstante, su carácter ingenuo es opuesto a los distintos compinches con los que tiene que lidiar. Su equipo está formado por Buddy, Darling y Bats, todos seres sumergidos en la violencia e impulsividad. Personalidades al límite como expone el explosivo psicópata interpretado por Jamie Foxx: “Cuando empieces a sentir, las cosas comenzarán a ir mal”. Un acertado augurio del porvenir del protagonista, al que da vida con carisma Ansel Elgort. Ya que en su camino aparecerá Debora, una camarera que quebrará la coraza en forma de gafas de sol de Baby. Hasta el momento, este relato se ha visto en la gran pantalla en repetidas ocasiones. El dilema entre la velocidad y la calma, entre tu talento y tu deseo. La violencia contrapuesta al amor, cargando de significado la dirección, compañía y aceleración al volante. Un cruce de caminos con únicamente una alternativa para definir tu vida. Para su elección, todos los personajes que rodean a Baby son simples instrumentos. Más allá de las estereotipadas personalidades definidas por sus vestuarios, no logran una profundidad emocional suficiente. Sin embargo, lo que podría hundir el interés en la mayoría de las películas, aquí está para servir a un fin mayor. El corazón de Baby Driver es la música. La manera más directa para conquistarnos.

Si el accidente en su infancia estableció la relación de Baby con la velocidad, todavía más importante fue respecto a la música. Como consecuencia del choque, sufre de acúfenos, unos pitidos constantes sin ninguna procedencia externa. Para cubrirlos, siempre lleva encima varios reproductores de música con distintas canciones según su estado de ánimo. Al ponerse los cascos, su lesión desaparece y se aísla del mundo. Pues la cabeza de Baby funciona a través de melodías, el combustible de Edgar Wright y su película. Cuenta el director que antes de siquiera escribir el guión, ya tenía una lista de reproducción preparada. Las canciones dirigirían el relato y no al revés. Lo que deviene en un juego en el que Wright se lo pasa como un niño. Hay que destacar que casi toda la banda sonora aparece dentro de la escena que se filma. No se acompañan las imágenes con la armonía, sino que el equipo de Baby Driver, encabezado por el magnífico director de fotografía Bill Pope, se las ingenia para sincronizar la grabación y el sonido. Mas intentar realizar una película únicamente con música diegética es un propósito insensato. Y gracias a la imaginación de Wright logra elevar a su filme como una barbaridad cinematográfica. Cada movimiento se ejecuta en el momento oportuno, y parece fácil. Pero lejos de la realidad, resulta complicado encontrar un blockbuster excelente a tantos niveles técnicos como Baby Driver, destacando el montaje superlativo. Una vez fascinados por las persecuciones o la acción, es significativo el uso de la música para trascender a la historia. En este caso, hay dos claros ejemplos de vínculos afectivos. Por un lado, Baby vive con una persona sorda que habla con lengua de signos. Una comunicación que se enmarca firmemente desde una empatía honesta. Y en segundo lugar, poner en imágenes el proceso de enamoramiento de dos jóvenes mediante sus gustos musicales. Si Baby Driver pone el listón muy alto para las películas de acción, será difícil encontrar un momento más dulce que Debora y Baby compartiendo cascos y bailando sincronizados. Ya que el tratamiento musical no sólo busca  entretenernos, sino que tiene alma propia. Para disfrutar completamente de Baby Driver hay que darse cuenta de que su historia es una fábula a través de unos cascos. Las huidas más espectaculares no son conduciendo, sino escuchando música y curándonos de nuestro pasado.

Todos tenemos una lista de canciones especiales. Una recopilación a la que se van añadiendo nuevas incorporaciones mientras seguimos nuestro camino. En Baby Driver, los espectadores oímos el repertorio personal de Baby. Desde clásicos con su nombre como “B-A-B-Y” de Carla Thomas hasta una versión de “Easy” de The Commodores cantada por su madre, a la que da vida la también cantante Sky Ferreira. Porque si la banda sonora refleja el interior del protagonista, es una muestra fiel de la pasión de Edgar Wright. A lo largo de su filmografía, su amor por la música siempre ha estado presente, especialmente en su extraordinaria primera incursión americana: Scott Pilgrim contra el mundo (2010). Pero en Baby Driver, la melomanía  va a conseguir que los adeptos a su cine sean innumerables. La película está repleta de contrastes generacionales para llegar a todo tipo de público y la música es el mayor aliciente. Entre grupos icónicos como T. Rex o The Beach Boys, destaca el himno de Queen “Brighton Rock”. Un grupo que hace trece años protagonizó con “Don’t Stop Me Now” una de las escenas antológicas de su ópera prima Shaun of the Dead (2004). Pues el homenaje a mitos del jazz o el rock and roll tiene su lugar asegurado, mas vemos como Baby también hace mezclas en su habitación. Una fusión entre los sonidos de varias épocas arraigada en el imaginario de Edgar Wright. Una mente donde la melomanía convive de la mano con la cinefilia. Uno de sus directores favoritos es Walter Hill, autor de excepcionales escenas de persecuciones en The Driver (1978). Bien conocida la devoción de Wright por este filme, la inevitable reinvención de los géneros hace que Baby Driver se parezca más que a la obra de Hill, a una de las sucesoras: Drive (2011) de Nicolas Winding Refn. Si se compara el guión entre las cintas del danés y el inglés, las diferencias en sus puntos trascendentales son mínimas. No obstante, la disparidad reside en el aire juvenil y, por consiguiente, vital de Baby Driver. Una huida continua hasta topar con la madurez. Trayecto en el que se mezclarán dudas, amor y mucho humor. Como síntesis del remolino de referencias y eclecticismo, una leyenda como Kevin Spacey suelta un gag perfecto sobre una película de animación reciente. El universo de Edgar Wright es complejo y está consolidado desde hace tiempo. Porque Baby Driver no sería lo mismo sin la cultura pop y, sin lugar a dudas, en el futuro se encontrará dentro de ella.

Con el tiempo, el accidente de Baby se ha transformado en un sueño. Un espacio onírico donde el dolor dentro de un automóvil se convierte en felicidad. Un espejismo que sólo se podrá alcanzar a través de la música. Desde su alma, Baby Driver es una declaración de amor a la música y a su importancia en nuestras vidas. Estímulos auditivos que tras pasar por la imaginación de Edgar Wright se transformaron en escenas exquisitamente coreografiadas. No obstante, se encuentra un escalón por debajo de la rompedora Shaun of the Dead y un torbellino de ideas brillantes como es Scott Pilgrim contra el mundo, debido a la superficialidad de algunos personajes, especialmente los femeninos, y a un final algo atropellado. Factores que le alejan de alcanzar todo su potencial, pero insignificantes frente al corazón musical del filme. Resulta complicado pensar en alguien que no se pueda sentir contagiado por la energía y vitalidad de Baby Driver. Ya que teniendo en cuenta la falta de originalidad de los grandes proyectos de la industria cinematográfica, en muchos casos intencionadamente, es un placer empaparse del disfrute y la pasión de Edgar Wright. Ahora toca coger nuestro reproductor y seguir bailando con la banda sonora del viaje de Baby. La música le salvo y las frenéticas huidas de la policía no se entenderían sin melodías acompañando el rugido del motor. Sólo queda elegir a dónde queremos ir, con quién y la velocidad. Entonces podremos subir el volumen y dejar que el sonido nos lleve.

Sinopsis Baby, un joven y talentoso conductor especializado en fugas, depende del ritmo de su banda sonora personal para ser el mejor en lo suyo. Cuando conoce a la chica de sus sueños, Baby ve una oportunidad de abandonar su vida criminal y realizar una huida limpia. Pero después de ser forzado a trabajar para un jefe de una banda criminal, deberá dar la cara cuando un golpe malogrado amenaza su vida, su amor y su libertad.
País Reino Unido
Director Edgar Wright
Guion Edgar Wright
Música Steven Price
Fotografía Bill Pope
Reparto Ansel Elgort, Lily James, Jamie Foxx, Jon Hamm, Kevin Spacey, Eiza González, Jon Bernthal, Ben VanderMey, Thurman Sewell, Allison King, Lance Palmer, Keith Hudson, Patrick R. Walker, Hudson Meek, Troy Faruk
Género Acción
Duración 115 min.
Título original Baby Driver
Estreno 07/07/2017

Calificación7.5
7.5

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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