Batman v Superman: El amanecer de la justicia (2016), de Zack Snyder – Crítica

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«Batman v Superman utiliza buena parte de la estética de Nolan y muchos de sus elementos superficiales, pero los despoja de todo sentido.»

Batman v Superman: Dawn of justice es, realmente, una película digna de semana santa. La inconografía cristiana se lleva al límite, con un héroe de Krypton que es golpeado, humillado y herido, sufriendo un auténtico calvario. Todo lo hace, el pobre, por nuestros pecados. Incluso hay varias escenas que parecen recrear momentos clave de la pasión (incluyendo un Via Crucis y una bajada de la cruz). Estoy convencido de que el director, Zack Snyder, ha incluido estos elementos con la mejor intención, convencido de que estaba contando una historia que aspiraba a la inmortalidad. Ha contado con grandes actores y un buen guionista. Y, sin embargo, fracasa a todo los niveles.

Lo más triste del asunto es que esta película ya se había hecho en 1997. Me refiero a World’s finest una cinta de dibujos animados en la que Batman y Superman unen fuerzas contra Lex Luthor y el Joker. No voy a escribir aquí una crítica completa de aquella aventura, pero sí diré que es inteligente, amena y muy disfrutable.

El último filme de Snyder es la gran apuesta de Warner para este año. Tras el relativo fiasco de Man of Steel (que sí, hizo dinero, pero no tanto como el que se deseaba), se esperaba recuperar la confianza de fans e inversores añadiendo a la mezcla al siempre rentable murciélago de Gotham. El resultado, me temo, es muy deficiente, y dudo mucho que el recién iniciado “Universo DC” vaya a tener un recorrido siquiera similar al del “Universo Marvel” con el cual compite. No digo esto con tono burlón, sino con una pena sincera. Yo siempre he sido un chico DC.

La primera mitad de la película sufre de un montaje caótico, que rellena minutos a base de flashbacks, alucinaciones e incluso profecías. Una de estas profecías, que sitúa la acción en un futuro alternativo (no muy distinto al de Terminator) parece durar años y resulta especialmente innecesaria.

Muchas cosas quedan sin explicar mientras que otras se explican en exceso, dando lugar a sobresaturación de información que daña al relato principal. Se salta de una escena a otra sin orden ni concierto y, paradojicamente, durante la primera hora del filme apenas ocurre nada relevante.

Todo resulta extraño, incoherente, aburrido y confuso… pero el problema aquí no es si podemos seguir el argumento. El problema es que, sin un apoyo emocional claro, tenemos muy pocos motivos para seguir dicho argumento.

Lois Lane investiga la venta de armas de alta tecnología en África. Una senadora de los Estados Unidos trata de investigar las actividades de Superman. Entretanto, Bruce Wayne se ve envuelto en una especie de trama detectivesca súper complicada cuyo único propósito es, al final, desvelar lo obvio: Lex Luthor es malo. ¡Oh, albricias! ¡Qué gran sorpresa!

El argumento, por cierto, se vuelve más confuso de lo que realmente es debido a que la acción se intercala entre Gotham y Metrópolis… y ambas ciudades parecen exactamente iguales.

Otro asunto es que, si bien se hace gran hincapié en el conflicto de Bruce Wayne con Superman, el conflicto que muestra Clark Kent con Batman está mal trabajado. Como periodista, quiere investigar sus actividades. Vale, lo entiendo. Pero es que si el problema principal de “este” Superman es que desea ser beneficioso para una humanidad que le rechaza constantemente… ¿por qué se preocupa por algo tan nimio como un vigilante nocturno? La idea es francamente innecesaria y, de hecho, acaba por no llegar a ningún lado (los motivos de su gran combate son otros).

Cuando al fin llega la acción, el relato se desata en una espeluznante orgía destructora en cuyo proceso se destruye a los dos héroes. Y yo diría que Batman es el que sale peor parado.

Desde la misma aparición del personaje ha existido la duda de si el hombre murciélago es o no tan nocivo para la sociedad como los villanos a los que encierra. Algunas de las mejores historias de Batman juegan con este dilema. Pues bien, el título que hoy nos ocupa resuelve definitivamente la incógnita convirtiendo al héroe de Gotham en un auténtico psicópata. No es culpa de Ben Affleck y, sospecho, que tampoco del guionista, Chris Terrio. Me temo que tiene que ver con los gustos personales de Zack Snyder.

Por otro lado, el Superman de Henry Cavill carece de cualquier vitalidad, energía o interés. Es un adolescente siempre a punto de echarse a llorar y que no para de quejarse de lo difícil que es ser mejor que los demás.

La gran batalla entre ambos iconos, por cierto, no vale nada. No es especialmente espectacular ni relevante. Sólo otro evento en una cinta repleto de ellos.

¿Quién es mi protagonista? ¿Por qué debo preocuparme por él? ¿Cuál es el arco de esta historia? ¿Qué intento contar? Nadie parece haberse hecho estas preguntas. O quizás sí se las han hecho y la respuesta es aterradora.

Y es que aquí está el meollo del asunto. La trama no es deficiente en un sentido lógico, sino en un sentido humano.

En el Batman de Tim Burton de 1989, el héroe no es un tipo cuerdo y mata sin atisbo de rencor a multitud de criminales. Pero todo esto viene avalado por la estética irreal, casi pesadillesca de la fotografía y la dirección de arte. Por la idea de que ese mundo no es nuestro mundo. La idea de que, quizás, Joker no mató a los padres de Wayne y que este es un enfermo mental que ve al asesino en todo aquel contra el que se enfrenta. Y, lo que es más importante, en un uso constante y consciente de la comedia. Todo homicidio es atenuado bien por un comentario chistoso del propio Joker o por alguna torpeza de Vicky Vale. El hombre murciélago es tan “serio” que acaba resultando gracioso. No es una película perfecta, por supuesto, pero sí una buena interpretación del personaje, que sabe exactamente lo que quiere contar y cómo contarlo.

Sí, en aquella película Batman era un asesino. Pero es que, en esta otra, es directamente un genocida… ¡y sin ningún tipo de ironía que lo justifique! El filme sitúa al personaje en el mundo real, en el aquí y el ahora. Y le pone en situaciones de peligro extremo, que éste soluciona disparando, apuñalando y partiendo huesos. Ningún personaje hace la menor referencia al tema. Nadie parece escandalizado. No se considera importante. Este es un héroe de la era Bush, que tortura para obtener información y sin ningún respeto por la vida ajena. Esta filosofía de “si parece malo, seguramente lo es” es lo que lleva a la policía de Nueva York a matar a multitud de inocentes cada año. Es la filosofía del miedo, del respeto a las armas por encima de las palabras. No creo que ningún blockbuster deba justificar algo así, y menos en un filme de “superhéroes”.

¿Recordáis a Harry el sucio? En su día era un personaje controvertido. Treinta años de cine de acción y se ha convertido, ya no en la norma sino, directamente, en un animalillo domesticado. Pero el caso es que la película de Don Siegel es todo un clásico, porque juega con las contradicciones de su protagonista, le cuestiona constantemente y le pone frente al peor tipo de escoria que existe: un asesino de mujeres y niños sin motivos ni redención posible. ¿Y que ocurre al final? Pues no regresa triunfalmente a la ciudad, ni recibe ningún tipo de honores. No. Arroja su placa al lago y abandona la escena con la cabeza gacha.

El cine de Tarantino es violento, pero tiene un sentido. Sin ir más lejos, Los odiosos ocho habla de los crímenes cometidos por la sociedad americana desde su fundación hasta la actualidad. Y lo hace con un estilo impecable.

Paul Verhoeven es otro ejemplo de un cineasta capaz de entretener y reflexionar al mismo tiempo. Alguien que juega con los géneros y las expectativas. Las escenas de acción de Robocop funcionan a muchos niveles. Pueden ser emocionantes y divertidas sin, por ello, perder su visión irónica.

Excalibur, de 1981, es homenajeada en los créditos iniciales de Batman v Superman. Otra buena película, que utiliza la violencia para introducirnos en un mundo salvaje y atroz, una civilización antigua, misteriosa y pagana dónde los valores que se respetan no son los del mundo moderno.

Sin embargo, la desagradable crueldad de la que hace gala el filme que hoy nos ocupa carece de cualquier justificación desde el punto de vista argumental, estético o ético.

Mi primera impresión es que esta no es una película para niños (demasiado brutal), ni para adolescentes (demasiado aburrida), ni para adultos (demasiado vacía). Pero luego me he dado cuenta de algo terrible. Esta película tiene un público. El mismo que desea más cárceles y menos colegios o que mandemos a los refugiados sirios a Turquía.

Puede que esto suene exagerado (y quizás lo sea), pero, sinceramente, creo que es una película para un público fascista. Y eso me preocupa enormemente.

La película habla de las víctimas inocentes, de cómo los actos aparentemente “buenos” acarrean consecuencias inesperadas. Pero no reflexiona sobre el tema, sino que, más bien, lo soluciona de una forma un tanto repulsiva. Cuando, en los últimos minutos disfrutamos de la clásica “pelea contra monstruo gigante”, la moraleja que queda es que todo aquel que dude de la necesidad de una superpotencia vigilando por los pobres mortales es o bien un completo idiota o bien un traidor.

Lo que en un filme infantil de superhéroes es un recurso válido y un desenlace perfectamente lógico, aquí, tras dos horas de dar vueltas en círculos alrededor de la idea del “poder” se convierte en una espantosa justificación del fuerte frente al débil, del grande frente al pequeño, del dios frente al hombre.

Recordemos Watchmen, del mismo director. A mí el comic me daba la sensación de que intentaba tocar muchos temas y al final, sólo divagaba. Bueno, Snyder no divaga, va al grano. ¿Pero qué grano? La fidelidad es, en apariencia, total, pero no se capta el fondo de la cuestión. Si algo no se le puede achacar a Alan Moore es no tener claras sus ideas socio-políticas. Él es anarquista. Zack Snyder, sin embargo, lee a Ayn Rand. Su adaptación hace hincapié en los elementos de ciencia ficción, en lo atractivo que resultan los trajes de los superhéroes y lo emocionante que debe ser encontrarse en su piel. Hay momentos que incluso se pone del lado del “comediante”, un hombre capaz de meter una bala en la cabeza a una mujer embarazada. Esto hace que una serie de personajes que en el original son presentados como decadentes, una pandilla de fracasados con problemas mentales… se conviertan en portadores de la verdad absoluta.

No es asunto baladí.

En este Amanecer de la justicia hay una subtrama que subraya lo que intento decir. Un hombre pierde las piernas durante la batalla de Metrópolis, a causa del enfrentamiento entre Superman y el general Zod. Pues bien. La película primero humilla al personaje, más tarde le utiliza como “instrumento del mal” y, finalmente, acaba ejecutándolo sin que nadie llore su muerte.

Ya no es que el guion no tenga en cuenta los efectos de los daños colaterales. No es que las muertes de civiles se consideren intrascendentes. Es que todo aquel que dude del poderoso y sus métodos es tratado como un imbécil que merece ser destruido. Ese es el mensaje que se lanza.

Otro ejemplo: en un momento inédito en la historia del cine de superhéroes, el mismísimo Superman se dispone a declarar ante el congreso de los Estados Unidos de América. Una muy buena idea que me hubiera gustado ver desarrollada. Sin embargo, el relato no tiene el menor interés en ver la resolución de este conflicto “político” porque no cree en ninguna política que no sea la imposición de las ideas propias. De forma que esta escena, que podía haber sido brillante, sencillamente termina haciendo avanzar la tediosa trama hacia su inevitable conclusión. Los puñetazos son útiles, el diálogo no.

Es evidente que este filme no existiría si no existiese The Dark Knight pero, de nuevo, no creo que se haya entendido por qué aquel título fue un éxito de crítica y público.

Nolan no mostraba un gran interés en que su trama “tuviera sentido”, sino en resultar entretenido, en expresar sus inquietudes temáticas de la forma más dramática posible. En que escuchásemos sus ideas sobre heroísmo y dolor, control y caos, civilización y barbarie. Nolan juega con las convenciones del cine de detectives, aumentando constantemente la urgencia y el interés. Utiliza los mimbres estructurales del Superman de Donner o el Heat de Michael Mann para construir algo mucho más grande. Cada escena nos transporta a la siguiente con un ritmo frenético, sin perder el sentido de la intriga ni olvidar las motivaciones de sus personajes principales.

No sólo eso, sino que, realmente, se exploran problemas reales de nuestro mundo. Corrupción policial, la pérdida de poder de la mafia frente a las amenazas terroristas, los problemas derivados de las desigualdades sociales… y el mayor conflicto de todos. El de un héroe que podría matar si quisiera, pero que escoge no hacerlo porque cree que eso le convertiría en un monstruo sediento de sangre. Una decisión que provoca que sus enemigos regresen una y otra vez.

Son películas claras en su temática, fascinantes y divertidas, que funcionan de forma independiente y como trilogía.

Batman v Superman utiliza buena parte de la estética de Nolan y muchos de sus elementos superficiales… pero los despoja de todo sentido.

Cambiando de tercio, la banda sonora corre a cargo de Hans Zimmer y Junkie XL. Es tremendamente repetitiva. La primera vez que oímos los tambores que anuncian la llegada de Wonder Woman, nos resulta una melodía primitiva, energizante, divertida. La segunda vez, ya no tanto. La tercera, es sólo una percusión molesta.

Wonder Woman, por su parte, es un personaje carismático y que no carece de cierta simpatía, pero en ningún momento resulta esencial. Podía haberse cortado su presencia por completo y el argumento habría ganado en claridad.

¡Oh! ¡Y antes de que se me olvide! También aparecen todos los personajes que deberían conformar la futura Liga de la justicia, en una secuencia vergonzosa que debería pertenecer a la edición extendida del dvd.

En definitiva: que si esta es una película de Semana Santa, prefiero ver Quo Vadis. Contra todo pronóstico, es menos retrógrada.

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Sinopsis Ante el temor de las acciones que pueda llevar a cabo Superman, el vigilante de Gotham City aparece para poner a raya al superhéroe de Metrópolis, mientras que la opinión pública debate cuál es realmente el héroe que necesitan. El hombre de acero y Batman se sumergen en una contienda territorial, pero las cosas se complican cuando una nueva y peligrosa amenaza surge rápidamente, poniendo en jaque la existencia de la humanidad.
País Estados Unidos
Director Zack Snyder
Guión David S. Goyer, Chris Terrio (Historia: David S. Goyer, Zack Snyder)
Música Hans Zimmer, Junkie XL
Fotografía Larry Fong
Reparto Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse Eisenberg, Diane Lane, Laurence Fishburne, Jeremy Irons, Holly Hunter, Gal Gadot, Scoot McNairy, Callan Mulvey, Tao Okamoto, Brandon Spink, Lauren Cohan, Michael Shannon, Hugh Maguire, Jason Momoa
Productora Warner Bros. Pictures. DC Entertainment. Dune Entertainment
Género Fantástico
Duración 153 min.
Título original Batman v. Superman: Dawn of Justice
Estreno 23/03/2016

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Calificación4
4

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Enrique Dueñas

Enrique Dueñas , escritor y guionista, aficionado al género fantástico y la tarta de queso.

4 comments

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  1. Sergio Andrade 27 marzo, 2016 at 23:02 Responder

    Mas razón que un santo en casi todo. Solo no estoy de acuerdo en que la película este dirigida a el público que mencionas, solo creo que parece así por el montón de ideas mal ejecutadas.

  2. diego 30 marzo, 2016 at 21:32 Responder

    Exacto, son ideas mal ejecutadas. Y ni tan mal ejecutadas como se quiere ver. Es que parece que nos negamos a aceptar al Batman que nos presentan. Batman, siempre ¡siempre! fue un desequilibrado. Y un delincuente, como bien se encarga de decirlo el propio Bruce Wayne por si alguien no conoce al personaje. Después de años de caída a los infiernos, al final de la película, se da cuenta de su error. ¿Gracias a quién? A Superman, que por lo tanto, sigue alojando la idea de esperanza y no es tan oscuro como se le quiere pintar.

    Por favor, no digamos que es una peli para fascistas o totalitaristas, que yo que soy más perroflauta que los de Podemos (de hecho soy demasiado perroflauta para meterme en Podemos), he disfrutado de un espectáculo divertido y ligero. Es más, se le acusa a Snyder de tratar de insuflar demasiada gravedad a la cinta, ¿no es la crítica la que quizá lo esté haciendo en mayor medida?

    En cualquier caso. De acuerdo en muchas otras cosas.

    Un saludo

  3. Lord Repux 3 abril, 2016 at 19:40 Responder

    Tanto Superman como Batman pierden mucho en esta pelicula. Pero sinceramente, desde George Clooney no habia visto un Batman tan decepcionante. Y en Batman y Robin me reí bastante mas.

    Desde luego, lo peor de hacer a Batman un desequilibrado vengativo y cruel, es que deja de tener sentido cualquier Liga de la Justicia con este personaje. Si hubiera muerto él en lugar de Superman, tendria bastante mas coherencia la película.

    Mi opinión humilde.

  4. David 19 mayo, 2016 at 03:53 Responder

    No me gusto la crítica, creo que la peli se la analiza mucho desde el contexto de super heroes en vez de humanos, y nos muestra un batman acabado, y sobre todo un Superman que no encaja en un mundo, tiene sus falencias pero a mi me agrado como se desarrollo y su final, obviamente pudo ser una gran pelicula pero para lo que se abarca me pareció disfrutable.

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