Detroit (2017), de Kathryn Bigelow – Crítica

«La película Detroit está más próxima al género de terror que al “drama histórico” en el que se la pretende encuadrar»

No era el nombre más adecuado para una película sobre este tema. Da la sensación de que vamos a ver una especie de documental sobre esta ciudad hoy agonizante desde la crisis económica de 2007 y en realidad, la mayor parte de lo que vemos transcurre hace cincuenta años. Todo gira en torno a los incidentes raciales que tuvieron lugar en el verano de 1967 en esta ciudad (en los Estados de Illinois, y en Carolina del Norte, y en Tennessee, y en Maryland, en total en 128 ciudades), pero lo esencial de la trama se desarrolla dentro de un Hotel en el cual ocurrió lo que la historiografía norteamericana conoce como el “Algiers Motel incident”. Y este hubiera sido el mejor título, más honesto y más preciso que el tan genérico de Detroit.

Un grupo de personas quedan aislados en el interior de un motel cuando estallan los incidentes raciales en la ciudad de Detroit. No muy lejos de allí, la Guardia Nacional se enfrente a miles de afroamericanos airados. Todo se ha debido a que un grupo de soldados negros que ha regresado de Vietnam están celebrando una fiesta en el interior de un bar. La policía entró en el recinto y detuvo a algunos de los presentes. Fue el famoso “incidente de la Calle 12”. Los amotinados realizaron saqueos en toda la ciudad, los bomberos no pudieron salir de sus acuartelamientos para apagar los fuegos y el caos se apoderó de la ciudad y de la vida de todos los que se encontraban en ella. Entre otros los residentes en el Motel Algiers. Desde allí, un auténtico cretino, afroamericano, después de amenazar a otros residentes en el hotel con una pistola detonadora, disparó a la Guardia Nacional que se encontraba en las inmediaciones con el mismo objeto. Estos, creyendo que estaban siendo objeto de fuego real, penetraron en el hotel y detuvieron a sus residentes. Lo esencial de la película nos cuenta lo que ocurrió a partir de ese momento. La brutalidad policial y los nervios por la tensión de lo que estaba ocurriendo, causaron algunas víctimas entre los residentes. Poco después tuvo lugar en juicio en el que los encausados –todos policías- fueron absueltos.

Detroit está realizada para generar en el espectador beligerancia: va a presenciar un abuso policial por causas raciales y se trata de que abomine de los verdugos y se identifique con las víctimas. Y si esta ha sido la intención de Kathrin Bigelow, el objetivo se ha alcanzado con creces. El guión ha sido escrito por Mark Boal sobre la base del libro de John Hersey, The Algiers Motel Incident, publicado en 1968 y del que se vendieron medio millón de ejemplares. El guión es ágil, la fotografía brillante, el montaje ajustado a la intencionalidad de la película, el clima generado en el interior del Motel asfixiante y las interpretaciones correctas, con especial mención a las realizadas por John Boyega (guardia de seguridad), Hannah Murray (una de las chicas blancas), Anthony Mackie (soldado paracaidista negro). 

La película tiene una estructura interna algo rígida. Dividida en tres partes (pinceladas sobre lo que precedió, la descripción del incidente en sí mismo y, finalmente, el juicio que tuvo lugar), la central es la más extensa e intensa y la última la más deslucida y completamente prescindible. Quizás la principal crítica que puede realizarse a Detroit es que es excesivamente larga para describir especialmente el “incidente del Motel Algiers”. Cuando termina la película, queda claro con quién nos hemos identificado y a quién odiamos… pero lo terrible es que seguimos sin conocer absolutamente nada de porqué en el verano de 1967, entre el 2 de julio y el 28 del mismo mes, se produjeron 103 muertos y en torno a 10.000 heridos por disturbios raciales en 130 ciudades de los Estados Unidos, ni por qué estos disturbios (que recibieron el nombre de “veranos calientes”) se prolongaron con análoga virulencia entre 1965 y 1968, con frecuentes chispazos desde entonces (el último en Fergusson, Mississippi en agosto de 2014). La Bigelow se ha limitado a contarnos un “incidente”, en absoluto el fondo de la cuestión. Y el público sale de la sala sabiendo lo que odia, pero sin saber absolutamente nada del conjunto, de sus causas últimas, ni de sus implicaciones.

Lo que han hecho el tándem Bigelow-Boal es pasar la parte por el todo: un incidente dramático, pero localizado y sin mucha relación ni con el movimiento de los derechos civiles, ni con los problemas de la integración racial, ni con la existencia del Black Power o de los Black Panthers, ni con media docena de problemas más, es elevado a la categoría universal. Lo que el espectador poco avisado entiende es que aquel incidente fue culpa de la policía y que, por tanto, todo lo que ocurriera en aquellos “veranos calientes” era –y sólo podía ser- culpa de esa misma policía. Y esto supone, no solamente no saber nada sobre lo que ocurrió en aquellos momentos, sino tampoco entender lo que está ocurriendo ahora y porqué, después de más de 50 años de integración racial, las comunidades blanca y negra siguen tan separadas como siempre (recientemente hemos visto el documental Rock Mountain, sobre el primer instituto del Sur de los EEUU que admitió a una alumna negra y en el que hoy buena parte de sus alumnos son de color: hagan lo que hagan los profesores, los negros se sientan con los negros y buscan amistades entre los negros y los blancos lo hacen con los blancos, unos escuchan hip-hip y reagge, otros country o rock. Sería de agradecer que alguna película nos contara el porqué esto sigue siendo así y no de otra manera. Podía entenderse que en 1967 cuando el 93% de la policía de Detroit era blanca, la comunidad negra se quejara de ser objetivo preferencial de la actividad policial… pero hoy, esos incidentes raciales siguen produciéndose periódicamente, con una policía multiétnica. ¿Qué ocurre en EEUU? Sea lo que sea, no es esta película quien nos lo cuenta.

La película Detroit está más próxima al género de terror que al “drama histórico” en el que se la pretende encuadrar. La inclusión de imágenes documentales reales, confirma que la directora aspiraba a realizar una película-testimonio, pero le ha quedado una película de terror, en la que lo narrado es sólo una parte de la verdad. Quedan otros 100 muertos sin explicar. Lo que Kathtyn Bigelow buscaba era una película “oscarizable”. Y lo ha conseguido. Con todas las limitaciones temáticas, con toda la ausencia de explicaciones y de perspectiva, con todos los desequilibrios internos que pueda tener esta película en el desarrollo de sus tres partes, el resultado final ha sido efectista, con clímax dramáticos raramente alcanzados en otras cintas y a la que cuesta encontrar puntos débiles en la interpretación o los aspectos técnicos. Si quiere pasar casi dos horas y media angustiosas e intensas, esta es su película. Si quiere enterarse de por qué ocurrieron los “veranos calientes” en los EEUU en los 60, mejor compre un libro o investiga por su cuenta. Como alguien ha dicho “si quieres saber la verdad… el cine no te la va a contar”.

Sinopsis Película ambientada durante los disturbios raciales que sacudieron la ciudad de Detroit, en el estado de Michigan, en julio de 1967. Todo comenzó con una redada de la policía en un bar nocturno sin licencia, que acabó convirtiéndose en una de las revueltas civiles más violentas de los Estados Unidos.
País Estados Unidos
Director Kathryn Bigelow
Guion Mark Boal
Música James Newton Howard
Fotografía Barry Ackroyd
Reparto John Boyega, Jack Reynor, Hannah Murray, Anthony Mackie, Will Poulter, Jacob Latimore, Jason Mitchell, Kaitlyn Dever, John Krasinski, Darren Goldstein, Jeremy Strong, Chris Chalk, Laz Alonso, Leon Thomas III, Malcolm David Kelley, Joseph David-Jones, Algee Smith, Ben O’Toole, Joseph David Jones, Ephraim Sykes, Samira Wiley, Peyton Alex Smith, Laz Alonzo, Austin Hebert
Género Drama
Título original Detroit
Duración 143 min.
Estreno 15/09/2017

Calificación7
7

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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