‘Diplomacia’ nos recuerda a… ‘Casablanca’

Diplomacia y Casablanca

‘Diplomacia’, basada en un hecho real que tuvo lugar la noche del 24 de agosto de 1944, narra la conversación entre un cónsul sueco y un general nazi que tenía la orden de bombardear París una vez que había sido liberada por los aliados. Tal circunstancia hubiera implicado la destrucción de una ciudad que, como bien queda demostrado en esta cinta de Volker Schlöndorff (‘El tambor de hojalata’), es especial, está por encima de cualquier persona y es un lugar carismático para muchas gente. París es distinto. Y si hay una película que siempre quedará en la retina por la presencia mágica de la capital francesa, por supuesto es ‘Casablanca’.

Mucho se ha escrito y se ha contado sobre un clásico que siempre se encuentra entre las primeras posiciones de cualquier ránking de mejores películas de la historia. Y con justicia porque igual que pasa con la ciudad de París, ‘Casablanca’ no es un film cualquiera. Está rodeado de anécdotas curiosas, la más importante que el guión se escribía sobre la marcha, casi improvisando y que el personaje femenino interpretado por Ingrid Bergman a mitad de rodaje ni siquiera sabía con quién se quedaría al final, si con Humphrey Bogart o Paul Henreid. Pero también el casting fue caótico, el contexto político no ayudaba y las esperanzas de que pudiera salir de allí algo bueno eran muy escasas.

Pero no salió algo bueno, salió algo espectacular. Ese guión improvisado escrito por los hermanos Epstein y Howard Koch es redondo, sabe combinar los momentos de humor con los dramáticos y con los de suspense. Te mantiene en tensión todo el film pero esos momentos de humor saben relajar al espectador, que a veces no puede evitar esa media sonrisa continua.

Humphrey Bogart e Ingrid Bergman al final de Casablanca

El director, Michael Curtiz, del que se decía que era un artesano del cine, muestra aquí que es mucho más, que sabe dirigir bien un guión y unos actores a los que les sobra talento. Hizo películas memorables como ‘El capitán Blood’, ‘La carga de la brigada ligera’ o ‘Robín de los bosques’, muy diferentes a ‘Casablanca’, pero igual de emocionantes, con el denominador común del entretenimiento de calidad como premisa fundamental, algo que está al alcance de pocos. Quizás las frases de la película, su estética y por supuesto los actores han dejado un recuerdo más alargado en el tiempo que el propio director de la función, sin embargo para que estas otras cosas hayan perdurado para bien, hace falta alguien que sepa dominar todos los frentes que se abren en una película y Curtiz lo sabía hacer a la perfección.

Claro que si hablamos de los actores, todos, sin excepción, están en estado de gracia. Bogart, con su típico gesto de no mostrar emociones y mantenerse al margen de lo que ocurre hace todo lo contario, se implica más que nunca y muestra una sensibilidad que al final cautiva al espectador. Su personaje es un regalo para la posteridad, marcó un estilo, una forma de entender la vida. Luego está ella, Ingrid Bergman, no se puede estar más hermosa y luminosa. La cámara se enamora de ella igual que los propios personajes porque su sola presencia ya atrae a los demás. No es el mejor papel de su carrera, ni mucho menos, pero probablemente el más legendario, como ocurre con casi todos los actores. Paul Henreid tampoco desentona completando el triángulo protagonista, pero su personaje, a pesar de ser el más valiente, es el que menos engancha al espectador, el que menos transmite.

Finalmente el elenco de secundarios hace que el conjunto roce la perfección. El mítico Peter Lorre en su breve aparición deja su impronta. Y después está el capitán Renault, interpretado por Claude Rains que hace un papel memorable, siempre cínico y acertado, es de lo mejor de ‘Casablanca’ y forma parte de la historia del cine con la escena final de la película junto a Humphrey Bogart. Son más, todos aportan su parte para que salga una de las obras más importantes que se hayan hecho jamás en cualquier arte.

Etiquetas Cine Clásico

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