Especial navideño de Black Mirror: White Christmas

White Christmas

Navidad, dulce Navidad. Navidad de comilonas. Navidad de regalos. Y sobre todo, Navidad de reencuentros con los más queridos. ¿Y qué es una de las cosas – seriecinéfilamente hablando – qué más podíamos querer los fans de ‘Black Mirror‘? Efectivamente, ¡un episodio más!

Y es que, desde que finalizara la segunda temporada de la perturbadora ficción creada por Charlie Brooker para el Channel 4 británico, no habíamos vuelto a disfrutar de nuestro creador de paranoias y conspiraciones favorito. Necesitábamos de su droga y la necesitábamos cuanto antes, por eso el especial navideño ‘White Christmas’ vino dispuesto a ser nuestro regalo en tan señaladas fechas.
Y oigan, para qué mentir, Brooker cumplió: me fui a la cama con el mismo mal sabor de boca que con las otras seis entregas restantes. Eso significa, sin ninguna duda, que sigue manteniendo el nivel.

Esta vez el capítulo utilizaba como nexo de unión a una cara conocida de la pequeña pantalla, el Mad Men Jon Hamm, seguidor confeso de ‘Black Mirror‘. Él es el principio y el fin de una historia que consigue mantener la atmósfera paranoica de las seis anteriores – quizá excluyendo a ‘El Momento Waldo‘, para mí la entrega más floja – situándose en la línea de ‘Tu Historia Completa‘, aquel capítulo en el que los protagonistas tenían un chip que podía mostrarles sus recuerdos en cualquier momento.

Matt – el papel protagonizado por Hamm – aparece contándonos su vida y la de su compañero, con quien parece no tener demasiada relación. Pero Nochebuena es Nochebuena y ya es hora de hablar. Su historia acerca de cómo se ganaba la vida infiltrándose en el cuerpo de alguien mediante la tecnología para asesorarlo a la hora de flirtear es la que nos muestra a una Natalia Tena que todos reconoceremos como Osha de ‘Juego de Tronos‘, adoptando aquí un papel muy diferente al que nos tenía acostumbrados, sacando su lado oscuro a relucir. Su compañero, cuya actuación por supuesto tampoco hay que pasar por alto, logra que también nosotros nos metamos en su cuerpo y queramos ayudarle a ligar. Tampoco es algo tan lejano de la realidad si tenemos en cuenta que mediante Whatsapp ahora podemos dar tantos consejos instantáneos como queramos a nuestro amigo en cuestión, lo único que nos queda es poder ver a través de sus ojos. Tiempo al tiempo.

También es Matt quien nos conduce hasta otra vieja conocida de ‘Juego de Tronos‘, Oona Chaplin, con su mini-yo guardado en una especie de huevo que tiene tanta o más vida que ella. ¿No nos inquieta la idea de poder crear un pequeño ‘tú’ a quien guardar en una cajita y que nos organice la vida? Como lo hemos creado nosotros mismos, damos por hecho que también a nuestro mini-yo le va a gustar estar encerrado las veinticuatro horas sin más vida que la que nosotros tenemos, ¿no? La pequeña Oona no parece pensar lo mismo, y como siempre, Charlie Brooker vuelve a hacernos pensar con su ya conocido ‘¿Y si…?’

¿Y qué es del compañero de Matt? No han hablado en el tiempo que llevan conviviendo juntos en esa misteriosa cabaña, pero ya va siendo hora, ¿no? Ésta es para mí la historia más inquietante, que sirve de nexo de unión para explicar el resto, y que es la que más puede llegar a impactarnos: ¿Hasta qué punto podemos bloquear a una persona? Actualmente, en el mundo de dependencia total a las redes sociales en el que habitamos, lo más parecido a perder un amigo es que nos elimine de Facebook o de Twitter. Es triste, pero es cierto. Todos hemos pronunciado alguna vez la frase de: ‘¡Pues si me ha quitado hasta del Facebook!’ Las redes sociales son, en muchas ocasiones, el inicio y el fin de las relaciones entre personas. Bloqueada la persona, bloqueada su historia. No volveremos a ver sus publicaciones y, en lo que a la red se refiere, no sabremos nada más de ella si sabe cómo cerrar todos sus perfiles al público. ¿Qué pasaría si esto se llevara a la vida real? ¿Qué pasaría si pudiéramos codificar a las personas de las que no queremos saber nada más para que ni siquiera pudieran vernos? Ni vernos, ni enviarnos mensajes, ni siquiera ver a nuestra descendencia o imágenes nuestras en una foto. Duro, cruel, impensable… O al menos, impensable hasta ahora porque Charlie Brooker y los suyos lo han vuelto a hacer.

¿Nos viene a la mente la Google Glass? También en su día nos pareció una tontería llevar gafas de realidad aumentada con las que poder grabar vídeos de todo lo que vemos sin apenas esfuerzo y almacenarlos en una memoria, ¿no?

Como ocurriera con ‘Utopia‘, de estreno posterior y de la que ya hablé mostrando mi amor eterno por las series conspiratorias de Channel 4, ‘Black Mirror‘ es una serie que merece la pena ver si buscamos un producto que nos haga ir más allá del simple entretenimiento y dé lugar a la reflexión. Hace que nos planteemos hasta dónde están llegando realmente las nuevas tecnologías y, lo que es más importante, hasta dónde pueden llegar. Por supuesto, su genial ambientación y fotografía de colores impactantes y absorbentes ayudan a que nuestra inquietud sea todavía mayor.

Y es que el mundo que plantea Charlie Brooker es exagerado, sí, pero también la dependencia que experimentamos hacia las nuevas tecnologías empieza a serlo. Cada vez hay más y más progresos que hace años teníamos como imposibles, más y más gente que se dedica a compartir todo lo que hace, en el mismo instante en que lo hace, con todo aquel que lo quiera ver. Quizá bloquear personas en vivo y en directo sea algo que nunca veremos, al menos nosotros, pero, ¿poder ver a través de los ojos de otra persona? No creo que sea tan impensable. Ni tampoco guardar recuerdos para usarlos cuando queramos, ni siquiera los reality shows extremos que han planteado en otros episodios.

Black Mirror‘ asusta, pero también nos hace despertarnos y plantearnos seriamente si queremos que la tecnología domine nuestras vidas. ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a dejarte absorber por la tecnología o intentarás resistir? Si todavía no lo te has planteado esta cuestión, echa un vistazo a ‘Black Mirror‘. Quizá Brooker y los suyos te ayuden a contestar esta pregunta.

Ver índice de capítulos

White Christmas

Share this post

Silvia Martínez Gómez

Siempre había querido ser presentadora, así que me gradué en Periodismo en la Universidad Jaume I de Castellón, aunque barajé también empezar arte dramático, pues me encanta la interpretación. Mi pasión por el cine empezó de bien pequeña cuando mi abuela me enseñó una de las mayores joyas del cine para mí: Cantando bajo la lluvia. A partir de ahí mi relación con el séptimo arte fue a más. Veía cine, series, leía sobre cine y series, sobre actores, filmografías...¡lo que fuera! Los clásicos, el cine de terror y el romántico se convirtieron pronto en mis géneros de referencia...Y a día de hoy, a mis 23 añitos, quizá exceptuando gran parte del cine de acción, no le hago ascos a nada. ¿Será esto lo que llaman ser una cinéfila?

No existen comentarios

Añade el tuyo