Fotogenia de la Guerra Fría (VIII): JFK – El presidente, su era y su fin

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JFK

De no haber sido asesinado, es posible que Kennedy fuera considerado como uno de los  presidentes más mediocres de los EEUU. No fue la primera vez que se ha mitificado a un muerto solamente por el hecho de haber desaparecido dramáticamente. Y eso vale también para Abraham Lincoln, vida paralela a JFK. De haber terminado sus mandatos, ambos hubieran merecido un juicio ecuánime y mesurado como cualquier otro y, es más que posible, que éste hubiera sido negativo o, incluso, muy negativo. En lo que se refiere a JFK, los problemas que debieron afrontar los EEUU en el curso de la década siguiente se originaron todos, sin excepción, durante la “era Kennedy”. Por lo demás, su nombramiento como presidente, fue legal pero no fue legítimo: papá Kennedy compró los votos, dólar sobre dólar, que llevaron a su hijo a la presidencia. En efecto, venció a Nixon, por la mínima.

Con Kennedy empezó la Guerra de Vietnam; fue durante su época cuando terminó por “pudrirse” la cuestión cubana –Bahía de Cochinos ocurrió durante su gobierno y se inició también el bloqueo de la isla– y sus vacilaciones llevaron a la famosa “crisis de los misiles” que situó a la humanidad próxima a la guerra nuclear como nunca antes lo había estado; para colmo, la política de integración racial, siendo justa en esencia, convirtió a la sociedad norteamericana de multirracial en multirracista. En el discurso de despedida, su antecesor, el General Eisenhower, alertó sobre los riesgos de que la política norteamericana estuviera controlada por el llamado “complejo militar–industrial”. Durante el gobierno Kennedy, ese dominio se consolidó y en eso seguimos. Los años que siguieron a la “era Kennedy” fueron los más violentos en la historia de los EEUU, como si todos los problemas nacidos en aquella época, estallaran cuando Kennedy ya no estaba.

No, no somos lo que se dice admiradores de Kennedy. Ni siquiera de su familia. Era –es– una “dinastía norteamericana” cuya fortuna se había amasado utilizando los medios más inmorales, rastreros y discutibles. Hemos oído decir, incluso, que el tránsito de su padre por Cuba en los años treinta, con su comportamiento habitual displicente, soberbio y canalla, le salpicó, por listo, con una maldición afro–caribeña. No vio cumplido su objetivo de ser presidente de los EEUU, y además fue castigado con ver cómo tres de sus hijos morían trágicamente. La maldición no debió detenerse con él porque también algunos de sus nietos y los hijos que le sobrevivieron tuvieron fines dramáticos o carreras truncadas. La “maldición de los Kennedy” no es ninguna broma y se extiende, por lo visto, a su obra y a su familia. En cuanto a JFK nada de lo que tocó, propuso, instituyó o programó, llegó a buen puerto. Salvo, quizás, la carrera hacia la Luna y eso porque von Braun y su equipo de científicos alemanes, manejaban un presupuesto milmillonario norteamericano.

Cuando aludimos al senador McCarthy y al machartismo hubiera sido una buena ocasión para hablar de John Fitgerald Kennedy, que admiraba al senador anticomunista y a quien apoyaba incondicionalmente (algo que generalmente se pasa por alto, responsabilizando a su rival, Richard Nixon, de ser el “anticomunista” por excelencia). Es más, Robert Kennedy, su hermano menor, trabajó directamente para el subcomité de McCarthy, por liberal y demócrata que pareciera.

A pesar de que los medios presentaran a JFK como un presidente “atlético, joven y dinámico”, lo cierto es que arrastraba más enfermedades y problemas de salud que cualquier otro presidente de los EEUU con treinta años más, incluido el vejestorio de Reagan. Sus dolencias merecerían un grueso tratado de medicina y se prolongaban desde su juventud. Decimos esto para afirmar a continuación que Kennedy (y, más que él, su padre) entendieron pronto que una cosa era la realidad y otra el look que querían proyectar y que, aunque tuviera poco o nada que ver con la imagen real, servía para construir un mito. El votante pide mitos esplendorosos, no enfermitos asmáticos o con la espina dorsal desviada. Los Kennedy fueron los primeros en entender algo que incluso hoy utilizan políticos de provincias en cualquier país tercermundista para tratar de ser elegidos: que la imagen lo es todo, la realidad no es nada y sirve para menos aún.

Kennedy alcanzó la presidencia en un momento no particularmente duro de la Guerra Fría. Stalin había muerto un lustro antes y en la URSS, Nikita Sergievitch Kruchov, el artífice de la victoria soviética en Stalingrado, aspiraba a mantener el statu quo de Yalta inalterable. Y, sin embargo, durante su presidencia, las tensiones internacionales nos llevaron a milímetros del holocausto nuclear.

Prácticamente todos los episodios de la “era Kennedy” han sido reflejados por el cine en películas y series de televisión. En la mayoría, da la impresión de salir favorecido. No es ese el juicio de la historia, pero sí el de Hollywood. Y hay que respetarlo. Gobernó de 1960 hasta su cita con el destino en Dallas tres años después. Él, su mujer y todo lo que se ha dado en llamar el “clan Kennedy”, fueron los primeros en convertir la presidencia en espectáculo. JFK inauguró la década de los sesenta, después de la cual ya nada sería igual, ni en EEUU, ni en el mundo.

En general, los historiadores más o menos objetivos –que los hay– tienden a considerar a Kennedy como un presidente con poca experiencia y mucho look, poco carácter y demasiado orgullo, convicciones poco sólidas y vacilaciones constantes, escaso control sobre su gobierno y mucho menos sobre su propia concupiscencia (Marilyn no fue un accidente en su vida sicalíptica y voluptuosa) que, para colmo, contrastaban con su carácter de “primer presidente católico” de los EEUU… una religión que es lo que se dice restrictiva y/o poco comprensiva en materia sexual.

¿Qué dice el cine sobre los Kennedy? Hay de todo, pero, en general, Hollywood es fiel al mito, sus películas son poco críticas y en ocasiones, incluso entusiastas. Mas mesuradas son las miniseries y TV–movies que han dado innumerables apuntes biográficos sobre el clan. Vean.


Sobre la biografía del clan Kennedy

Se entiende que Hollywood no haya prodigado historias sobre el patriarca de los Kennedy: a medida que iba amasando una inmensa fortuna (retiró su dinero de la bolsa el día antes de que se hundiera la Bolsa de Nueva York en 1929) invertía en negocios que consideraba que podían proporcionarle, no solo más dinero, sino también una posición privilegiada para sus ambiciones políticas. De ahí que invirtiera también en Hollywood allá por la segunda mitad de los años veinte. Y se cuenta que había pedido prestado dinero a Frank Mitti, sucesor de Al Capone, dedicado al mismo oficio que su patrón, para comprar la FBO, una de las incipientes productoras que transformaron la meca del cine en lo que hoy es. Pero esta presencia en Hollywood no ha podido evitar que en los últimos tiempos alguna producción hiciera referencia explícita a su persona.

Su pasó por la serie Boardwalk Empire es fugaz y desplazada el escenario habitual de la serie, Atlantic City, a una Cuba en la que empieza a imponerse Fulgencio Batista. La figura del patriarca del clan Kennedy queda embellecida, incluso el guión sugiere que huía de los negocios con los gánsters y que sólo se dedicaba a negocios “limpios”… algo que la historia dista mucho de confirmar.  Esa fugaz presencia en una serie que tenemos por inolvidable, da lugar a algunas de las mejores escenas de las cuatro temporadas en que se prolongó.

Si se quiere repasar la biografía de los Kennedy, necesariamente habrá que recurrir a otra serie televisiva que, con una sorprendente fidelidad a los hechos –algo poco usual en los biopic hollywoodienses– repasa la vida, milagros, líos amorosos y embrollos políticos de esta dinastía americana: The Kennedys (2011, Los Kennedy). La miniserie tuvo ocho entregas y contó con un precedente más modesto, pero igualmente digno: Kennedy (1983), con Martin Sheen como JFK, filmada para conmemorar el vigésimo aniversario del magnicidio. Mientras la primera abarca un período más amplio en la vida del clan Kennedy, la segunda se centra en el tiempo que estuvo al frente de la presidencia (1961–1963).

Dentro de la construcción del mito del presidente Kennedy, una parte muy importante del peso correspondió a su esposa, Jacqueline Bouvier, para la historia: Jackie Kennedy. Tenía a su favor ese aire europeo que entonces fascinaba a los norteamericanos y una mayor personalidad que las primeras damas que le habían precedido en el cargo (todas ellas desprovistas de glamour, completamente grises, de las que solamente excitan la imaginación de sus nietos por el pastel que hornean el Día de Acción de Gracias). El hecho de que encontrara en Marilyn Monroe a una rival insuperable ha dado tema para varias miniseries y TV–movies. Cronológicamente, la primera fue Jacqueline Bouvier Kennedy (1981, Jacqueline Kennedy, vida privada) que abarca los años anteriores a que su marido ocupara la presidencia (JFK es, al efecto, James Franciscus). Posteriormente, una miniserie, Jackie Bouvier Kennedy y Onassis (2000) amplia los datos biográficos hasta más allá del asesinato de JFK. La película –como todos los biopics sobre Jackie– destila una inconmensurable tristeza y nos muestra como tuvo que pagar un precio excesivamente alto para disfrutar de una vida de glamour y relumbrón.

JFK

Vale la pena destacar otra miniserie en la que Jackie está acompañada por las otras dos esposas de los hermanos Kennedy, Jackie, Ethel y Joan: The Women of Camelot (2001, Las mujeres de Camelot). Hay que explicar el título: en los EEUU se decía –formaba parte del mito– que con Kennedy empezaba la “era de Camelot”, morada del Rey Arturo de donde había sido desterrado el mal y la infelicidad. Sin embargo, ni Jackie, ni Ethel (esposa de Robert. F. Kennedy, asesinado como su hermano), ni Joan (esposa de Edward Kenndy, diestro en pulverizar su propia carrera política), disfrutaron con el poder que tuvieron sus maridos por mucho que contribuyeran a que lo conquistaran. Sus biografías casi son un paradigma de lo que es una existencia poderosa pero infeliz.

Y, si de lo que se trata es de resaltar el papel de las mujeres en el entorno de JFK, sin duda habrá que hacer una alusión especial a Marilyn Monroe. En la TV–movie Norma Jean & Marilyn (1997, Norma Jean y Marilyn), además de insistirse en los aspectos más truculentos de la vida de la infortunada actriz, sus coqueteos con el alcohol y las drogas, también aparece su relación con JFK y aquel momento cumbre de la presidencia en la que le cantó el Happy birthday to you

Todo lo que no puedan contar estas producciones es infinitamente menos de lo que sabía Edgar Hoover, el sempiterno director del FBI que se tomó como una cruzada personal el oponerse al clan Kennedy. En The Private Files of J. Edgar Hoover (1977, Los archivos privados de Edgar Hoover), una parte de la trama está precisamente consagrada a esta guerra entre el director del FBI y el presidente y su hermano Bob.


Sobre el mandato de Kennedy

Trece días

El nombre de Kennedy está íntimamente vinculado con el de la integración racial, como el de Lincoln lo está a la abolición de la esclavitud. Buenas intenciones suelen generar problemas mayores. Lincoln es el presidente de la Guerra Civil norteamericana. Kennedy, el hombre en cuya época se desataron todas las tensiones étnicas hasta entonces reprimidas.

Para tener una pincelada muy exacta sobre cómo se inicio la política de integración racial puede verse Mississippi Burning (1988, Arde Mississipi), guiada diestramente por Alan Parker. La trama discurre en 1964 cuando Kennedy ya ha sido asesinado, pero el presidente Johnson ha decidido llevar adelante su política de integración racial que, especialmente recibió resistencias en los Estados del Sur (aunque fuera en los Estados del Norte donde se produjeron las grandes tensiones étnicas de los años sesenta). La película tiene un buen argumento y una trama que tiene mucho que ver con la intriga y el drama rural, pero que refleja hechos que históricamente ocurrieron con la intensidad que la vivieron sus protagonistas. De las imprescindibles que nos evita recordar cualquier otra sobre esta temática, quizás a excepción de Malcolm X (1992) de Spike Lee, parte de cuya trama se desarrolla en la “era Kennedy” y muestra las luchas fraccionales entre los distintos grupos de activistas de los “musulmanes negros”. Malcolm X sobreviviría apenas un año a Kennedy y, como él, fue asesinado por sus adversarios políticos.

Igualmente, sobre la crisis de los misiles de Cuba, de las varias películas existentes hay una que destaca –a pesar de ser extremadamente favorable a Kennedy y a su hermano pequeño– y que huelga recomendar cualquier otra en tanto que bastante rigurosa en cuanto al tratamiento del episodio: Thirteen Days (2000, Trece días). La película narra el descubrimiento por parte de aviones espía de lo que parecen mísiles soviéticos instalados en la isla de Cuba. El presidente Kennedy estuvo a punto de causar una guerra nuclear por unos misiles que estaban, como mínimo tan cerca de su territorio como los que EEUU tenía en las inmediaciones de la URSS. La película consigue retratar la tensión de la época. Así empezó el bloqueo de Cuba. Era 1962 y solamente se ha aliviado a partir de 2016. Una versión todavía más benévola con la gestión de JFK en este asunto es la TV–movieThe Missiles of October (1974, Los misiles de octubre) basado en el relato que realizó el hermano del presidente Robert F. Kennedy. La película, filmada durante las conversaciones de París entre el gobierno norteamericano y Vietnam del Norte, es lo que podríamos llamar un adoquín en el proceso de construcción del “mito Kennedy”. Apta para conocer la “versión oficial”, casi la “versión familiar” del episodio.

No vamos a entrar en lo que fue la guerra del Vietnam pero sí en su origen y para ello hay una película discreta que, especialmente en su primera media hora, nos dice algo sobre cómo se inició aquel conflicto. Se trata de A Bright Shining Lie (1998, Mentiras de guerra), Tv–movie dirigida por Terry George en la que el protagonista, Bill Paxton, es enviado en las primeras remesas de asesores militares a Vietnam del Sur y, poco a poco, en la hora y media siguiente se va decepcionando de las posibilidades de salir airosos de aquella aventura colonial.


Dos películas atípicas sobre JFK

Forrest Gump

No es una biografía en sentido estricto, pero tampoco una película de ficción absoluta. De hecho, Forrest Gump (1994) es un producto excepcional en todos los sentidos. Abarca un período en la historia de los EEUU que se sitúa en buena medida en la “era Kennedy”, hasta principios de los ochenta. Algo más de 20 años de vida norteamericana en la que aparecen muchos episodios de la Guerra Fría (la política del ping–pong con China, la guerra del Vietnam, el mismo asesinato de Kennedy, la contracultura, la política de integración racial, etcétera). Kennedy aparece en una desternillante escena en la que Forrest Gump y su equipo de rugby son recibidos en la Casa Blanca. Gump, aburrido, bebe algo así como dos docenas de refrescos y cuando le toca saludar al presidente, ya no puede más y le pide dónde está el lavabo más próximo. En aquel momento, el público todavía no estaba acostumbrado a que se interpolaran personajes en escenas previamente filmadas. En eso y en que la película es el repaso a casi un cuarto de siglo en la historia de los EEUU, a través de un personaje tan alelado como entrañable, constituyeron los dos elementos en los que esta película basó su paso a la historia del cine.

Mucho más modesta, pero no menos original en su concepción es  CSA: Confederate States of America (2004), un documental, ucrónico y fake, que pasó sin pena ni gloria, a pesar de sus cualidades y originalidad manifiestas. En la historia de los EEUU, la victoria de los yankees sobre la Confederación sureña en la Guerra Civil de 1860–64, determinó la evolución posterior de aquel país hasta ser lo que hoy conocemos, pero –plantea Kevin Willmott, director de la cinta– ¿qué hubiera ocurrido si la Confederación se hubiera impuesto? La respuesta es: todas las manifestaciones de la cultura americana, de la sociedad y de sus valores, estaría impregnada por el espíritu de la vieja Dixieland. JFK aparece en la película en plenas elecciones presidenciales, basando su campaña en la abolición de la esclavitud y el sufragio femenino. Termina derrotando –una vez más– a Richard Nixon. No sirve de mucho: poco después es igualmente asesinado.


Sobre el asesinato de Kennedy

JFK

Dallas constituyó la estación término para la vida de Kennedy. El misterio nunca resuelto de su muerte ha inspirado películas fantasiosas y otras que abordan la teoría de la conspiración sin caer en la conspiranoia. Eludimos las primeras y vayamos a las que muestran un mínimo de verosimilitud. JFK (1991, JFK caso abierto) puede ser considerada como la película imprescindible sobre la materia. Olivert Stone olvidó decir, eso sí, que la línea abierta por el fiscal Garrison (Kevin Costner) se cerró sin encontrar pruebas fehacientes. Pero el planteamiento es bueno: enfatiza el análisis sobre la “película Zapruder”, el super 8 mm que recogió el magnicidio de manera más directa. Realizada casi como un documental, la película resulta convincente y tiene la virtud de mostrar que la versión oficial del atentado dada por la autoridades tenía más agujeros que un gruyere.

Lee Harvey Oswald

Lee Harvey Oswald

De entre todos los agujeros, hay dos que tienen nombres y apellidos: uno es el del asesino de Kennedy, Lee Harvey Oswald, otro el del asesino del asesino, Jack Ruby. La historia de este último, fue contada con pelos y señales en Ruby (1992, La conspiración de Dallas). También estamos ante una película creíble en la que incluso el protagonista, Danny Aiello, tiene cierto parecido físico con el personaje que encarna (salvo treinta centímetros más de altura). La película sostiene la teoría –muy probable por lo demás– de que Ruby era el brazo ejecutor de la mafia. Al deshacerse del presunto asesino de Kennedy, acabó también con la posibilidad de que la investigación siguiera adelante, lo que implica afirmar que, de alguna manera, la mafia, entraba en la conspiración para asesinar a Kennedy. Una Tv–movie interesante es Fatal Deception: Mrs. Lee Harvey Oswald (1993, Marina Oswald) cuyo guión es bastante escrupuloso y muestra pinceladas sobre la vida de Oswald y las relaciones con su mujer. Es la historia de una familia poco convencional. La miniserie de TV de dos episodios The Trial of Lee Harvey Oswald (1977, ¿Quién mató a JFK?) aborda el crimen desde una perspectiva original: ¿qué hubiera ocurrido si Oswald hubiera podido ser juzgado. No es una película histórica pero dice mucho sobre aquel episodio.

Parkland (2013) de Peter Landesman es, hasta ahora, la última película de largometraje que ha tratado el tema del asesinato de JFK, si bien centrando la atención en lo que sucedió en el Hospital Parkland de Dallas el día en que fue asesinado el presidente. La película tiene una doble vertiente: cómo acogió la sociedad americana el asesinato de su presidente y cómo vieron el episodio los médicos que atendieron al presidente agonizante. Se alude también con detalle a Oswald y el director realizará una comparación entre la vida del presunto asesino y del inequívoco asesinado. No es una película en donde se defienda la tesis de la conspiración, pero sí una película confeccionada sólo con testimonios reales. Cine histórico, en definitiva.

Algo aburrida –seguramente porque se atiene a los hechos históricos fehacientes y a la “versión oficial” sobre el crimen– es Killing Kennedy (2013, Matar a Kennedy), otra TV–movie, que aporta muchos elementos biográficos sobre JFK y Oswald. Después de visionarla y cuando se disipa el impacto, uno cae en la cuenta de que las cosas no pudieron ser tan fáciles. Ajena a toda visión conspiranoica, el crimen aparece como la obra de un solo hombre. El guión casi resulta ser una traslación del Informe Warren sobre el asesinato del presidente, la “versión oficial” del magnicidio. Quizás por eso, pasó sin pena ni gloria.

Con estas recomendaciones puede tenerse una panoplia muy amplia de lo que fue la vida, la obra, los antecedentes y la muerte de un presidente. Queda ahora por examinar su herencia. Y la Guerra del Vietnam va a ser el primer jalón obligado. Y, sin duda, el más dramático.


Películas citadas para conocer a John Fitzgerald Kennedy:

JFK

Ir a Fotogenia de la Guerra Fría (IX): La Guerra de Vietnam (I)

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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