La clase de esgrima (2015), de Klaus Härö – Crítica

La clase de esgrima

«La clase de esgrima es una película contra el estalinismo y por el derecho a olvidar el pasado. Si bien es modesta en pretensiones y medios, su director los ha aprovechado y exprimido al máximo.»

En Letonia haber servido en las SS es todavía un timbre de honor. El único país del mundo en el que existe un monumento a las SS es en Bauska, cerca de Riga y no se levantó en plena guerra en 1943 sino en 2012, cuando la democracia estonia llevaba ya veinte años de ruta. En 1943, en un país que apenas tenía 2.000.000 de habitantes, se alistaron voluntariamente a las SS 150.000. Porcentajes más bajos pero igualmente significativos se produjeron en Lituania y Estonia. Desde que los Países Bálticos fueron integrados de nuevo en la URSS (en la fase final de la Segunda Guerra Mundial) y durante todo el período que duró la Guerra Fría, existió más o menos represión contra quienes habían colaborado con los nazis o eran, simplemente, nacionalistas bálticos. Esta película, La clase de Esgrima trata, aunque discreta y veladamente, de este tema. El director no insiste mucho, salvo en la parte final, en la espinosa cuestión, pero, a fin de cuentas, es el fondo de la trama: le basta, simplemente, con denunciar la represión de los últimos años del estalinismo y la personalidad del protagonista, el “maestro de esgrima”, un hombre que, por sus actividades y creencias durante la Segunda Guerra Mundial, se quería hacer olvidar. Llegado a un pueblo perdido, se convirtió en el padre virtual para sus alumnos.

La película es modesta en sus pretensiones y medios, pero hay que decir que el director los ha aprovechado y exprimido al máximo. Todo en ello, empezando por la historia misma, es sencillo y está bien contado. Casi es un cuento. Y quizás las madres bálticas lo estén contando en este momento a sus hijos. La película toca un tema sensible y difícil, pero no cae en la sensiblería sentimentaloide, no busca la lágrima fácil, ni la demagogia, ni mucho menos la complicación ideológico-político-sentimental. Es, sobre todo, una película contra el estalinismo y por el derecho a olvidar el pasado y a la superación personal. Por eso gustará en los países occidentales.

La película es finlandesa. Con ella, este país se une a la era dorada de las cinematografías nórdicas. Se está haciendo muy buen cine por aquellas latitudes y, mientras que del cine alemán nos llegan cada semana TV movies olvidables de serie B (Bajo presupuesto, Baja calidad, Bajo perfil, Bajas ambiciones…), de los Países Nórdicos cada vez nos llegan más películas interesantes, imaginativas, bien realizadas, mejor interpretadas y, en cualquier caso, sorprendentemente cercanas a nosotros a pesar de la distancia geográfica y cultural con el mundo latino. Y no se trata de “obras maestras” de directores irrepetibles a lo Bergman o a lo Lars von Trier, sino de equipos de profesionales de todas las ramas de la cinematografía (directores, actores, técnicos, cámaras, montadores, escenógrafos, directores de sonido y de fotografía…) que garantizan la puja del cine nórdico. No estamos ante excepciones, sino ante una industria con personalidad propia que, en estos momentos, se sitúa ya a corta distancia de la cinematografía inglesa y francesa, hasta ahora punteras en Europa.

Una de las habilidades de la cinematografía nórdica consiste en saber adaptar los temas de Hollywood al continente europeo. La idea de la superación personal es una de ellas. Los norteamericanos, desde antes de su Guerra de la Independencia, se han visto atraídos casi obsesivamente por esta temática. Los libros de “autoayuda”, inicialmente tenían este objetivo: como mejorar el carácter y, por decirlo así, esculpir la personalidad. Esta idea está presente en películas dan distantes aparentemente como Dallas Buyers Club (2013), 300 (2006), Million dollar baby (2004), Forrest Gump (1994) o La teoría del todo (2014), por citar entre los géneros más diferentes. El denominador es siempre el mismo: reinventarse a sí mismo. El deportista que había practicado el arte de la esgrima, asume la tarea de cambiar a sus alumnos.

La clase de esgrima, transmite el mismo mensaje “a la europea”. De una manera menos espectacular, más próxima. Difícilmente sería concebible una situación más adversa para el protagonista: perseguido político en la URSS del estalinismo, perdido en la Estonia profunda, dando clases en un clima adverso y en una escuela cuyo director es una especie de comisario político en donde lo que no está en el manual de marxismo soviético, simplemente es “burgués”, dando clases de algo que, aparentemente, es irrelevante y fútil: y, sin embargo, consigue salir a flote, se impone sobre las circunstancias; podría haber optado por ser una “víctima”, creerse una víctima y actual como tal y, sin embargo, se convierte en un faro para sus alumnos. Ir más allá de esto sería hurtar al lector la posibilidad de que comprobara por sí mismo las calidades argumentales y el mensaje de esta cinta que merece ser vista.

Del director Klaus Härö se han proyectado otras cuatro películas en España. Por algún motivo, le interesan los años 50 que ya trató en Elina: As If I Wasn’t There (2002), o en Den nya människan (2007, The new man) y la Segunda Guerra Mundial (en la que su país participó al lado de Alemania contra la URSS) que trató en Mother of Mine (2005, Adios mamá). Sus películas han sido excepcionalmente aclamadas en su país de origen y elegidas para distintas ediciones de los Oscars, como Letters to Father Jaakob (2009, Cartas al padre Jacob) y demás premios internacionales. La clase de esgrima optará este año a los Globos de Oro y a los Oscar. No estamos, pues, ante uno de esos directores cuyo nombre está ligado a una sola película, sino a una brillante carrera profesional que todavía puede dar mucho de sí.

La carga de la película recae sobre Mart Avandi, que encarna al maestro de esgrima. Actor procedente del teatro, es uno de los rostros más populares de Estonia. A pesar de su juventud, su historial (que puede ser consultado en la edición estonia de Wikipedia ¡bendito traductor de Google!) es impresionante. Además de actuar en el teatro es cantante y presentador de televisión. Hay algo en su mirada que es propia de un hombre torturado y que conoce el sufrimiento (su hijo murió en 2012 de cáncer y él preside una asociación de apoyo a padres y pacientes con esta enfermedad).

Película sencilla, sin grandes complicaciones, con una optimizada relación inversión-resultados que le da al público la sensación de que no ha tirado el dinero de la entrada. Y esto ya es mucho en tiempos de crisis.

Lo mejor del caso es que la película refleja un hecho real. El protagonista, no sólo existió verdaderamente, sino que cuando concluyó la Guerra Fría y las Repúblicas Bálticas se emanciparon de nuevo, abrió un club de esgrima en su tierra natal que ha conseguido medallas olímpicas y un nivel de excelencia en campeonatos internacionales. A veces, la realidad aporta el mejor guión.

La clase de esgrima

Sinopsis Huyendo de la policía secreta rusa, Endel, un joven campeón de esgrima, se ve obligado a regresar a su tierra natal, donde se convierte en profesor de educación física en una escuela local. Pero el pasado le pone frente a una difícil elección.
País Finlandia
Director Klaus Härö
Guión Anna Heinämaa
Música Gert Wilden Jr.
Fotografía Tuomo Hutri
Reparto Märt Avandi, Ursula Ratasepp, Lembit Ulfsa, Kirill Käro, Carmen Mikiver, Kaie Mihkelson, Hendrik Toompere Sr.
Productora Making Movies Oy / Allfilm / Kick Film
Género Drama
Duración 93 min.
Título original Miekkailija
Estreno 15/07/2016

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Calificación7
7

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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