La mujer en ‘Rocco y sus hermanos’

Rocco y sus hermanos

Si bien —como rectamente se desprende de su título— son los hermanos Parondi los auténticos protagonistas del celebradísimo film que en 1960 dirigiera Luchino Visconti, y el análisis de su dibujo y desarrollo dramático ofrece aspectos tremendamente interesantes, no es menos el interés que puede suscitar una mirada atenta al imaginario ideológico en relación a la mujer que se desprende de los dos personajes femeninos principales de la película: Rosario Parondi y Nadia, dos mujeres que se sitúan en los dos extremos de un arco caracterizador de cuyo contraste emerge un flujo de matices y sugerencias que merece la pena abordar.

Rocco y sus hermanos

Katina Paxinou en ‘Rocco y sus hermanos’

Rosario Parondi (Katina Paxinou), la ‘mamma’, es la mujer madura del sur de Italia que, habiendo enviudado, no ve otra alternativa a la miseria que la de la marcha al norte rico e industrial, aprovechando la presencia en él de una ‘cabeza de puente’ (su hijo mayor, Vicenzo, que ya se encuentra en Milán), acompañada de sus cuatro hijos restantes. Estamos ante una mujer para la cual rige un código estricto cuya regla básica e insoslayable es la del mantenimiento compacto e incólume del núcleo familiar; regla ante la cual se sacrifica cualquier otra consideración de orden lógico o ético —algo que se pondrá dramáticamente de manifiesto con motivo de uno de los episodios postreros de la trama—, y en pos de cuyo cumplimiento se esgrime de manera permanente la apelación a los elementos originarios comunes: básicamente, el padre muerto y la tierra de procedencia. Una mujer de principios rígidos e inamovibles, cuya caracterización física (siempre vestida de negro, con ropajes humildes) y anímica (el grito y la lágrima son una constante en su comunicación) apela siempre a la tristeza; y, por supuesto, como no podía ser de otra manera en virtud de ese dibujo, totalmente asexuada (su viudedad ha puesto fin a cualquier posibilidad de actuación en ese terreno).

En un polo totalmente opuesto al que ocupa el personaje de la ‘mamma’ Parondi, nos encontramos con Nadia (Annie Girardot), la prostituta milanesa cuyas atenciones irán oscilando, en función del desarrollo de la historia, entre Simone y Rocco y que, a sus veinticinco años, ya ha recibido las suficientes heridas y desengaños como para que el sarcasmo se haya adueñado de su carácter hasta teñirlo con un marchamo imposible de soslayar. Joven, hermosa y descarada, los problemas que, en todos los ámbitos (familiar, laboral, social), le acarrea su excesivo desparpajo no parecen arredrarle lo más mínimo: una sonrisa sardónica puebla su rostro de manera casi permanente —un rostro que, frecuentemente, nos hurta una mirada (camuflada tras unas ostentosas gafas negras) en la que se posa la tristeza soterrada que esa sonrisa quiere ocultar— y sus prejuicios ante el sexo y las relaciones amorosas no existen, o, de existir, quedan sacrificados en el altar de las aspiraciones de vida ociosa y regalada —la que ofrece un entorno social en el que una prosperidad incipiente parece que va a extender el disfrute del paraíso a todos; incluso a aquellos a quienes hasta entonces siempre había estado vedado—.

Rocco y sus hermanos

Annie Girardot en ‘Rocco y sus hermanos’

¿Y cabe encontrar rasgos comunes entre personajes tan tremendamente distantes en cuanto a aspectos caracterizadores? Pues sí los hay, evidentemente, y vienen marcados por la relación con su entorno. Rosario y Nadia, antagonistas encarnizadas en la medida en que la segunda constituye un elemento mortíferamente disgregador de la armonía familiar que se enfrenta (y amenaza) al ansia aglutinante de la primera, no dejan de ser dos mujeres de carácter, de fuerza, luchadoras a contracorriente, dos personajes enfrentados a una circunstancia hostil: la que determina un mundo de un machismo salvajemente opresor, en el que no hay sitio para que la mujer, cualquier mujer, pueda asumir un rol en el que sea ella la que determine su vía vital, conforme a sus anhelos y aspiraciones (por muy condicionadas que éstas puedan estar por señuelos equivocados). Rosario Parondi lo ha asumido e interiorizado, y, plegada a ello, se convierte en pilar reforzador de sus pautas y componentes. Nadia se resiste a aceptarlo, y el precio que habrá de pagar por tal resistencia no será, ni mucho menos, barato: un tributo infame a un mundo duro, un mundo difícil.

Obra maestra en su condición de retrato aceradamente dramático del fenómeno de la migración interior de un tiempo y un espacio, Rocco y sus hermanos también destaca por la profundidad y extensión que dedica a todos sus personajes con presencia significativa en el metraje. Es eso lo que le permite dibujar de manera precisa y significativa a dos mujeres que, desde su contraste radical, terminan compartiendo, aun contra su voluntad, un objetivo común, un empeño nada baladí: el de sobrevivir con dignidad en un mundo que les asigna un papel subalterno. Una tarea para una vida.

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