La pasión de Port Talbot (2012), de Dave McKean – Crítica

La pasión de Port Talbot

«Un tono menos pretencioso, más cercano al puro documental hubiera conformado una película más acertada y sugestiva que La pasión de Port Talbot.»

En la Semana Santa de 2011 -hace ahora cinco años- la pequeña localidad galesa de Port Talbot acogió una novedosa representación teatral de la Pasión de Cristo, a cargo de la National Theatre of Wales. La ciudad se convirtió en un gigantesco escenario en el que gran parte de sus habitantes actuaron como extras. Durante un intenso fin de semana, la obra reprodujo los últimos días de un Jesús manifiestamente profano y terrenal, al que puso rostro el intérprete Michael Sheen (Masters of Sex, 2013 – actualidad).

El polifacético Dave McKean (músico, fotógrafo, ilustrador -suyos son los dibujos de la célebre novela gráfica Batman: Arkham Asylum-, y, finalmente, cineasta) se encargó de captar audiovisualmente dicho acontecimiento y, tras añadir algunas tomas nuevas, dio vida a la película que nos ocupa, La pasión de Port Talbot (titulada con un evocador The Gospel of Us -“El evangelio de nosotros”- en su idioma original).

La pasión de Port Talbot nace, por tanto, como una obra de teatro callejero -muy elaborada- trasladada, (casi) tal cual, a una sala de cine. Planteamiento que se deja notar desde el primer minuto y que marca las líneas maestras del film. Se trata de una creación efectista, de fuerte influencia onírica, grabada en su mayor parte cámara en mano y con pocos medios. A medio camino entre el documental y la (ciencia) ficción, se asemeja a un insólito cruce entre Innisfree (José Luis Gerín, 1990) y El muelle (Chris Marker, 1962).

La historia que se nos narra queda enmarcada dentro de una sociedad distópica donde una gran corporación (ICU, en sus siglas en inglés) controla la ciudad y sus recursos. Cuando un desmemoriado y carismático guía espiritual, conocido simplemente como El Maestro (Michael Sheen) aparece, el pueblo comienza a alzarse contra quien los oprime. Como adaptación de la Pasión de Cristo, la cinta encierra multitud de referencias bíblicas adaptadas a un futuro cercano. Desde los desalmados mercenarios personificando a los centuriones romanos, al milagro de la multiplicación de los panes y los peces (aquí transformados en sándwiches), pasando por un San José que muda de carpintero a tejero, una última cena en un club social, un Judas Iscariote con cuerpo y rostro de mujer o un San Pedro de anglosajón nombre Peter.

El filme de Dave McKean no es sino una oda a la ciudad de Port Talbot y a sus habitantes. Un singular ejercicio audiovisual que trata de rendir homenaje a esas cerca de veinte mil personas que participaron, de algún modo, en la obra durante ese fin de semana (aunque fuera como simples asistentes). Sorprende, en el mundo del siglo XXI, absolutamente globalizado, encontrar un producto de tan marcado acento e interés local. Un potencial espectador oriundo de la zona, sea o no cinéfilo, seguro encuentra motivos para ver esta película: reconocer algún elemento familiar (una cara, un establecimiento, una calle…), rememorar el atípico ajetreo de la Pascua de 2011, o, simplemente, disfrutar de su inexplorada -cinematográficamente hablando- población en una pantalla. No es menos cierto, sin embargo, que este fuerte localismo resta atractivo para el público forastero.

Su frívolo tratamiento religioso y su pronunciada teatralidad tampoco ayudan en demasía a la hora de conectar con La pasión de Port Talbot. Teatro y cine, primos hermanos, poseen, no obstante, características, peculiaridades y lenguas propias que los hacen diferentes. Lo que en uno funciona, no tiene por qué hacerlo en el otro. El ensayo de McKean, que ya se había acercado al cine experimental en sus anteriores trabajos (n[eOn] y La máscara de cristal), no termina por resultar satisfactorio y fracasa ostensiblemente al (con)fundir un escenario con una pantalla. El abuso de planos espasmódicos, la desacertada banda sonora instrumental (que, en ocasiones, subyuga a la imagen), la histriónica actuación de Sheen, los intencionados mediocres efectos especiales, el caótico montaje (sobre todo, en las secuencias iniciales y finales), la disparidad entre el material grabado durante la representación y el rodado posteriormente (algo que se percibe de manera muy evidente) y, en definitiva, el deliberado aspecto de filmación casera, hacen de esta una cinta fallida.

Quizá, un tono menos pretencioso, más cercano al puro documental (cómo se vivieron aquellos tres días en Port Talbot, qué supuso para sus gentes, cómo se gestó el proyecto…) hubiera sido más acertado y más sugestivo para cualquier tipo de audiencia. Queda el trabajo de McKean para aquellos que se sientan atraídos por el cine menos convencional o para los amantes incondicionales del teatro en su vertiente más callejera.

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Sinopsis Adaptación contemporánea de la revolucionaria obra teatral, considerada como una de las representaciones más espectaculares de la década, en la que en un mundo pos-apocalíptico, la UCI es una oscura y desalmada organización que se ha hecho con el poder de la metrópoli de Port Talbot. Se dedica a explotar todos los recursos materiales, sin pensar en los ciudadanos. El ambiente está cada vez más tenso y todo parece a punto de estallar. La resistencia preparan una insurrección y la UCI quiere eliminar a su recién nombrado líder.
País Reino Unido
Director Dave McKean
Guión Owen Sheers
Fotografía Anthony Sutcliffe
Reparto Michael Sheen, Matthew Aubrey, Nigel Barrett, Jordan Bernarde
Productora Film Agency for Wales. National Theatre Wales. Rondo Media Production
Género Drama. Religión
Duración 145 min.
Título original The Gospel of Us
Estreno 01/04/2016

Trailer

Calificación4
4

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Guillermo Gil Gómez

Técnico Superior en Realización de Audiovisuales y Espectáculos y graduado en Periodismo. Entre mis aficiones están el cine, los videojuegos y viajar. Podéis leerme también en mi blog personal, Cámara Subjetivo

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