Las mejores películas según nuestra colaboradora Elisenda N. Frisach

En el momento de presentar mi lista de diez películas, vaya por delante que he intentado que sea lo más personal posible, esto es, que los títulos englobados representen no solo mis gustos sino también algo más profundo y sutil, una cierta visión de la existencia afín a mi propia concepción de la misma. Igualmente, he tratado de evitar esos clásicos que siempre se citan en todas las listas de este tipo, pues a buen seguro nadie necesita que se le recuerde –de nuevo– la calidad de ‘Ciudadano Kane‘, ‘El Padrino‘, ‘2001: Una odisea espacial‘, etc. También he buscado un cierto equilibro en cuanto a géneros, nacionalidades, décadas y estilos, ya que es fácil caer en la tentación de mirar demasiado a Estados Unidos y a la época en que descubrí mi cinefilia.

Ello ha dado lugar a una selección en la que, curiosamente, han quedado fuera algunos de mis filmes de cabecera (‘Vertigo‘, ‘Apocalypse Now‘, ‘El hombre que mató a Liberty Balance‘, la trilogía de ‘El señor de lo anillos‘, ‘La noche del cazador‘, ‘Arrebato‘, ‘El río‘, ‘Z‘, ‘Blade Runner‘, ‘Caché‘, ‘Casino‘, ‘Ordet‘, ‘Desmontando a Harry‘… la lista es interminable). No menos peculiar me ha resultado advertir que muchos de mis directores favoritos no se encuentran en ella –Robert Bresson, Michael Haneke, Ang Lee, Nicholas Ray, los hermanos Cohen, David Lynch, Bong Joon-ho, Ingmar Bergman, Yasujiro Ozu, Paul Thomas Anderson, Andrea Arnold…–, mientras que sí aparecen algunos creadores no especialmente santo de mi devoción. La explicación radica, en parte, en el hecho de que me resulta más difícil seleccionar una única cinta de un corpus que considero admirable, al contrario de lo que me sucede con aquellos realizadores cuya filmografía no me parece tan regular. Aquí también entraría en escena el cuestionamiento de la idea de autoría popularizada a mediados del siglo pasado por la crítica cahierista… pero esa es harina de otro costal.

Para finalizar, señalar que las películas están ordenadas bajo un único criterio, el cronológico, lo que me ha permitido tomarme una pequeña licencia: introducir una cinta más al listado, dada la peculiaridad de que en el mismo año 1998, de los 120 que cumple este 2015 el séptimo arte, salieron dos de las piezas más bellas y radicales, cada una a su manera, que he tenido el placer de ver de estreno.

Estas son, pues, las escogidas:

Amanecer ( Sunrise: A Song of Two Humans, 1927) de F. W. Murnau [EUA]

Amanecer

Partiendo de un argumento folletinesco, el director alemán llevó a cabo este precioso poema visual acerca de los dos impulsos antitéticos que dividen el corazón humano. De ahí la simbología de la luz y de la sombra y el portentoso uso de los claroscuros en una cinta silente de extraordinaria inteligencia narrativa, que no ha perdido nada de su capacidad para conmover, gracias a la aparente sencillez con la que despliega su visión lírica, casi mágica, de la existencia.


 

M, el vampiro de Düsseldorf  (M, 1931) de Fritz Lang [Alemania]

M

Poco antes de la subida al poder de Hitler, Lang retrataría una sociedad corrupta y cruel en la que la persona menos culpable de la misma terminaría por ser, irónicamente, un asesino de niñas. El magistral uso del sonido, popularizado apenas unos años antes, es una de las muchas cualidades que atesora este ‘thriller’, donde algunas de las técnicas del expresionismo se insertan en un contexto realista, con lo que prefigura la estética del ‘film noir’.


 

La Strada (1954) de Federico Fellini [Italia]

La Strada

‘Road movie’ metafísica que mezcla la estética del neorrealismo con el estilo esperpéntico y surrealista propio del realizador de Rímini. Pocas veces la risa y el llanto se alían con tanta fuerza como en esta película, que ha dejado para el recuerdo, entre otras cosas, el retrato de una Italia rural marcada por la ignorancia, la espléndida partitura de Nino Rota y los portentosos personajes de Gelsomina y Zampanó.


 

Hiroshima, mon amour (1959) de Alain Resnais [Francia]

Hiroshima Mon Amour

La combinación de los talentos de Alain Resnais y Marguerite Duras –autora del guión– dio lugar a un filme en el que la experimentación formal propia de la novelle vague ejerce de sugerente envoltorio poético de la trama: el amor imposible que se establece entre Elle y Lui. Mediante un material de partida tan cercano, la película articula una melancólica reflexión sobre las diferencias entre los sexos y las culturas, además de erigirse en alegato a favor de la tolerancia y la paz.


 

Stalker (1979) de Andrei Tarkovsky [URSS]

Stalker

Una obra maestra del género de la ciencia ficción, pese a carecer de naves espaciales, marcianos, androides o diseños futuristas. Basada en la novela ‘Picnic en el camino‘ de los hermanos Strugatsky, la pieza erige una oda agridulce sobre la fe, encarnada en la Zona, contradictorio espacio en el que nada es lo que parece. Conmovedora y bella, expone magistralmente los claroscuros de la condición humana.


 

Excalibur (1988) de John Boorman [Gran Bretaña]

Excalibur

El director inglés condensó los principales argumentos del ciclo artúrico (la extracción de Excalibur de la piedra, la creación de la Mesa Redonda, Lancelot y Ginebra, la búsqueda del Grial…) en una cinta que se ha convertido en una de las mejores obras en celuloide de fantasía épica, gracias a la solidez de su guión, a la calidad de sus interpretaciones y a la naturalidad con la que su discurso incorpora el elemento irreal.


 

Ed Wood (1994) de Tim Burton [EUA]

Ed Wood

Tomando la estética de la serie B norteamericana de los años 30, 40 y 50 en general, y de los filmes de Ed Wood Jr. en particular, Burton llevó a cabo una tierna comedia negra –valga la paradoja– donde las variopintas peripecias de un grupo de inadaptados sociales se convierten en un canto a la amistad y a la diferencia, y en una entusiasta declaración de amor al séptimo arte. De visionado obligado para frikis y cinéfilos.


 

Velvet Goldmine (1998) de Todd Haynes [EUA]

Velvet Goldmine

Ejemplo exquisito de posmodernismo, el filme se asienta en una reflexión autorreferencial, y por tanto irónica, sobre el arte: desde la música glam y la estética del pop-rock de los años 70 y 80 hasta su estructura narrativa, tan similar a la de ‘Ciudadano Kane‘; o la mezcla del género del vídeo-clip con la profusión sensorial de los relatos de Oscar Wilde. Un despliegue de originalidad e imaginación pocas veces igualado en pantalla.


 

La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998) de Terrence Malick [EUA]

La delgada línea roja

El director tejano volvía a ponerse tras las cámaras tras una década de retiro con esta obra poética y omnímoda que extrae del horror bélico una serena reflexión sobre el sentido de la vida. El filme, articulado en torno a la metáfora del agua y su eterno fluir, acuñó una bellísima forma de estructurar el relato, mediante un montaje sensorial y alegórico, más próximo a una sinfonía que a la narrativa fílmica convencional.


 

Naturaleza muerta (Sanxia haoren, 2006) de Jia Zhang Ke [China]

Naturaleza muerta

Para hablar de la transformación de su país, China, en un gigante bicéfalo a caballo entre el capitalismo y el comunismo, Jia llevó a cabo una obra en la que la búsqueda de sus respectivos cónyuges por parte de dos personajes se ubicaba en un entorno desolado y enigmático, como el de un paisaje extraterrestre. De ahí la fusión de un tono costumbrista y crítico con pinceladas fantásticas, lo que dota a sus imágenes de una fascinación casi mitológica.


 

Érase un vez en Anatolia (Bir zamanlar Anadolu’da, 2011) de Nuri Bilge Ceylan [Turquía]

Érase una vez en Anatolia

El director turco realizó una obra total con este filme que emplea una investigación policíaca para indagar sobre las grandes cuestiones de la vida: el amor, la muerte, la culpa, el perdón, la soledad… Un estilo visual sugestivo y simbolista, cercano al de Tarkovsky, y un humor cotidiano, apegado a la autenticidad de sus personajes, culminan una pieza que, como si de un drama de Chéjov se tratara, deviene a partes iguales sencilla y profunda.

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Elisenda N. Frisach

Filóloga y editora de profesión y escritora de vocación, le apasiona el arte en general, sobre todo el cine, la literatura y la pintura. Por eso ha colaborado en diversos medios de comunicación como crítico de arte (reseñas de discos y conciertos, películas y festivales, exposiciones, libros...). Se autocalifica de humanista, y no de ingenua, al creer en el poder del amor, la verdad, la ética y el humor. Ideológicamente, sus principales influencias son Gandhi y Schopenhauer, mientras que le fascina la cultura rusa (Dostoievski,Tarkovski, Agmatova...).

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