Mi casa en París (My old lady, 2014) – Crítica

Mi casa en París

My Old Lady’, o como aquí se ha llamado: ‘Mi casa en París’, se vende como amable comedia romántica; su título, su luminoso cartel donde los tres principales personajes esbozan una sonrisa, la presencia de Kevin Kline… Es curioso que la mayoría de la gente identifique de manera tan clara a este genial actor con el género cómico, cuando ha realizado tantas películas dramáticas: ‘La decisión de Sophie’, ‘Reencuentro’, ‘Grita libertad’, ‘La tormenta de hielo’, ‘De-Lovely’ o ‘Queen to Play’ son dramas notables. Directores nada interesados en la comedia trabajaron con Kevin Kline en más de una ocasión. Me refiero por ejemplo a Alan J. Pakula o Richard Attenborough. Sin embargo, será más recordado por su participación en ‘Un pez llamado Wanda’, papel por el que ganó el Oscar al Mejor Actor Secundario, o la divertidísima ‘In & Out’.

Como decía, ‘My Old Lady’ arranca como una comedia de ritmo tranquilo y tono ligero. Se contempla de manera agradable, aunque con interés moderado más allá de las sonrisas que nos arranca un Kevin Klane metido en la piel de un personaje fracasado, ex-alcohólico y cascarrabias.

Sin embargo, poco a poco el ambiente se enrarece, gana en densidad, y la película crece. Surge el drama, que ocupa el espacio que minutos antes dominaba la comedia. Un espacio limitado a la casa que el protagonista ha heredado de su padre, la cual querrá vender, aunque en su interior viven desde hace muchos años una anciana y su hija. Será allí, en el interior de esas habitaciones, donde transcurrirá la acción, siempre liderada por la palabra, por las conversaciones constantes entre los tres personajes, por sus disputas, sus descubrimientos y sus retornos constantes a un pasado que les atormenta.

Y es entonces cuando recordamos el gran actor que es Kevin Klane. Maggie Smith y Kristin Scott Thomas realizan un trabajo intachable, pero el actor norteamericano es otra cosa. Otra cosa mejor.

Amor, familia, cariño, deseo, infidelidad, reconocimiento, conciencia, moral. ¿Qué decisión tomar cuando todas estas variables se contradicen? ¿Cómo un ser humano puede actuar correctamente? ¿Es mejor cumplir con tu corazón o con tus compromisos? ¿Mejor para quién? ‘My Old Lady’ juega con todas estas cuestiones, aunque no responde ninguna. Por favor, si alguien sabe de alguna película que lo haga, por favor que me escriba. Lo digo para no verla, o al menos hacerlo con el recelo con el que hay que enfrentarse a mensajes ideológicos, sesgados o simplistas.

Mi casa en París

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Arturo G. Maiso

Viajero y cinéfilo. Director de Marketing en una plataforma de financiación participativa, CEO de AGM Comunicación Multimedia y director de El Cine en la Sombra.

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