El cine español. No todo el drama se concentra en la posguerra.

Yo era de los que defendían al cine español. Pero de eso hace ya más de 7 años, cuando las películas que luchaban por los Goya eran AzulOscuroCasiNegro, Salvador, El Laberinto del Fauno o Volver.

Desde entonces, a mí y a muchos de los espectadores que combatían a su lado nos han ido perdiendo, a pesar de la aparición de una buena película al año, a veces incluso dos: El artista y la modelo (2012), La piel que habito (2011), Balada triste de trompeta (2010), Buried (2010), Celda 211 (2009). Bastante poco para un país que se gasta más de 500 millones de euros en ir al cine.

El artista y la modelo

Con ese sentimiento tan negativo sobre el cine español desperté un día. Estaba nublado, llovía a cántaros, y no tenía nada mejor que hacer que ponerme Vivir es fácil con los ojos cerrados, la ganadora del Goya a le mejor película en 2014. Mala elección. Podría haber salido a la calle a coger un buen resfriado y hubiera aprovechado mejor el tiempo. Menuda decepción.

Ya había visto Las brujas de Zurragamurdi, cuyo comienzo me pareció espectacular y su final espectacularmente malo, y La gran familia española, una comedieta ligeramente divertida y emocional que, sin embargo, es para mí una de las obras más flojas de su excelente director, Daniel Sánchez Arévalo.

El panorama se me antojaba estremecedor. Pero entonces, y aún no se porqué, me decidí a ver La herida. ¿Me gustó? Creo que no. No se me ocurre a nadie que pueda gustarle esta película, por austera y sumamente incómoda. Pero se me antojó trabajada, veraz, seria. Esto me animó a ver Todas las mujeres, otra obra pequeñita, y con vocación minoritaria e intimista. Tampoco me pareció una obra maestra, pero se acercaba a lo que considero es buen cine: una historia con algo que contar, unos personajes bien trabajados, y unos actores que saben aprovecharlos.

Canibal

Mi ánimo en torno al cine español había cambiado. Ya no era de un negro profundo, más bien tendía a un gris tenue. Ví Caníbal y me gustó, y lo digo aquí aún consciente de que no gustará a la mayoría. Una historia de terror con más drama que terror, sin efectismos, sin vueltas de tuerca, cuya mayor sorpresa es la coherencia con la que está contada.

Y por fin visioné Stockholm, de la cual había oído no estaba mal. Me pareció inclasificable, distinta, segura de sí misma e incluso necesaria (adjetivo muy utilizada entre los críticos y que pocas veces he entendido).

Estas cuatro películas se me asemejan en muchos aspectos. Son películas pequeñas, sombrías, pesimistas y hasta cierto punto reflexivas. Retratan unos personajes solitarios y enfermos, que no son sino un reflejo excesivo de una sociedad enferma. Parece que poco a poco nos vamos dando cuenta que no todo el drama se concentra en los años de posguerra.

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Arturo G. Maiso

Viajero y cinéfilo. Director de Marketing en una plataforma de financiación participativa, CEO de AGM Comunicación Multimedia y director de El Cine en la Sombra.

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