Toni Erdmann (2016), de Maren Ade – Crítica

Sirviéndose del humor como motor vital, Toni Erdmann es una oda a la calidez humana en tiempos inclinados al desapego emocional. Habiendo filmado Maren Ade la mejor película de 2016, una obra imprevisible e inolvidable.

“¿Eres humana?” Esta pregunta vertebra Toni Erdmann y ya es parte de la historia del cine reciente. Una cuestión demoledora escrita por Maren Ade, resumiendo la naturaleza de la vida en solamente dos palabras. En ella se engloban tanto los sentimientos como los valores, siendo delicado plantearse una respuesta sincera. Puesto que la directora alemana comprende la época actual y la tendencia gradual hacia a la desconexión vital. Tras Los árboles no dejan ver el bosque (2003) y Entre nosotros (2009), el tercer filme de la joven realizadora se centra en su mundo a través de los ámbitos familiares y profesionales. Al igual que la protagonista Ines, Maren Ade trabaja en una industria dominada por hombres. En el Festival de Cannes 2016, existía un consenso insólito, y totalmente justificado, sobre cuál era la mejor cinta del festival. Aunque al final Ken Loach se acabaría llevando la Palma de Oro, la ganadora moral era Toni Erdmann. Resultando llamativo que en las sesenta y nueve ediciones del festival, únicamente haya habido una Palma de Oro femenina: El piano (1993) de Jane Campion. Una injusticia compensada en parte al ser la primera mujer en ganar el Premio FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) y el Premio del Cine Europeo a la mejor película del año. Creando de esta manera unas expectativas desmesuradas, superándolas al ser sentidas en tu propia piel. Porque a primera vista, Toni Erdmann es una comedia alemana de más de dos horas y media de duración, un panorama no demasiado alentador. No obstante, el humor sirve como disfraz para un filme triste y el visionado se pasa en un suspiro. Erigiéndose firmemente como la mejor película de 2016.

En la actualidad, el marco de la Unión Europea ha difuminado las fronteras entre sus veintiocho países, suponiendo un gran paso en el proceso de globalización. Buscando como fin el ansiado Estado del Bienestar, la decisión de situar el relato de Toni Erdmann en Bucarest se entiende imprescindible. Interpretada por una extraordinaria Sandra Hüller, Ines trabaja como ejecutiva en una empresa consultora asentada en la capital rumana. Habiendo dejado atrás su Alemania natal hace tiempo, la emigración fue fundamental para progresar en su carrera profesional. Un entorno empresarial de temperatura gélida, estando planeado hasta el más mínimo detalle sin tener espacio para la espontaneidad. Entre las presentaciones de proyectos y la captación de clientes, el sonido del móvil es constante, agudizando la sensación de estrés intrínseca. En ella, Maren Ade retrata de forma brillante el papel de la mujer en un ambiente controlado por el género masculino. Ya que los altos cargos femeninos son excepciones, teniendo que lidiar con un sexismo todavía lejos de la desaparición. Dentro de él, todos los personajes se comportan siguiendo un estricto protocolo, despojando de sentimientos un oficio en el que se advierten como debilidades, sustituyendo su exteriorización por un lógico análisis de rendimiento. De esta manera, se muestra el hambriento capitalismo que lleva a la consecuente deshumanización. En una escena significativa, mientras Ines comenta por el móvil importantes decisiones de negocio, la cámara se focaliza en el paisaje que se puede observar por la ventana desde donde transcurre la llamada. Reparamos en una parte de Bucarest pobre, evidenciando la creciente desigualdad entre países y el desinterés a buscar una solución. Pues Ines mira, pero rápidamente olvida.

En contraposición al helado universo económico, el progenitor de Ines, Winfried, contempla a un padre enseñar a patinar a su hijo en, precisamente, una pista de hielo. Un breve momento de transición en el filme que ejemplifica la calidez de la relaciones paternofiliales. En medio de una crisis existencial y con la sensación de haber perdido a su hija, Winfried decide hacer una visita sorpresa a Ines en busca de recuperar a una persona cada vez más extraña. El protagonista es un profesor de música en una escuela infantil que vive en soledad con su perro. Un representante de una generación pasada, icónico y maravilloso Peter Simonischek, con valores diametralmente opuestos a los de su hija. Porque si al lenguaje de las consultoras le falta humanidad, el que nace en Winfried es de una generosidad apabullante. Tanto en sus clases como en su vida diaria, utiliza un estilo de humor insólito para conectarse con los seres que le rodean. Una mezcla explosiva al combinarla con el entrono laboral de su hija y un país lejano, ya que cada destello de improvisación desentonará con los entrenados perros de caza. Jóvenes sumidos en un sistema ávido de beneficio, habiéndose despojado de los valores por los que tuvieron que luchar sus padres. Resultando desmoralizador ver cómo Winfried constata que la educación que brindó a su hija tiene como resultado a una profesional con éxito, pero infeliz. Preguntándose con dolor cuándo la perdió y decidido a recuperarla por cualquier medio.

Cuenta Maren Ade que hace años le regalaron uno dientes postizos, terminando en poder de su padre para bromear con ellos. Deviniendo en la creación de Toni Erdmann, el álter ego de Winfried. Una doble personalidad concebida para llegar a Ines mediante su surrealista humor. Porque Winfried entiende el humor como motor vital, siendo una vía eficaz para despojar de las máscaras a cualquier compañía. Un ingenio que nace del dolor producido por una ruptura, la que concierne a su descendiente. Al marcharse de su hogar, su relación se evaporó sin lograr asimilarlo por ninguna de los dos partes. Por un lado, la independencia y trabajo de Ines le ha llevado a ni siquiera interesarse en visitar a su familia, mientras que Winfried anhela con melancolía recuperar la comunicación existente en la infancia de su hija. Dos visiones del mundo contrapuestas térmicamente, únicamente pudiendo ser equilibradas por la calidez humana de Toni Erdmann. Un intercambio de energía corporal presente en los contactos entre padre e hija, repeliéndose al no asumir plenamente ni su condición ni su renovado nexo. Puesto que el guión escrito por Maren Ade es de una tristeza hiriente, siendo el humor la única fórmula para alcanzar el blindado interior de los protagonistas. Debiendo seguir como guía una de las frases del inolvidable Toni Erdmann: “Nunca pierdas el humor”.

A la hora de analizar formalmente esta obra, las etiquetas simples como comedia no hacen justicia al complejo y arriesgado trabajo de Maren Ade como directora. Más allá de enmarcarse en un género, la característica que sobresale en Toni Erdmann es el realismo. Tanto un lenguaje visual sobrio como un montaje sin fisuras, tardando un año y medio en completarlo, permiten al relato construirse con solidez e ir progresando con un ritmo pausado. Esta valiente decisión permite que el filme se convierta en un terreno fértil para momentos mágicos en escenas de aparente intrascendencia. Invitando a vivir la película con intensidad a lo largo de una duración precisa para contar sin atropellos todas las capas emocionales de los personajes y la sociedad europea. Al establecerse en busca de la autenticidad, la cinta está exenta de una banda sonora que pueda adulterar el resultado. No obstante, se debe destacar el uso magistral de la música por parte de la realizadora germana. Aún contando con menos de una decena de canciones en dos horas y media, dos de ellas generan las cumbres emocionales del filme. La primera de ellas es “Safe and Sound” de Capital Cities, un sencillo electrónico lanzado en 2011 que aúna la artificiosidad de nuestros tiempos y una letra esperanzadora. Esta suena en la oscuridad de una discoteca entre las poses de los amigos de Ines, contrastando con una canción llena de sentimiento como es “Greatest Love of All” de Whitney Houston. Dos éxitos separados por más de 25 años sobre los que Maren Ade coloca el peso de dos generaciones representadas por lo que se esconde detrás de la música: las vivencias personales y el reflejo de una época.

En resumidas cuentas, Toni Erdmann es la mejor película de 2016. Un retrato de la pérdida de valores en la Europa actual, entre el humor insólito y la ternura de Toni Erdmann. La capacidad de Maren Ade para conmovernos profundamente y a la vez haber filmado una de las mejores escenas cómicas de los últimos años hace de su tercera película una obra especial y única. Donde la presencia del calor humano desprendido por la cámara de la directora y dos actores extraordinarios como Sandra Hüller y Peter Simonischek se quedará con nosotros para siempre. Porque Toni Erdmann es un abrazo en medio de una tendencia al desapego emocional y su, todavía más preocupante, no percepción. Encontrando en el afecto la respuesta a la pregunta introductoria. Ya que la llegada de Toni Erdmann no solo cambiará las vidas de Ines y Winfried, sino que además nos recordará que nunca debemos perder el humor para evitar desconectarnos de la vida. Un abrazo entre risas para recordarnos que debemos seguir siendo humanos.

Sinopsis Inès trabaja en una gran empresa alemana establecida en Bucarest. Su vida está perfectamente organizada hasta que su padre Winfried llega de improvisto y le pregunta ”¿eres feliz?”. Tras su incapacidad para responder, sufre un profundo cambio. Ese padre que a veces estorba y que la avergüenza un poco le va a ayudar a dar nuevamente sentido a su vida gracias a un personaje imaginario: el divertido Toni Erdmann…
País Alemania
Director Maren Ade
Guión Maren Ade
Fotografía Patrick Orth
Reparto Peter Simonischek, Sandra Hüller, Lucy Russell, Trystan Pütter, Thomas Loibl, Hadewych Minis, Vlad Ivanov, Ingrid Bisu, John Keogh, Ingo Wimmer, Cosmin Padureanu, Anna Maria Bergold, Radu Banzaru, Alexandru Papadopol, Sava Lolov, Jürg Löw, Miriam Rizea, Michael Wittenborn
Género Comedia
Duración 162 min.
Título original Toni Erdmann
Estreno 20/01/2017

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Calificación9
9

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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