Beginners (Principiantes): Detener nuestros relojes

“Creo que la felicidad existe. Viene como a ráfagas, por momentos furtivos e intensos que detienen nuestros relojes. Hay que saber capturar esos momentos, a la manera de las anillas que tratábamos de enganchar con un palo al pasar, sobre los caballitos de madera de nuestra infancia”.

Louis Malle (1)

Los complicados caminos que recorren los sentimientos, con frecuencia determinados por los recuerdos y la herencia emocional recibida, es una de las sensaciones que recorre Beginners (2010). El cineasta Mike Mills escribe y dirige un film que se construye precisamente mediante la acumulación de sensaciones, esos sentimientos confusos, huidizos, que se escapan entre los recuerdos y la dispersión de los pensamientos. Con esta materia tan difícil de aprehender, consigue dar forma a un film que mantiene el equilibrio entre la revisión del pasado y su encaje en el presente, entre la tristeza que por momentos envuelve a sus personajes y un delicado humor que empuja a esbozar una sonrisa cómplice. Un relato narrado en dos tiempos mediante una brillante estilización formal, en el que Mills demuestra una especial sensibilidad que confirmaría en su siguiente largometraje, la estupenda Mujeres del siglo XX (2016).

Mike Mills estructura Beginners mediante una narración que integra distintos planos temporales, de forma que el presente de su protagonista Oliver (Ewan McGregor), un diseñador gráfico de 38 años, que inicia una titubeante relación sentimental con una actriz (Mélanie Laurent), se encuentra vinculado irremisiblemente a su pasado. Oliver está inmerso en los recuerdos por el reciente fallecimiento de su padre (Christopher Plummer), quien después de la muerte de su esposa y 45 años de matrimonio, revela a su hijo que es homosexual, y que diagnosticado poco después de una grave enfermedad, decide vivir esta realidad plenamente durante el tiempo que le resta. La premisa argumental del guión escrito por Mills -al parecer autobiográfico-, la confesión de la homosexualidad de un padre a un hijo, hasta cierto punto llamativa al ser menos habitual, podría desviar la atención de las principales inquietudes que recorren Beginners. El director pretende preguntarse por la realidad de Oliver, adentrarse en los sentimientos de este personaje al final de la treintena, que parece envuelto en una innata tristeza y en el miedo al compromiso, pero que intenta encajar las piezas de su pasado, y afrontar las incógnitas del futuro con la inocencia y el entusiasmo propio de los principiantes.

Uno de los aspectos más interesantes de Beginners es que Mills no vincula el presente y el pasado a través de simples flashback que completan la narración en paralelo, sino que las secuencias del pasado funcionan como proyecciones de los pensamientos de su protagonista, de forma que ayudan a intuir sus sensaciones en ciertos instantes, ante hechos del presente. Estos fragmentos del pasado, que surgen de forma espontánea y desordenada como los propios pensamientos, se convierten en claves para entender las dificultades de Oliver para asumir el compromiso, influido por la fría relación que intuyó desde niño entre sus padres, la tristeza que revela en sus dibujos o el hermetismo en comunicar sus sentimientos. Unas escenas que recuerdan la complicidad con su madre o el intenso vínculo emocional con su padre durante su último tramo de vida. Especial atención merecen los recuerdos hacia su madre, breves pinceladas que muestran a una mujer con carácter y sentido del humor, tratados con singular cariño –Una figura materna que Mills convierte en el elemento central de Mujeres del Siglo XX

El merecido Oscar al Mejor Actor Secundario concedido al recientemente fallecido Christopher Plummer –que supuso un reconocimiento a la extensa y sólida trayectoria de este versátil actor-, tal vez eclipsó la sensible y matizada interpretación de Ewan McGregor.

La rigurosa y sensible revisión del pasado de Mills podría recordar a algunas de las obras del cineasta francés Louis Malle, y a sus palabras respecto a la felicidad, esos momentos furtivos y que a ráfagas detienen los relojes, y que intentan capturar Oliver y Anna, la pareja protagonista de Beginners. De forma paralela, algunos detalles del planteamiento formal de la película remiten inevitablemente a Jean-Luc Godard, coetáneo de Malle, pero con planteamientos estéticos muy distantes. Mills se declara deudor del director francés en el juego de sus imágenes, planos encadenados de los diseños de Oliver en colores planos o sus propios pensamientos convertidos en recreaciones gráficas. Los protagonistas de Beginners son personajes en la treintena que quieren sentir el riesgo de escribir grafitis en las paredes –al igual que hacían, pero con total convicción política, los jóvenes de Masculin-Féminin (1966)-. El entusiasmo de la pareja patinando en la calle y los largos travelling en los pasillos del hotel recuerdan a la emblemática carrera a través del Louvre de Bande à part (1964). Incluso no parece fortuito que la protagonista se llame Anna, al igual que Anna Karina, pareja sentimental de Godard y espléndida actriz en la mayor parte de su primera etapa creativa.

A pesar de estas inevitables referencias, Mills logra un estilo personal, el inteligente y detallista guión se completa con las inspiradas imágenes y una estupenda selección de temas musicales. Incluye un evocador y reivindicativo repaso por los cambios en la sociedad durante las últimas décadas del siglo XX, mediante la sucesión de fotografías de distintas épocas, que intentan hacer comprender el presente a través del pasado, dejando una melancólica sensación ante el paso del tiempo. Resulta innegable la capacidad creativa de Mills  -diseñador gráfico, director de videoclips y documentales, escritor-, en un obra personal, elaborada con la delicadeza de un autor que quiere reconstruir sus recuerdos filtrados por el tiempo.

La rigurosa y sensible revisión del pasado de Mills podría recordar a algunas de las obras del cineasta francés Louis Malle.

El merecido Oscar al Mejor Actor Secundario concedido al recientemente fallecido Christopher Plummer –que supuso un reconocimiento a la extensa y sólida trayectoria de este versátil actor-, tal vez eclipsó la sensible y matizada interpretación de Ewan McGregor, en el papel más honesto y desnudo emocionalmente que ha logrado componer a lo largo de su excelente carrera. La química que desprende con la actriz francesa Mélanie Laurent es palpable, demostrando Mills una especial capacidad en la dirección de actores. La complicidad de estos intérpretes para dar vida en la pantalla al pasado del director, la emotividad de un relato narrado con sencillez y sinceridad, en el que la melancolía convive con el humor de lo cotidiano, dejando la puerta abierta al amor, son algunas de las sensaciones que finalmente logran transmitir estos “principiantes” de la vida.

(1) Louis Malle por Louis Malle. Ed. Semana Internacional de Cine de Valladolid. 1987

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