Converso (2017), de David Arratibel – Crítica

Converso invita a apuntarse al catolicismo… «Oye a ver si venís a la Iglesia que aquí se ve a Dios» 

Documental sobre la fe católica adquirida (o readquirida) por una familia. Hace cincuenta años un documental de este tipo no hubiera llamado la atención. España seguía siendo católica o, al menos, la mayoría de españoles, con mayor o menor intensidad, aceptaban estar adscritos a esta confesión religiosa que acababa de cerrar su Concilio Vaticano II y parecía estar en vías de lo que se llamó “aggiornamento” (puesta al día). En 1967, no era una novedad que una familia fuera católica. Esta era, no solamente la religión mayoritaria, sino también la única que había arraigado en España por razones históricas. El catolicismo no sólo formaba parte de la cultura española, sino que era la matriz de esa misma cultura. No se era católico por elección, sino por orígenes y por tradición. Cincuenta años después, todo cambió. Converso es el reflejo de esos cambios: hoy, el hecho de que algunos miembros de una familia recuperen la fe y otros la vivan por primera vez, es un suceso sorprendente que David Arratibel, director del documental, ha vivido en su propia familia.

Resumamos el contenido del documental. Vayamos primero por el título: “converso”. Es una anfibología (palabras con más de una interpretación) y, más en concreto, una disemia (palabra con doble interpretación): “Converso” porque trata de la conversión de una familia al catolicismo, pero también “converso” porque la conversación es la base del documental. Y no estoy muy seguro de cuál de estos dos conceptos, verdaderamente, tiene más importancia en la película. No es “conversación” lo que practican habitualmente las familias, ni mucho menos diálogos sobre temática religiosa y adquisición de una fe. Lo que veremos, pues, a lo largo de los 61 minutos de metraje son conversaciones sobre la fe dentro de una familia norteña. 

El director se integra en estas conversaciones y es pieza clave en las mismas porque de todos los personajes que aparecen es el único que se mantiene alejado de la fe de su familia. Esto ha generado –la conversación con la madre así lo demuestra– cierto distanciamiento. Los personajes le explican, con mayor o menor claridad, cómo han adquirido la fe y cómo han experimentado esa sensación. Están explicando experiencias internas que, por definición, son difícilmente comprensibles: ¿cómo se puede explicar con pobres palabras humanas, lo que es para quienes la han vivido, una experiencia divina y trascendente? 

No era, desde luego, lo que nos imaginábamos que íbamos a ver en las primeras escenas, en donde un grupo de operarios montan un gigantesco órgano de tubos en una capilla y el organista nos explica cómo llegó a adquirir la fe: “todos somos –nos dice– diferentes, como los tubos de un órgano, pero cuando por nuestro interior pasa un “aire” (el Espíritu Santo), emitimos un sonido particular”. Lo podemos entender. Y, a partir de esta sencilla explicación, Converso empieza a interesarnos, incluso cuando nos apunta que la música del órgano tienen una resonancia en el Alma. Luego vemos que, el organista es un miembro más de una familia que se ha visto “tocada por el Espíritu Santo”. 

El director se pregunta “Si el Espíritu Santo entra en nuestra casa ¿es posible hacer una película sobre él?”. La respuesta es positiva, claro, pero la cuestión complementaria no es esa, sino cómo percibirá el espectador esa película. Y es ahora cuando entramos en la crítica de la misma. 

La película tiene como precedente y modelo El desencanto (1976) de Jaime Chávarri, película casi “pornográfica” en la que la familia del poeta Leopoldo Panero muestra sus vergüenzas, sus complejos e incluso sus iniquidades. Considerada como símbolo de una época y certificado de defunción cultural del franquismo, es hoy una película de culto. La familia que nos retrata Arratibel tiene, desde luego, otro cariz, resulta mucho más amable, menos beligerante, y a pesar de que el padre terminó divorciándose, la “conversación de los conversos” se polariza en torno al problema de la fe. Es también un espejo de su tiempo, nuestro tiempo.

Como hemos dicho, los testimonios son de diferente calidad, comprensión y lucidez. Simpáticos en cualquier caso. Son diferentes perfecciones de la misma fe: la del organista es mucho más racional que la de la hermana menor, la de la madre un reflejo de su tiempo y la de la hermana mayor, casi una conversión radical desde el ateísmo hasta la fe. Pero una cosa está clara: el catolicismo no es una religión que pueda asumirse lógica y racionalmente, es un impulso emotivo y sentimental del alma: se tiene o no se tiene. 

En cierto sentido, Converso aporta las pinceladas suficientes para describir lo que ocurrió en el catolicismo español después del Vaticano II: la madre era de aquellas “católico progresistas” que asumieron el “compromiso cristiano” en su doble frente, religioso y social. Luego se dieron cuenta de que todo se había quedado en lo social, ingresó en el Partido Comunista, pero también esta religión entró en crisis; un buen día, quiso recordar aquellos días en los que era joven y había tenido la fe de sus padres. No es una trayectoria personal: es la de todo un sector del catolicismo español del tardofranquismo y de la transición. La madre es hija de la confusión generada por el cierre en falso del Vaticano II y el fracaso del “aggiornamento”. Las dos hijas y el cuñado encarnan las distintas situaciones de las generaciones postconciliares: por primera vez en la historia de nuestro país, fueron generaciones que ya no se educaron en la fe católica… pero sí en colegios católicos. Uno, el cuñado, creía en Dios pero no era practicante, otra era descaradamente atea y la menor, en cuestión de fe, simplemente, no sabía-no contestaba. De ahí que el documental, hasta cierto punto, sea un reflejo de lo que ha ocurrido en muchas familias católicas en estos últimos cuarenta años. 

En donde la familia Arratibel empieza a ir en dirección contraria a la norma es en su conversión al catolicismo: mientras el proceso de laicización, mientras la crisis terminal de la Iglesia (evidenciada en la pérdida de vocaciones religiosas, la tercermundialización del catolicismo, su pérdida de vigor en Europa, por el descenso de ingresos y de asistencia a los templos, por su pérdida de influencia social, por su fragmentación interior en sectas y por la dimisión inédita de un Pontífice Benedicto XVI–y gran teólogo, no se olvide- y el ascenso de otro Papa polémico y cada vez más discutido) no anima precisamente a compartir sus dogmas, esta familia vuelve a sus orígenes y vive una experiencia religiosa a través de la que fue religión tradicional de sus antepasados, como si la crisis global que está experimentando esa fe no les importara. 

Converso es el segundo documental de David Arratibel. El primero, Oírse (2013) nos mostraba la vida cotidiana de personas con problemas de audición. Nos introducía en un mundo desconocido y dramático bajo el formato de documental-ensayo. Por mucho que se trate de una enfermedad poco reconocida –escuchar zumbidos dentro de la cabeza– Arratibel logró interesarnos. Ahora vuelve a capturar nuestro interés con “conversaciones” sobre una actitud minoritaria en la sociedad moderna: el retorno a la fe, un nuevo documental-ensayo cuya importancia e interés excede el marco familiar en el que fue rodado.

Sinopsis Desmontando el formato clásico del documental de entrevistas, el director se sienta en una silla que convierte en confesionario de los otros y en el suyo propio al lanzar preguntas ante un espejo que no es otro que el espejo de casa
País España
Director David Arratibel
Guion David Arratibel
Música Raúl del Toro
Fotografía David Aguilar
Género Documental
Duración 61 min.
Título original Converso

Calificación6
6

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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