DÍA 1 en VENECIA 2019: Kore-eda y Deneuve decepcionan con La Vérité

La alfombra roja ya preside el Lido. Por fin se han iluminado las pantallas y el cine no parará en los siguientes once días. Para el día de la inauguración siempre se suele elegir una película con grandes estrellas y un director de renombre. Después de varios años con Hollywood y Damien Chazelle en particular como protagonistas; esta edición ha apostado por el insólito combo formado por Hirokazu Kore-eda y Catherine Deneuve. No obstante, la que era una de las películas más esperadas ha terminado siendo una de las grandes decepciones. La Vérité es la carta insulsa de un mitómano al cine francés y sus actrices. Como si al director japonés se hubiese olvidado de cómo filmar y resultar cercano, la experiencia en el extranjero no le ha sentado nada bien. Tras este batacazo, la sección Orizzonti ha sido inaugurada por la también floja Pelican Blood de Katrin Gebbe. Una película sobre la maternidad y la adopción que hace del exceso su seña, lo que provoca que el público sea incapaz de encontrar algo donde agarrarse. Con estas dos cintas, la primera jornada de la Mostra se puede calificar de desafortunada. Se ha instalado la alfombra roja, pero todavía tendrá que esperar un poco para poder presenciar gran cine.


LA VÉRITÉ’ (2019), DE HIROKAZU KORE-EDA – COMPETICIÓN OFICIAL – PELÍCULA DE APERTURA

LA VÉRITÉ

Fabienne, una de las grandes actrices francesas acaba de terminar sus memorias. Desde su escritorio rodeado de premios César, recorre con palabras una vida por y para la interpretación. Un trabajo en el que la mentira es muchas veces el camino más rápido para llegar a los espectadores. Una conexión entre la pantalla y el público que la persona detrás de Fabienne ha logrado en innumerables ocasiones: Catherine Deneuve. Sin lugar a dudas, La Vérité es un homenaje –fallido– hacia ella, desde ya entre lo peor del director. Después de ganar la Palma de Oro con Shoplifters en 2018, Kore-eda decidió que era el momento de probar una experiencia fuera de Japón. Para esta aventura ha contado con el mejor reparto y equipo posible, pero se ha olvidado lo más importante en su tierra, el cine. Como si al cruzar la frontera toda la visión de Kore-eda se desvaneciese, el notable humanista se ha trasformado en un mitómano con una cámara. La película comienza cuando la hija de Fabienne, interpretada por Juliette Binoche, y su familia llegan a la casa de la celebridad. Un castillo en París como fachada para una prisión de la memoria. De esta manera, la película se despliega en un análisis de cómo las artes pueden modificar nuestra realidad. Por un lado, las memorias de Fabienne son un escrito personal y subjetivo. Por otro, el rodaje de una película es de naturaleza colectiva. Así, el director japonés explora las distintas consecuencias de la ficción en nuestra vida, en particular, en el ámbito familiar. Desde escenarios interiores en su gran mayoría, Hirokazu Kore-eda sucede un guiño cinéfilo tras otro por encima de las relaciones entre los personajes. Podemos observar como la hija pequeña juega con un escenario de cartón como lo hacía Alexander en la obra maestra de Ingmar Bergman o tiene lugar una discusión sobre las grandes actrices francesas, en la que se hace referencia a una Brigitte Bardot que ya protagonizó otra La Vérité en 1960. Una suma de guiños que generan un tono de comedia, intencionada y no intencionada. Porque la pérdida de identidad que le ha ocurrido a otros autores al filmar en otra lengua y otro lugar, es exponencial en el cineasta japonés. Con música como tic del peor sentimentalismo y un guion torpe, la película es distante desde su atmósfera elitista. En definitiva, La Vérité es una malinterpretación del cine europeo. Volviendo a Bergman, filmar con un mito del cine se aprovecha escribiendo un gran papel como el de Ingrid Bergman en Sonata de otoño (1978), filmo extraordinario sobre una relación materno-filial. Por el contrario, Deneuve y una intrascendente Binoche han acabado en la comedia amable de la temporada. Si miramos el lado positivo, volver a ver el vestido negro de Belle de jour (1967) me hace querer revisionarla. Deneuve es una de las grandes actrices por películas como esa.


PELICAN BLOOD’ (2019), DE KATRIN GEBBE – ORIZZONTI

PELICAN BLOOD

El pelícano se empezó a lastimar y la sangre brotó de inmediato. El dolor propio no era en vano, pues al beberla sus hijos muertos volvieron a la vida. Un mito cristiano sobre este animal que da título a la última película de la cineasta alemana Katrin Gebbe, Pelican Blood. Al igual que esta historia que simboliza el altruismo y la fe, el filme trata sobre sobre el sacrificio de la maternidad. Wiebke tiene que salir de Alemania para poder adoptar, ya que siendo madre trabajadora y soltera es ilegal. En un país indeterminado del este, se encuentra con su segunda hija. Un nuevo miembro de la familia cuya adaptación se convertirá en una pesadilla. Un infierno que se mimetiza con la localización, viven en el campo junto a su establo de caballos, y su simbolismo. Desde el comienzo, se crean dos tramas paralelas sobre la vida profesional y personal de la protagonista. Por un lado, ella se dedica a domar caballos para la policía montada antidisturbios. Por otro, en casa cría a sus dos hijas. De esta manera, Katrin Gebbe formula una comparación entre las educaciones desde el factor racional y emocional. Llega Raya, su hija de cinco años, y no paran de sucederse las situaciones límite: incendios, violencia, … Una acumulación de señales que un psicólogo acaba diagnosticando como trastorno de la vinculación. No obstante, esta interesante propuesta para indagar en un proceso de adopción se torna en una sobreexplotación de un trauma infantil debido a la narración extravagante de la cineasta. El comportamiento de Raya tiene un origen y este será tratado de forma incompetente en el filme. Las dos horas de metraje son una experiencia agotadora, pues como el personaje interpretado por una sobria Nina Hoss, no tenemos un segundo de descanso. Entre gritos y alarmas, destacan algunos aciertos de la cineasta como dar relevancia a los tres componentes de la familia desde la altura del punto de vista. Una idea solitaria frente a un relato que hace fluir la narración desde el fondo. Un estilo excesivo y cargante que hunde rápidamente el interés de Pelican Blood, al ser difícil conectar con la manera de entender el cine de la cineasta. Pasada la introducción dónde no sabemos bien cómo va a enfocar el tema principal, la película va cuesta abajo hasta llegar a un desenlace delirante. Aunque el pelícano intente revivir mediante el sacrificio, a nosotros no nos vale. Ya nos habíamos perdido.

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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