DÍA 10 EN VENECIA 2019: CIRO GUERRA Y JOHNNY DEPP NO CONVENCEN CON ‘WAITING FOR THE BARBARIANS’

Cuando parecía que la Mostra iba a acabar sin pena ni gloria, esta se guardaba varios ases bajo la manga. La décima jornada del festival ha supuesto un magnífico cierre a todas las secciones competitivas. Por el contrario, el único filme que ha fallado ha sido el que acapara todos los focos en el Lido. Mark Rylance, Johnny Depp y Robert Pattinson protagonizan Waiting for the Barbarians de Ciro Guerra, una pomposa e inofensiva adaptación de la novela homónima de J. M. Coetzee. Ya sin celebridades, son cuatro los grandes filmes vistos hoy. En la sección oficial, La mafia non è più quella di una volta de Franco Maresco es un documental tan divertido como escalofriante sobre los asesinatos de Borsellino y Falcone, y las heridas sociales todavía abiertas de la mafia siciliana. En cuanto a Orizzonti, el cineasta español Oskar Alegria ha presentado un ovni cinematográfico titulado Zumiriki. El cine como medio para regresar a la memoria, para vivir sin tiempo. Una obra notable acompañada por una de las sorpresas del festival, The Criminal Man del georgiano Dmitry Mamuliya. Este es un excepcional ensayo con forma de thriller sobre las escalofriantes consecuencias de estar expuestos a violencia, físicamente o en pantalla. Por último, en Giornate degli Autori, Lingua Franca de la filipina Isabel Sandoval destaca con un triángulo de personas ubicadas en Brooklyn, mas sin hogar emocional. Un relato sincero sobre muchos temas actuales como la transexualidad, la inmigración ilegal, el racismo y el machismo. El colofón al cierre que merecía Venecia. 

Una vez vistas las películas de las diferentes competiciones, sólo queda la deliberación del jurado liderado por Lucrecia Martel. Antes de la entrega de premios, el León de Oro debería estar entre Ema de Pablo Larraín y Martin Eden de Pietro Marcello. Estas son las dos obras que han brillado gracias a su valentía para explorar nuevos lenguajes. Las mejores películas de una sección oficial mediocre en términos generales, en la cual las sobresalientes Marriage Story y Ad Astra no se deberían de vacío. En lo referente a Orizzonti, el talento ha sido más homogéneo. ZumirikiThe Criminal ManBlanco en BlancoSole o Balloon serían justas ganadoras de una programación muy estimulante. La suerte está echada. El León de Oro mañana tendrá un nuevo dueño. 


WAITING FOR THE BARBARIANS (2019), DE CIRO GUERRA – COMPETICIÓN OFICIAL 

Los vigilantes de una ciudad en medio del desierto miran impasibles el horizonte ante el esperado ataque de los bárbaros. Una espera que nunca termina. En una pequeña colonia que marca la frontera del Imperio, un magisterio gobierna con unos valores pacifistas. Una tranquilidad rasgada por la llegada del coronel Joll, con las órdenes de interrogar a los nómadas también denominados bárbaros. En su método, la verdad es sinónimo de dolor. De este modo, introduce el caos y la sangre en una ciudad hasta el momento en calma. La supuesta llegada del enemigo es una simple coartada para el horror. Adaptando la novela homónima de J. M. Coetzee, Waiting for the Barbarians de Ciro Guerra es una obra plana y sin ambigüedades morales, ni siquiera con un discurso extrapolable a la actualidad. Una producción tan pomposa como falta de ideas; comparándola, por ejemplo, con la adaptación realizada por Eugène Green hace dos años. Mark Rylance, Johnny Depp y Robert Pattinson son las superestrellas que naufragan en este relato. La pérdida de fe del magistrado, interpretado por el primero, en el Imperio es lineal y predecible. Únicamente avistamos el oleaje interior en una subtrama sobre la historia sentimental con una nómada a la que cuida tras ser torturada. En el filme del cineasta colombiano todo está en su sitio, pero es sumamente inofensivo. Al optar por ser explícito en la violencia, las reflexiones del Premio Nobel quedan en un segundo plano. Un filme que, como los bárbaros, nunca acaba de llegar. 


‘LA MAFIA NON È PIÙ QUELLA DI UNA VOLTA (2019), DE FRANCO MARESCO – COMPETICIÓN OFICIAL 

En 2017 se cumplieron 25 años de los atentados de Capaci y via d’Amelio perpetrados por la mafia. Para conmemorar la memoria de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, los dos abogados asesinados, se produce una manifestación entorno al árbol en su memoria. Franco Maresco coge su cámara y retrata la multitud con una compañera de excepción, Letizia Battaglia. Una de las fotoperiodistas más prestigiosas del mundo gracias a una desbordante pasión y también convencida activista política contra la Cosa nostra. Unos valores que serán expuestos en el hilarante y a la vez escalofriante documental La mafia non è più quella di una volta, una obra con el único objetivo de intentar que los habitantes de Palermo sean capaces de decir la frase «no a la mafia». Una tarea imposible, ya que a nadie le interesa ese asunto. Una omisión interesada que a través de la visión y los valores de Letizia reconocemos como desesperanza. La propia manifestación se ha convertido en un lúdico festival de música. Nadie recuerda ya los trágicos hechos que tuvieron lugar. Un escepticismo hacia la memoria y consciencia colectiva. Miedo latente en Palermo que se irá deshojando mediante las entrevistas, vídeos de archivo y noticias periodísticas que Maresco agrupa. En contraposición a la lucha incansable de Letizia, Maresco nos lleva a la preparación de una fiesta para honrar la memoria de Borsellino y Falcone que tendrá lugar en el ZEN (Zona Espansione Nord). El empresario y showman que la organiza es Ciccio Mira, un peculiar hombre con pasado ligado a la mafia y protagonista de Belluscone (2014), la anterior cinta del realizador. Un perfecto anfitrión para incidir en las entrañas de una sociedad desde el humor y la música neo melódica. El filme cambia a blanco y negro cuando aparece Mira en pantalla, un contraste entre su comportamiento y los oscuros hilos que le mueven. La fiesta tiene lugar y Maresco todavía no ha conseguido que nadie se pronuncie contra la mafia. Silencio que gobierna un documental activista, honrado y sumamente divertido. Una concepción muy personal de hacer documentales que engancha sin resultar aleccionadora. Un año más tarde, en 2018, la justicia condenó sin precedentes la colaboración entre la mafia y el Estado. Un rayo de luz que ilumina un porvenir que parecía perdido. Las cámaras de Maresco y Battaglia son un símbolo de lucha y resistencia. No sólo los tribunales hacen justicia, el arte también.  


ZUMIRIKI (2019), DE OSKAR ALEGRIA – ORIZZONTI 

Zumiriki significa isla en el centro de un río en euskera. Una palabra que su padre guardaba en un diccionario para evitar que el lenguaje tradicional despareciera. En una de estas islas pasaba los veranos de su infancia Oskar Alegria. El recuerdo de una época irrecuperable. En el presente, quiere intentar volver a vivir esos tiempos eternos, existir dos veces en el mismo espacio-tiempo. En los bosques del Pirineo navarro, la fantástica Zumiriki del cineasta español se abre con los vídeos caseros que hacía su padre con una super-8. En ellos se concentra el sentido de su vida, y de su propio cine. El cineasta vasco nos confiesa que su único deseo es lograr filmar como su padre: sin pensar y sin tiempo. Una tarea difícil que le llevará a vivir un verano a las orillas de esa isla a la que hacíamos referencia. Una espera interminable con el fin de regresar a una memoria perdida. No obstante, hace tiempo se construyó una presa que sumergió la ínsula. Oskar será un náufrago sin isla, un cineasta etéreo. Bien se puede calificar Zumiriki como un extraordinario ovni cinematográfico. Todo el lenguaje se despliega en una obra que entiende el cine como medio y no como finalidad. El propio cineasta experimenta los recuerdos que surgen durante su estancia en la cabaña, una sensación ligada a una cámara. Con ella grabará desde los animales salvajes hasta las pocas señales de civilización. Un último verano para intentar conquistar tierra, mar y aire. Los árboles que emergen del río son los únicos vestigios visibles, mas el lugar está repleto de misticismo. Una espiritualidad explotada mediante vídeos de archivo, fotografías y un uso experimental del sonido y el montaje. En definitiva, Zumiriki es una joya resplandeciente como una botella con un mensaje lanzada al río. El fluir de una memoria atemporal enfrente de una cámara. Vivir dos veces gracias al cine. 


THE CRIMINAL MAN (2019), DE DMITRY MAMULIYA – ORIZZONTI 

Suenan tres disparos a lo lejos. Tres destellos de luz en medio del campo que Giorgi Meskhi observa. Acaban de asesinar al portero del Tbilisi y él es el único testigo. Un suceso que no podrá quitarse de la cabeza y prende la llama de The Criminal Man de Dmitry Mamuliya, la gran película de la sección Orizzonti. Una obra sobre la metamorfosis de testigo a criminal, de una vida normal a un mundo enfermo. Aunque la premisa pueda haberse explorado en otras cintas, es una propuesta formal arriesgada la que engrandece la visión del cineasta georgiano. Son muchos los saltos de fe realizados en su ópera prima y todos tienen un final satisfactorio. Primero debemos empezar destacando que el montaje obedece al punto de vista del protagonista, es decir, es subjetivo. A veces no entendemos los cortes ni las transiciones abruptas hasta que no vemos la situación completa. Una decisión no habitual potenciada por una puesta en escena sublime. En sus más de dos horas de metraje casi no hay diálogos y los pocos que emergen son más funcionales para el ritmo narrativo que para la trama. Las tomas largas y las panorámicas de los paisajes nublados son una seña de identidad del filme, mas merece la pena detenerse en la planificación de escenas en interiores. Ya sea en un bar o en un coche, el director crea dos focos de interés dentro del mismo plano. Por ejemplo, dos policías conversan dentro de su vehículo en primer plano y en el fondo se lleva a cabo una investigación. Un virtuosismo técnico y conceptual que añade matices y aristas a la bajada a los infiernos de Giorgi. Una odisea que iremos entendiendo según se desarrolla la trama al dejar atrás la obsesión por el primer asesinato. The Criminal Man es la historia de una mente enferma a través de la realización de superdotado narrativo. Un excepcional ensayo sobre las escalofriantes consecuencias de estar expuestos a violencia, físicamente o en pantalla. En el día a día, todos somos testigos. 


LINGUA FRANCA (2019), DE ISABEL SANDOVAL – GIORNATE DEGLI AUTORI 

A Olivia le preguntan qué lengua hablaba en Filipinas. Ella responde que tagálog y cebuano, pese a que en su país se hablen más de 86 idiomas. Una explicación que da en inglés, única manera de entenderse con su interlocutor. El concepto de lengua franca que titula la notable cinta de Isabel Sandoval hace referencia a un idioma para que personas con distinta lengua materna se puedan comunicar. Pues las relaciones personales son vitales en Lingua Franca, una obra que busca entender qué podemos considerar hogar. Con este propósito, la joven cineasta filipina, también guionista, editora y actriz principal, se centra en la vida cotidiana de tres personas en Brooklyn. Primero conocemos a Olivia, una inmigrante ilegal en busca de la residencia permanente mediante un matrimonio de conveniencia. Ella trabaja cuidando de Olga, una anciana judía que sufre de Alzhéimer. Por último y para completar este triángulo, su sobrino Alex, interpretado con nervio por Eamon Farren, empezará a frecuentar el apartamento al volver a la ciudad. Gracias a una empatía excepcional, Sandoval ha elegido a estos tres personajes debido a que ninguno tiene ni hogar físico ni emocional. Olga no reconoce su casa debido a su enfermedad, Olivia paga miles de dólares por obtener la Green Card y Alex está ebrio un día tras otro. Una pérdida del lugar afectivo desde el pasado, presente y futuro. En su narración, Lingua Franca se basa en la puesta en escena. La cineasta deja tiempo para que podamos ver la totalidad del plano y que los gestos calen. En cada espacio hay una relación íntima con el aspecto físico de los actores, ya que se quiere incidir en su no pertenencia. De esta manera, detalles como los álbumes de fotos evocan esperanzas y recuerdos. Siempre desde el contacto físico con esos objetos. Asimismo, el sentido del tacto está muy presente en varias escenas donde se masturba Olivia. Se explora una sexualidad que irá evolucionando durante el relato hasta que se revela que es transexual. No obstante, ya la hemos conocido por sus gestos y su comportamiento por Olga. En Lingua Franca hay un tratamiento sincero sobre muchos temas actuales como la inmigración ilegal, el racismo, el machismo, la intolerancia, al abandono a ancianos y la inmadurez de la generación millennial. Un filme muy consciente del mundo en que vivimos, en específico la situación de Estados Unidos, pero sin caer en el panfleto ni en el reproche. Sólo importan los gestos sinceros. Un acercamiento tan pausado como honesto y emotivo. Sin duda, Lingua Franca es una de las sorpresas de Venecia 2019. Cine en el que se abordan nuestros tiempos desde el cariño y el entendimiento a historias que se sienten reales. No hay atisbo de generalizaciones ni compasión en su mirada. En definitiva, unos personajes que se sienten solos y únicamente avanzan gracias a otros seres también perdidos.  La lengua franca como medio ante el desamparo. 

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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