DÍA 6 en VENECIA 2019: Pietro Marcello brilla con la poética Martin Eden

La única manera de llegar al Lido es mediante vaporetto. La localización de la Mostra en una isla hace que sientas el oleaje del mar por lo menos dos veces al día. Un vaivén continuado por la poética Martin Eden de Pietro Marcello. Basada en la novela homónima de Jack London, seguimos a Martin en su odisea de marinero a escritor, de vitalidad a desilusión. Ante todo, es reseñable el conjunto de ideas innovadoras utilizadas con influencia del cine experimental. La consagración de un autor que entra en la pugna por el León de Oro. Si el filme de Marcello es una rareza en la Competición Oficial por saltarse los cánones, Yonfan trae otra sobre su amor al cine clásico y el Technicolor. Una notable cinta de animación titulada No. 7 Cherry Lane en la que se exalta el deseo y la liberación de nuestras pasiones interiores. No obstante, al dejar esta sección se ha pasado de la convicción de ideales cinematográficos al aburrido convencionalismo comercial con The King de David Michôd. Ni un desdibujado Timothée Chalamet ni la batalla de Agincourt son capaces de imprimir alma a un producto inane. Por último, Orizzonti continua con las películas humildes pero estimables con Giants Being Lonely de Grear Patterson, un coming-of-age por encima de la media de su género. Acaba el día y volvemos al vaporetto. De pronto se pueden escuchar los versos de Martin Eden en el mar italiano.


MARTIN EDEN’ (2019), DE PIETRO MARCELLO – COMPETICIÓN OFICIAL

El mar está calmado. Desde el borde del barco, observamos la gran cantidad de peces que nos acompañan. Estos vagan sin rumbo aparente, sin un sentido vital más allá de la supervivencia. Al igual que mirar un cuadro, observamos su belleza desde lejos, mas al acercarnos apreciamos que únicamente son puntos. La compresión transforma nuestra mirada en este océano de ilusión hasta advertir que los peces son humanos. El conocimiento ha transformado el colectivo en individualismo. Un proceso de aprendizaje y culturización plasmado con lirismo en Martin Eden de Pietro Marcello. Esta adapta libremente el clásico homónimo de Jack London, cambiando California por Nápoles. Una odisea desde la pobreza a la burguesía, desde la pasión al amor, y, por último, del porvenir al desencanto. El protagonista deambula por océanos que auguran amor, belleza e inteligencia. Pureza sólo alcanzable al llegar al fondo del mar. Un naufragio predestinado que es un hervidero de ideas cinematográficas a uno de los nuevos talentos italianos. Siguiendo la estela de La bocca del lupo (2009) y Bella y perdida (2015), el cineasta intercala la filmación actual con fragmentos de cintas olvidadas. Un concepto experimental que encaja a la perfección con la vocación literaria de Martin. Después de enamorarse de Elena y su espiritualidad, empieza a escribir sobre sus aventuras pasadas. Viajes vividos intensamente que la arqueología visual de Marcello une a su naturaleza. Asimismo, cabe destacar entre los muchos aciertos del filme su estructura narrativa mediante el uso de elipsis. Si Jack London usaba páginas y páginas para hacer avanzar a Martin en su paso de marinero a escritor, el italiano llena esa espera de huecos. El paso del tiempo se expande y la caída de la sociedad del siglo XX se eleva. Los conflictos políticos de este siglo –la dura pugna entre el socialismo y el liberalismo– se combinan con la primera historia de amor de los inexperimentados Martin y Elena. Él interpretado por un fenomenal Luca Marinelli, con su fuerza física empapada de vigorosidad, y ella por Jessica Cressy, figura simbólica del vacío de la burguesía. Aunque ha ido a las mejores escuelas, no conoce nada sobre la vida. Situación contraria a la relación de Marcello con el cine, intentando crear nuevas experiencias desde el ensayo. Osadía rebosante de talento que permite reconocer la condición de milagro a Martin Eden. Un mar de imágenes hermoso, elevado y magnífico.


NO. 7 CHERRY LANE’ (2019), DE YONFAN – COMPETICIÓN OFICIAL

Cada vez que entramos en una sala de cine esperamos gozar, transportarnos a otros mundos. Una experiencia mágica. La pantalla simboliza la entrada a un mundo irreal en el que evadirnos de la cotidianeidad. En la actualidad, el séptimo arte ha perdido cierto sentido lúdico y de deseo. Nostalgia, o mejor dicho romanticismo, de un pasado donde la pasión era su razón de ser. Los protagonistas de No. 7 Cherry Lane frecuentan un cine cuyas proyecciones ocupan gran parte del metraje. Estamos en Hong Kong del año 1967 y por su cartelera pasan películas como El graduado o Doctor Zhivago, pero cuando entramos en la sala sólo vemos filmes de una actriz por la que Yonfan siente una profunda fascinación: Simone Signoret. Adaptando escenas de varios de sus filmes como Room at the Top a una hermosa animación artesanal, se exalta la energía de la intérprete francesa. Nos detenemos en gestos mundanos como beber un brandy o fumar un cigarrillo, acto que conecta al filme clásico de Jack Clayton con el actual. Ante todo, No. 7 Cherry Lane es una carta de amor a los melodramas clásicos, entendiendo la animación como única vía para revivir el Technicolor. El relato se centra en un triángulo amoroso entre el joven y apuesto universitario Ziming y una madre y su hija, tutorizando con clases de inglés a esta última. Si Signoret copaba el cine, Marcel Proust y Charlotte Brontë son sus relativos literarios. Entre frases de En busca del tiempo perdido y Jane Eyre se va desarrollando una historia de amores imposibles. Una pasión originada mediante constante filtreo, siendo la consumación mera ensoñación. Pulsión que ha sido dirigida sin prejuicios y animada exquisitamente, concibiendo una obra notable. Esta nos conquista al detener el tiempo con miradas de deseo y acariciar los cuerpos lentamente. Una cúspide sensual desde la que el cineasta hongkonés le da tiempo a tocar transversalmente la Revolución Cultural y evocar el Periodo de Terror Blanco. Esta es una propuesta tan excesiva estéticamente como conceptualmente, pero no podría ser de otra forma. Su esencia es la liberación y el Technicolor. Un cine extinguido donde la ficción era más intensa que la realidad. En este momento, amar las salas de cine se ha convertido en un acto de rebeldía. Allí donde Simone Signoret nos enseñó los secretos del deseo.


THE KING’ (2019), DE DAVID MICHÔD – FUERA DE COMPETENCIA

Las historias medievales siempre han causado fascinación en el cine. Ya sea una ficción o un relato histórico, la política, las batallas y la suciedad son elementos a los que es difícil resistirse. Una crudeza que The King no sabe conseguir, entrando al selecto grupo de filmes de este género aburridos. Desde el primer instante se percibe un convencionalismo latente aliado con una intención de dotar de épica al trabajo de David Michôd. No obstante, la cinta exaspera al intentar llevarte de la mano y no confiar en el espectador. Pocos momentos en sus más de dos horas de metraje descansan de una banda sonora que se parece sospechosamente a la de Juego de tronos. Un estilo que tiene como objetivo ser un producto comercial, echando por tierra las aristas de la biografía del rey Enrique V. La trama va desde su rechazo a la corona de Inglaterra al intento de anexión de Francia. Periodo fascinante en comparación con una plana realización. Una sensación a la que se suma un timorato guion y una actuación lánguida de Timothée Chalamet. Este es uno de los actores de moda de Hollywood, pero en este caso naufraga debido a su gravedad impostada. Falta de sangre y rabia que tiene su punto álgido en lo mejor del filme, una interpretación chanante de Robert Pattinson que ha decidido no venir a la presentación en Venecia. Por ver el lado positivo, una sólida Lily-Rose Depp ha puesto cordura tras las risas involuntarias. Resulta difícil hacer una película sosa sobre Enrique V, pero siempre hay tiempo para sorprendernos. Antes de abordar las ansias conquistadoras del inglés hubiese sido importante generar un poco de fuego. El siglo XV desde la vacuidad contemporánea.


GIANTS BEING LONELY’ (2019), DE GREAR PATTERSON – ORIZZONTI

El banquillo del campo de béisbol, el salón de actos del instituto y los bancos de un parque están vacíos. Estos son los lugares sagrados para los adolescentes estadounidenses. En conjunto representan las coordenadas de referencia de un viaje a la madurez. En la estimable Giants Being Lonely, la comunidad es un arma de doble filo que puede llevar los vacíos de los jóvenes o crear abismos insalvables. Mediante una estimulante puesta en escena, por ejemplo se filma el banquillo y las vallas del campo de béisbol como una prisión, el director debutante Greg Patterson se distingue de la mediocridad que puebla este género. Para su ópera prima seguimos a dos jóvenes y su interacción con sus seres cercanos. En un extremo, Bobby White es un espíritu libre que vive solo con su padre y al que su éxito en el deporte y con las chicas le refuerza esa libertad. En el otro, Adam sufre a su violento padre, también entrenador de su equipo, y su amor no es correspondido. Dos personajes que se irán cruzando directa o indirectamente camino a un incendio propagado lentamente. Una llama que nace desde una propuesta formal arraigada en la desesperanza. Los encuadres consumen el oxígeno hasta asfixiar y los anhelos emergen imprevisiblemente gracias a un cuidado montaje. Al final, el entorno acaba marcando la vida de los protagonistas. Simples partidos de béisbol en el que el porvenir es la victoria.

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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