Difret (2014), de Zeresenay Mehari – Crítica

Difret

En 1896 se filmó la primera película en España (Salida a las 12:00 de la misa del Pilar, técnicamente hubiera sido la segunda de no ser porque la primera –unas maniobras militares- se malogró por falta de luz). Tras 120 años de cine español, de tanto en tanto, aparece alguna obra maestra (‘La isla mínima‘, la última). Todo esto viene a cuento de que ‘Difret‘ pasa por ser la tercera película filmada en Etiopía en 35 mm y aún a pesar de que el guionista y director (Zeresenay Berhane Mehari) de esta cinta se ha educado cinematográficamente en los EEUU y la producción ha corrido a cargo de Angelina Jolie, esta película no deja de ser un producto de una de las zonas más recónditas del Tercer Mundo y de una cinematografía todavía incipiente.

La película alude a un hecho, más o menos, real. Parece que en la tradición local, es frecuente que las muchachas casaderas sean secuestradas y violadas. Y todavía se dan casos de estos. La respuesta de una de estas chicas no es la que sus secuestradores esperaban y uno de ellos paga con la vida, justo el que tenía que casarse con ella. A partir de aquí, la película narra las vicisitudes de la defensa jurídica de la muchacha para la que pesa la petición fiscal de pena de muerte.

Sorprende el que todavía hoy ocurran este tipo de cosas, pero es que África parece un mundo aparte que todavía no ha encontrado su lugar en la modernidad. En España existían, hasta bien entrado el siglo XX, costumbres remotamente similares: en algunas zonas de la “España profunda” era frecuente que los chicos y las chicas estuvieran de acuerdo en simular el “secuestro” de ella para obligar a los padres a dar su consentimiento al matrimonio. Pero ni siquiera en los Reinos de la Hispania Medieval existió la “tradición” de secuestrar a las jovencitas y violarlas, aun a pesar de que, como cuenta el antropólogo José Casas: “Hasta que se les reconocía oficialmente sus relaciones, los novios pasaban más fatigas que Hércules”. Hasta los años cincuenta del siglo XX, en España era de buen tono que las chicas no salieran de casa sino acompañadas por una “carabina” (persona que acompañaba a la joven para imposibilitarle cualquier coqueteo con el otro sexo y el que, un buen día, los jóvenes pudieran pactar el “secuestro” y la “tocata y fuga”). África está a años luz de todo esto y en la película de Mehari da la sensación de que la brutalidad se ha instalado y ha arraigado.

Trasladar esa sensación a un público “occidental” es complicado, por mucho que la producción haya corrido a cargo de Angelina Jolie (que por cierto se sumó tras ver la película en el festival de Sundance de 2014, cuando ya estaba filmada). El primer problema es la interpretación de los hechos. Los etíopes que llegan a EEUU y se educan cinematográficamente en Hollywood, seguramente, no son los exponentes tradicionales de su país, sino más bien etíopes occidentalizados. Es el caso de Zeresenay Berhane Mehari quien, en varias entrevistas, ha reconocido que creció alejado de lo que ocurría en su país. Un hijo de la alta burguesía adinerada etíope se parece mucho más a un ciudadano norteamericano que a un lugareño de su propio pueblo. Mehari ha nacido en Etiopía, pero su mente pertenece a Occidente. El retrato que pinta de la sociedad etíope puede estar sujeto, por tanto, a deformaciones o incluso a deformaciones oportunistas como la que se da habitualmente entre los “progres” occidentales que consideran a los africanos como menores de edad y se muestran incapaces de entender sus tradiciones, su cultura y su sociedad. Yo, por ejemplo, no apostaría a que todo lo narrado en esta película haya sido exactamente así, tal como nos lo cuenta su director y guionista. Y si quieren un consejo, les sugeriría que nunca pongan la mano en el fuego por un africano occidentalizado, con el corazón y el cerebro disociado entre lo que pertenece a su tradición ancestral, a sus raíces, a su cultura, y lo que en occidente se considera “normal”. El rito del “rapto”, como hemos dicho al principio, existió también en España hasta no hace mucho. Y se trataba de un ritual pactado, simpático, popular y que no entrañaba violencia de ningún tipo, ni siquiera ofensa a la dignidad de la mujer. Era un juego antropológico mutuamente aceptado e intuimos que en Etiopía, la telefa (rito por el que el novio rapta a la novia para casarse con ella) debía tener un rol parecido.

El problema (y seguramente lo más interesante que plantea la película) es: ¿qué ocurre cuando una tradición que ha pasado de generación en generación se interrumpe? La respuesta que dan los antropólogos es evidente: que esa tradición pasa a ser incomprendida y corre el riesgo de convertirse en un juego brutal. Eso es lo que ha ocurrido en Etiopía en donde el 40% de las niñas son sometidas al ritual de la telefa (palabra que en amárico indica a la vez “rapto y matrimonio”). Lo que se ha convertido en peligroso no es el rito en sí mismo, sino la degeneración e incomprensión del mismo. Así pues, no es la Etiopía tradicional la que ha hecho degenerar un rito hasta convertirlo en brutal, sino la modernidad salvaje instalada en aquel país. Dicho de otra manera: el desmoronamiento de la sociedad tradicional operado por la introducción de la modernidad en Etiopía ha generado todo tipo de conflictos. Y este es uno de ellos.

Mientras permaneció en Etiopía, Mehari no había oído hablar de la telefa. Creció alejado de las zonas rurales. Se educó como un occidental y, a la que pudo, saltó a los EEUU. Allí formó lo esencial de sus opiniones y criterios. Apenas un mes después de instalarse en aquel país, a 50 kilómetros de su pueblo natal ocurrió el caso que denuncia en su película. Tardó tres años en documentarse para estar en condiciones de componer el guión.

Difret‘ es la primera película de Mehari. Le queda mucho por aprender. Ha entendido que uno de los resquicios que quedan para introducirse en el cine norteamericano es hacer valer su condición de nativo africano para presentarse como “conocedor” de su tierra. En Hollywood, cada vez que se menciona la palabra “África”, los notables, directores, productores y especialmente actores, se aprestan para jugar la carta humanitaria (como La Caixa cuando te notifica los movimientos de tu cuenta bancaria que aprovecha para enviarte el número de cuenta para ingresar tu ayuda humanitaria a cualquier causa africana). Solidarizarse con África es “cool” en Hoollywood, por mucho que se tenga allí una visión tan alejada y distorsionada de aquel continente como la que aparecía en las películas de Tarzán.

Hemos preferido hablar de las circunstancias africanas antes que de la película en sí misma porque, como ya hemos dicho, al director le queda mucho por aprender y poco hay que decir. A la película le falta dinamismo, hay demasiadas reiteraciones, a diferencia de otras películas africanas que han llegado a las salas de proyección occidentales (recordamos recientemente y con cariño ‘Timbuktu‘), ‘Difret‘ no seduce. Le falta algo, seguramente experiencia y veteranía en la dirección.

Queda por decir que ‘Difret‘ en lengua etíope (amárico) quiere decir “valor” y “atrevimiento”, pero también “violación”. Y es que África, hoy, no es ninguna fiesta.

Difret

Sinopsis En Addis Abeba, la abogada Meaza Ashenafi se atreve a defender a Hirut, una chica de 14 años a la que secuestraron y violaron cuando regresaba del colegio y que consiguió matar a sus raptores antes de escapar.
País Etiopía
Director Zeresenay Mehari
Guión Zeresenay Mehari
Música David Schommer, David Eggar
Fotografía Monika Lenczewska
Reparto Meron Getnet, Tizita Hagere, Haregewine Assefa, Brook Sheferaw, Mekonen Laeake, Meaza Tekle
Productora Haile Addis Pictures
Género Drama
Duración 99 min.
Título original Difret
Estreno 30/04/2015

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Calificación6
6

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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