«Juan Vera muestra habilidad para construir escenas y para dialogar, aunque algunas inseguridades estropean El amor menos pensado»
La comedia romántica es uno de los géneros más prolíficos de la historia del cine. Son innumerables las obras maestras, pero lo cierto es que desde el Hollywood clásico la cosa se ha vuelto complicada para los interesados en él, tanto espectadores como autores. Los primeros, por la falta de estímulos en las últimas décadas; los segundos, por la predisposición del público a encasillarlos en el subproducto adolescente con el cual se ha llegado a asociar el género, obviando no sólo a los ya lejanos Howard Hanks o Billy Wilder, si no a los contemporáneos Woody Allen, Rob Reiner o Juan José Campanella.
El amor menos pensado (Juan Vera, 2018) parece querer aplicar esa visión pospoderna del cine actual y juega a la deconstrucción del género. Es una tendencia lógica que ya vienen explorado otros autores como Jason Reitman o Marc Webb. El detonante habitual del chico conoce chica aquí se invierte y la historia comienza con una ruptura, y no de chicos precisamente. Una pareja porteña de mediana edad, amenazados por el síndrome del nido vacío debido a la marcha de su único hijo a estudiar a Europa, decide divorciarse y probar experiencias. Tras los primeros minutos la deconstrucción se nos promete no solo estructural, si no que parece querer darle la vuelta al propio concepto de amor y al cómo los protagonistas se enfrentan al mismo. En una comedia romántica. Casi nada.
El film empieza con una clara intención de marcar estilo. Travelling cenital en una biblioteca, mientras nos leen las primeras líneas de Moby Dick, que acaba en el rostro de un Darín el cual, interpelándonos directamente, nos avisa de que de eso mismo que lee va a ir la película. El estilo mostrado en este plano se irá diluyendo a medida que avanza el filme. La cámara se acomodará en el plano-contraplano para cubrir las eternas conversaciones de sus protagonistas y eso tan alleniano de apelar al espectador se esfumará como por arte de magia. A partir del primer acto no quedará ni rastro de este recurso, como si en el montaje final decidiesen prescindir de él para ajustar un metraje que se alarga injustificadamente. A lo que no renunciará Juan Vera de esa declaración inicial de intenciones será al subrayado y a la literalidad.
Un ejemplo claro es una escena muy bien construida en la que tras la partida del hijo la pareja se enfrenta a su primer desayuno. Marcos (Darín) se va apurado de casa y Ana (Mercedes Morán) se queda sentada en la mesa con su café, con el sonido de la tele de fondo. La cámara se aleja y muestra los espacios vacíos de la casa, casi se siente el eco y el tiempo se dilata. Bonito modo a mi juicio de evocarnos lo que puede estar sintiendo esa mujer, el peligroso tedio que tal vez vislumbre en el horizonte. Pero la escena la rompe la voz en off de Darín, pronunciando la palabra tedio, adelantándonos la siguiente escena en la que precisamente lo vemos a él dando una de sus clases en la Universidad, explicitando todo lo que la anterior escena nos había logrado sugerir. Tal vez se deba a las inseguridades de un director novel pero esta obsesión por el subrayado por momento ahoga al film.
Juan Vera muestra habilidad para construir escenas y para dialogar, quizá sea el punto fuerte de la película, pero esas inseguridades antes descritas estropean gran parte de ellos. Al inicio de Maridos y mujeres (Husbands and Wives, Woody Allen, 1992), Woody Allen hacía un precioso ejercicio de subtexto cinematográfico describiéndonos los problemas que atravesaba la pareja protagonista, interpretada por él mismo y Mia Farrow. El film empezaba mostrándonos el enfado infantil de estos cuando otra pareja de amigos, mucho más tranquilos que ellos, les contaban que se iban a divorciar. De un modo divertido y eficaz, con el particular parloteo de sus personajes, el director neoyorkino nos había sugerido el problema al que se iba a enfrentar la pareja protagonista.
Juan Vera juega a lo mismo en un diálogo entre el personaje que interpreta Darín y un amigo suyo. El último presume de tener una situación perfecta al disfrutar desde hace años de la compañía de su mujer y los placeres de su amante. Darín, que atraviesa una crisis existencial y está apunto de separarse de su mujer, se indigna y enfada. Se entiende, es divertido, funciona. Entonces la escena la concluye su amigo, con una pícara sonrisa, explicándole a Darín que quizá el motivo de sus molestias sea porque se siente identificado. De nuevo la literalidad rompe una escena bien construida.
No siempre ocurre así y se dan momentos de gran intensidad dramática como cuando el padre del protagonista, interpretado por un maravilloso Norman Briski, le pregunta a su hijo el para qué de la ruptura. No el por qué resalta su hijo, si no el para qué, el dialogo posterior no tiene desperdicio. También funcionan bien las escenas más cómicas del film sobre las distintas citas de la pareja, aunque la reiteración de las mismas le den un aire de sucesión de sketches que no favorece al conjunto. Las interpretaciones están en general muy bien y cuando el texto lo permite dejan buenos momentos, se me hace injusto no citar el buen trabajo de Mercedes Morán.
La pareja protagonista parece sacada de un cuento de hadas si no directamente de un film del ya referenciado Allen, pero sin ser de él. Burgueses con aires intelectualoides que citan a Borges y se angustian por su vida acomodada, no me molesta esto en el director de Manhattan y no me va a molestar aquí. El problema viene cuando esa idealización no está sólo en sus formas si no en el propio ser de los protagonistas. Correctísimos siempre, se dejan como quien abre una cuenta bancaria. No discuten, se psicoanalizan muy educadamente. Se respetan y quieren y uno inevitablemente se pregunta dónde está el conflicto. Y sin conflicto no hay comedia, ni drama, ni relato.
Peligros quizás de jugar a la desconstrucción de los géneros y atreverse a cuestionar su esencia misma. El final no lo desvelaré, pero uno acaba por preguntarse si se es coherente con tal deconstrucción y si el director no nos ofrece finalmente una tortilla más bien pasadita y mazacote, no vaya a ser que no se entienda lo que es.
Sinopsis Marcos y Ana llevan casados más de 25 años, pero ambos entran en una crisis existencial que los lleva a separarse. Al principio la vida de solteros les parece fascinante y excitante, pero pronto se torna también monótona para ella y pesadillesca para él.
País Argentina
Dirección Juan Vera
Guion Juan Vera
Música Iván Wyszogrod
Fotografía Rodrigo Pulpeiro
Reparto Ricardo Darín, Mercedes Morán, Claudia Fontán, Andrea Pietra, Luis Rubio, Jean Pierre Noher, Claudia Lapacó, Chico Novarro, Andrés Gil, Norman Briski, Juan Minujín
Género Romance
Duración 136 min.
Título original El amor menos pensado
Estreno 30/11/2018