«Valoro el riesgo que El Capitán destila, el grado de valentía y un punto de excentricidad que llega a su cota máxima justo al final»
Atención: película enmarcada en el género bélico, y en blanco y negro. Estamos en Alemania, aún en la segunda guerra mundial, cuando el final se percibe cercano, que es como decir que empieza a reinar el caos entre los oficiales nazis. Un tema como este ya ha sido tratado de muchas maneras. Es una fuente inagotable, aunque es muy posible que ya esté todo dicho. Y si no lo está del todo, lo que pueda haber de innovador deberá referirse a hechos secundarios o laterales que susciten curiosidad. Y este es el caso de El Capitán, una meritoria película que nos ha dejado una rumiación residual profunda que perdura tras el visionado. Les decía que o bien hay innovación en cuanto a los contenidos de las películas sobre el tema, basados en hechos reales, o bien se aplica un tratamiento ciertamente rupturista, como entiendo que es el caso. Es decir, hay en la historia que en El Capitán se nos cuenta un desafío tal al espectador, que es tentado a formar parte del escenario, que más bien parece un thriller. O sea: si van ustedes a ver la película, se encontrarán capturados por una incógnita. Y más aún, el guión y la puesta en escena parecen hechos para tal desafío.
Por consiguiente: cine bélico basado en hechos reales; y muy buenas metáforas, que tanto podrían funcionar en otro contexto que no fuera el bélico. Y por si fuera poco, la habilidad del guión y de la dirección para hacer que el espectador se pregunte por qué, cómo, quién, etcétera. Vayamos por partes.
Un joven soldado alemán llega a una población que ha sido castigada por la guerra. En un cierto momento, nuestro protagonista encuentra una maleta dentro de un coche abandonado. Y dentro de la maleta, un uniforme impecable de capitán del ejército alemán. El paso siguiente es abolir su identidad, para, poniéndose el traje, transformar su comportamiento de tal manera que encaje con la actitud propia del capitán. Ahí vemos una impostación por parte del soldado raso, gran actor, por cierto. Y lo cierto es que nos mantiene en vilo. Por tanto, gran habilidad de la puesta en escena por saber suscitar en el espectador una actitud entre curiosa, implicada y angustiosa. El desarrollo a vuela pluma de la historia puede entrar dentro de lo previsible. Sin embargo, cierta arquitectura del guión hace posible que lo previsible experimente requiebros sorprendentes. Y para que estos requiebros sean eficaces, deben ser retorcidos, y es justo en este punto que el producto cinematográfico llamado El Capitán me está generando ciertas dudas. Sin embargo, dejando a parte determinados retorcimientos que saltan demasiado a la vista, el visionado ha dejado en mí, además de esas dudas, una sensación de que el equipo que ha construido El Capitán ha apostado fuerte. Por tanto, valoro el riesgo que El Capitán destila, el grado de valentía y un punto de excentricidad que llega a su cota máxima justo al final. Si ven la película, presten atención al desfile final de créditos… pero más que por los créditos, por lo que se ve. Y ahí lo dejo.
Sinopsis En los últimos momentos de la II Guerra Mundial, en plena caída del III Reich, un soldado de 19 años, andrajoso y hambriento, roba el uniforme de un capitán nazi. Haciéndose pasar por un oficial, reúne a un grupo de desertores y comienza a matar y saquear a su paso a través de la golpeada Alemania nazi, descubriendo la monstruosa identidad de aquellos de los que trata de escapar.
País Alemania
Dirección Robert Schwentke
Guion Robert Schwentke
Música Martin Todsharow
Fotografía Florian Ballhaus
Reparto Max Hubacher, Milan Peschel, Frederick Lau, Bernd Hölscher, Waldemar Kobus, Alexander Fehling, Samuel Finzi
Género Bélico
Duración 118 min.
Título original Der Hauptmann
Estreno 21/09/2018
pesado, vueltero y enredado, pesima critica