El faro (2019), de Robert Eggers – Crítica

Con un faro en una roca en mitad del océano y dos personajes solitarios, Eggers construye una obra apoteósica llena de elementos valiosos e incitantes.

Solo un genio podía hacer una ópera prima como La bruja (2015), pero ahora sabemos que existen personas capaces de hacer un clásico en el siguiente lanzamiento en su filmografía. Robert Eggers ha pasado de ser una joven promesa en la dirección a ser un maestro absoluto del cine de terror en tan solo dos películas.

Ni quiero escatimar en alabanzas ni pretendo ser fatuo ante una película que despertaba tanta atención desde su gran acogida en el pasado Festival de Cannes. El faro es una bestial maravilla y puedo asegurar que su llamativo aspecto, minimalista, con el blanco y negro y la pantalla prácticamente cuadrada quedan como meras anécdotas comparadas con la fascinante historia que se cuenta detrás.

El enorme encanto visual se alarga y ensancha en el espacio que dejan sus dos únicos protagonistas, incluyéndose estos. Silencios, rostros y gestos acompañados de drásticos paneos e inquietantes simetrías velados por una fotografía y un sonido tremendos, solo recuerda a Bergman y Tarkovsky y, sin embargo, estamos ante algo único. Por supuesto que este terror va a ser el menos convencional que puedas imaginar, no se puede, de hecho, categorizar una cinta así. No hay senda, no hay sustos ni clímax como tal, pero lo que hay sorprende como nunca.

El faro es una bestial maravilla y puedo asegurar que su llamativo aspecto queda como mera anécdota comparada con la fascinante historia que se cuenta detrás.

Es rara, sí, y lo raro a veces acaba cansando. En El faro, no obstante, y como he dicho, hay dos personas extremas que te atrapan y no te sueltan. Robert Pattinson y Willem Dafoe combaten entre sí para ver quien hace la actuación más memorable de los últimos tiempos. Diría que empatan en excelencia (aunque Dafoe tiene uno de los monólogos más impresionantes que he visto en mi vida) y se puede afirmar que se entregan en cuerpo y alma para representar esa escalada de locura tan excitante de ver desde la butaca.

Con un faro en una roca en mitad del océano y dos personajes solitarios Eggers construye una obra apoteósica llena de elementos valiosos e incitantes. Es el segundo sello de esta película titánica: una particular narrativa que ofrece tantos sentidos como teorías e interpretaciones quiera el espectador. De una clara referencia al mito de Prometeo podemos desvirtuar hasta contar un cuento sobre dos borrachos que se desesperan en una isla, y en ese hueco enorme encontramos la luz y las sombras, los monstruos y las pasiones “lovecrianas”, los cantos de sirenas y la culpa de un hombre que a veces se ve en los ojos de su enemigo. Es perturbadora, claro, pero ya venía siéndola desde los primeros estruendos de navío y la cara de preocupación del personaje de Pattinson.

Sería una bendición visionar las veces que haga falta para entender todos los simbolismos y relatos que se querían contar, pero lo sería sobre todo por experimentar otra vez una pesadilla tan especial como lo es El faro.


Sinopsis Una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra en la década de 1890. El veterano farero Thomas Wake y su joven ayudante Ephraim Winslow deberán convivir durante cuatro semanas. Su objetivo será mantener el faro en buenas condiciones hasta que llegue el relevo que les permita volver a tierra.
País Estados Unidos
Dirección Robert Eggers
Guion Robert Eggers, Max Eggers
Música Mark Korven
Fotografía Jarin Blaschke
Reparto Willem Dafoe, Robert Pattinson
Género Terror
Duración 110 min.
Título original The Lighthouse
Estreno 10/01/2020

Calificación9.5
9.5

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