High-Rise (2015), Ben Wheatley – Crítica

High-Rise

«High-Rise puede gustar a los coleccionistas de rarezas cinematográficas y a aquellos otros que odian los argumentos lineales y diáfanos, a los que se sienten satisfechos con películas que parecen querer decir “algo”, aunque ese “algo” no esté nada claro de qué se trata.»

Después de casi dos horas de proyección, este crítico se pregunta qué es lo que acaba de ver y qué es lo que el director le ha querido transmitir. Cuando estos elementos están claros, entonces se puede juzgar, analizar una película y, finalmente, calificarla. No es un trabajo difícil: basta con tener cierta facilidad para viviseccionar el conjunto y someterlo al juicio de la racionalidad. Mientras el crítico ve cómo se van sucediendo las escenas en la oscuridad de la sala, ya se está haciendo una idea de lo que va a decir. Y es extraño, porque en High-Rise todo se vuelve más complicado, y cuando llegan los créditos este crítico se pregunta qué es lo que acaba de ver.

A primera vista, la película puede gustar a los coleccionistas de rarezas cinematográficas y a aquellos otros que odian los argumentos lineales y diáfanos, a los que se sienten satisfechos con películas que parecen querer decir “algo”, aunque ese “algo” no esté nada claro de qué se trata. Películas como 2001, Una odisea espacial generan polémicas porque no existe unanimidad sobre lo que quieren decir y, precisamente, en la multiplicidad de interpretaciones es donde radica el interés: es como uno de esos caleidoscopios en donde lo que se ve varía según el giro que se le dé. Pero filmar una de estas películas no está al alcance de todos. Y, desde luego, lo más frecuente es encontrar películas en donde el director se ha perdido. Al no saber cómo salir del entuerto, opta por tirar hacia lo inextricable: si nadie entiende muy bien lo que ha visto, es posible que esa duda contribuya a hacer que se hable de su trabajo. A fin de cuentas, es lo que estamos haciendo aquí. A la película le falta coherencia, por eso genera polémica, no porque sea caleidoscópica.

Si usted ha leído la novela de James Ballard del mismo título (lo que no es probable, porque no se ha publicado en castellano y apareció hace casi medio siglo) y que es utilizada como base para el guión, podrá comprobar si la película se parece a lo que usted leyó. Y parece que no, que la adaptación que ha realizado Ben Wheatley, es libre; algunos dicen incluso que se parece tanto a la novela de Ballard como un huevo a una castaña. High-Rise, a todo esto, quiere decir “edificio elevado” o “rascacielos”.

La novela de Ballard tuvo cierto éxito en 1970. El tema de un edificio ideal en el que la utopía se convierte en distopía podía ser entonces algo atractivo y novedoso. Hoy ya no lo es. Incluso en España hemos podido ver esas inefables serie de televisión que muestran la difícil convivencia en un vecindario (Aquí no hay quien viva o La que se avecina). Sin olvidar la película La Comunidad (2000) de Alex de la Iglesia, en la que gentes, aparentemente pacíficas y en sus cabales, enloquecen a la primera de cambio, gracias a un pequeño estímulo a su ambición. Un edificio es como un crisol de intereses contrapuestos que suelen hacer la convivencia difícil, sino imposible. También puede existir algún parecido remoto con la desternillante Delicatessen (1991), en la que unos comen y otros son comidos. De esto va la película (o al menos eso es lo que puede deducirse en una primera lectura): de problemas en un vecindario, pero el director quiere transmitir un mensaje que incluye la lucha de clases, elementos psicológicos y desenfreno salvaje.

Cuando en 1970, Ballard escribió High-Rise, el movimiento de mayo del 68 había rescatado del olvido al “socialismo utópico”. Uno de sus exponentes, el conde de Saint Simon, 150 años antes, había ideado el “falansterio”, un edificio ideal en el que sus habitantes tendrían al alcance de la mano todos los servicios y recursos para que su vida fuera idílica. Lo que cuenta Ballard es lo que los socialistas utópicos del XIX ya comprobaron en su propia carne: que todo lo que implica convivencia humana está abocado al conflicto y es, por tanto, inviable como utopía. De esto se hablaba en 1968 y en los años siguientes. Hoy es un tema de nuevo olvidado o que ha sido tratado tantas veces y de tantas formas que no sorprende.

Además, expresar todo esto en imágenes cinematográficas cuesta más que explicarlo. Sobre todo si, de partida, no se tiene muy claro lo que se va a expresar. Parece como si el director quisiera transmitir que en el interior del gran edificio hay lucha de clases, intereses contrapuestos, pequeñas pasiones y egoísmos que hacen inviable la convivencia en el Edén. Y si se trata de transmitirnos la idea de que las sociedades modernas son caóticas, semanalmente llega al cine una cuota de películas gore, de vampiros escolarizados, de zombis y demás, que ya dejan constancia, a su manera, de que no estamos en un momento crepuscular de la civilización. Así que High-Rise llega tarde, quizás con treinta años de retraso. O más.

Pero falta coherencia en el relato y sobra pretenciosidad. Es una película frustrada, difícil de interpretar, quizás porque no haya nada que interpretar, sino simplemente ver unas imágenes pobremente encadenadas que, finalmente, dejan perplejo al espectador y en el que el mensaje es más oscuro que un lingote de plomo opaco, cuando en el relato de Ballard las cosas estaban más claras. Hay momentos en la proyección en los que es lícito preguntarse si lo que se está viendo tiene algún sentido y si el director nos quiere transmitir algo o, simplemente, es que la película se le ha ido de las manos.

La fotografía notable y la interpretación digna. La banda sonora, de calidad. El desnudo de Tom Hiddleston, uno de los atractivos de la cinta: cuerpo fibrado, carne de gimnasio y, para qué nos vamos a engañar, como para comérselo.

Ben Wheatley, a todo esto, tiene siete largometrajes en su haber, todos ellos extraños, tortuosos y agobiantes. Down Terrace (2009) es una comedia negra  con una inspiración surgida de lo mejor de los hermanos Coen y pinceladas del género negro clásico. Kill List (2012) es la historia de un asesino psicópata en paro. A field in England (2013) tiene todo los atractivos del cine fantástico con alquimista incluido. Se diría que Wheatley es un coleccionista de rarezas o, más bien, un director con una irreprimible tendencia a lo extraño. Pero no siempre lo extraño es garantía de entretenimiento. No basta con elegir un tema original para construir una película que pase por derecho propio a la historia del cine: hace falta que esa película tenga coherencia interior, ritmo narrativo, lógica en su guionización, buena construcción de los personajes y, sobre todo, inteligibilidad. High-Rise no va sobrado de todos estos elementos.

High-Rise

Sinopsis La historia narra la llegada del doctor Robert Laing a la Torre Elysium, un enorme rascacielos dentro del cual se desarrolla todo un mundo aparte, en el cual parece existir la sociedad ideal. Pero secretamente, el recién llegado se sentirá perturbado ante la posibilidad de que este orden utópico no sea tal. Sospechas que rápidamente serán corroboradas de la forma más siniestra.
País Reino Unido
Director Ben Wheatley
Guión Amy Jump
Música Clint Mansell
Fotografía Laurie Rose
Reparto Tom Hiddleston, Sienna Miller, Jeremy Irons, Luke Evans, Elisabeth Moss, James Purefoy, Keeley Hawes, Reece Shearsmith, Peter Ferdinando, Sienna Guillory, Stacy Martin, Enzo Cilenti, Augustus Prew, Tony Way, Dan Renton Skinner
Productora Coproducción Irlanda-Reino Unido-Bélgica
Género Ciencia ficción
Duración 118 min.
Título original High-Rise

Trailer

Calificación4.5
4.5

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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