Irrational Man (2015), de Woody Allen

“Incluso la imperfección puede tener su ideal de perfección”.

Th. de Quincey

Woody Allen explora en este film las ideas sobre el crimen como acto liberador (libertad que no obstante ata). Película que lleva a recordar ese sugestivo título de Thomas de Quincey «Del asesinato considerado como una de las bellas artes» o incluso la película “La soga” (1948) de Alfred Hitchcock, en donde se nos habla de algún modo –mordaz e irónico– sobre la relación entre erudición y brutalidad, entre la complejidad y la contradicción. Allen consigue con este film continuar una temática dostoievskiana con un lenguaje exquisito, lleno de prosa, humor negro y un argumento con giros inesperados que hacen que el tiempo fluya y no se ahogue. Es un film ubicado entre el mar y la arena, donde se puede sentir la sensación tanto dulce como salobre de la libertad y la opresión propias del hombre frente al horizonte (¿Tiene la vida algún sentido o es posible asignarle uno?). Un viaje reflexivo que va de los puentes y abismos nihilistas hasta las cumbres más altas y motivantes de lo fundamental.

¿Qué es la libertad? ¿Cómo se puede ejercer? ¿Qué es el bien? ¿Cómo actuar moral o racionalmente? ¿Qué es lo justo? ¿Hasta cuándo es oportuno seguir nuestros instintos por placer y bienestar? ¿Hasta dónde se hace significativa la culpa o el castigo? ¿Cuál es el límite de lo correcto? ¿Hasta dónde ser demasiado bondadoso o demasiado malo se hace vulgar? ¿Qué separa a la teoría de la realidad? ¿Hasta dónde tiene que golpear el martillo o cuanto tiene que romper? El horizonte siempre está surcado por grandes praderas o en su defecto por embravecidas aguas, la cuestión allí es saber sopesar el mejor modo de surcarlas, asumiendo (con el mejor carácter) el siguiente paso hacia lo vital o hacia la muerte (sin olvidar que las dos siempre tienen cerca los peñascos).

Como suele suceder en el marco de sus películas de Woody, este no deja de sorprendernos con su forma de ligar el romanticismo con el misterio, bajo tramas simples donde acontecen cosas extra-ordinarias sin alejarse de la vida real. En este caso, un filósofo y profesor existencial –ligado no a la vida, si no a la autodestrucción– encuentra forma de darle un respiro a su vida deprimente por medio de lo que él cree es un acto glorioso y justo. Con estupendas interpretaciones de Joaquin Phoenix y Emma Stone, Allen nos atrapa dentro un argumento, una estética leve –pero menos elaborada que otras de sus realizaciones o crónicas sobre crimen como “Delitos y faltas” (1989) o “Match point” (2005) –, y muy a su estilo monotemático, armónico y cómico, que, sin embargo, tiene sobresaltos (irreverentes y perversos), dirigidos hacia lo romántico, el drama y lo inesperado. El film es un fino ataque filosófico a un vano y atascado esnobismo, a la soberbia irracional y la ética maltrecha que se enreda en tribulaciones sin-sentido.

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