Lejos de los hombres (2014), de David Oelhoffen – Crítica

Lejos de los hombres

Hay una clase de películas que, subyugadas bajo el peso de los poderosos estrenos hollywoodienses, se convierten en “películas fantasmas”; inexistentes para la gran mayoría del público, condenadas a vagar sin pena ni gloria por las carteleras de todo el mundo con muy pocas semanas de proyección, levantando apenas un susurro de interés por parte del gran público, cuando lo que merecerían es una mayor repercusión, no solo por sus valores cinematográficos, sino también por sus intereses divulgativos, éticos o morales.

Lejos de los hombres, segunda película dirigida por el realizador francés David Oelhoffen (que también firma el guion), entra dentro de esta categoría. El filme está basado en El huésped, un relato breve del escritor Albert Camus, cuyo espíritu está presente durante todo el metraje a pesar de tratarse de una adaptación muy libre. Los personajes del filme son un paradigma de los personajes de Camus: se esfuerzan por encontrar el significado de su existencia en el universo para, finalmente, darse cuenta de que ese significado que tanto anhelan no existe.

Con un ritmo pausado, que nunca llega a hacerse pesado, Oelhoffen nos introduce en una historia de desarraigo, esa sensación de no pertenecer a ningún sitio, muy bien reflejada por la situación que viven los dos personajes protagonistas, que se ven obligados a emprender un viaje a través de los enormes paisajes desérticos de un país que ya nunca más será la patria de ninguno de los dos. Solo la amistad y la obligación de actuar de forma correcta y justa les motiva para seguir adelante.

Los temas que trata la película son profundos y complejos: la dificultad de convivir con los demás, el choque entre el mundo occidental y el mundo árabe, el conflicto de la guerra, que aflora el lado más horrendo del ser humano, y la injusticia del sistema colonial. Temas que, junto con el paisaje, están muy relacionados con el western americano: hombres blancos colonizadores (los franceses) contra hombres nativos salvajes (los árabes). El mismo Oelhoffen define su película como un western humanista, al estilo de Pequeño gran hombre, Las aventuras de Jeremiah Johnson o Bailando con lobos, películas que dejan de lado el mito del salvaje oeste y se centran en el conflicto entre las personas, sin señalar quienes son los buenos y quienes los malos.

Lejos de los hombres

Los dos actores protagonistas están soberbios; Viggo Mortensen vuelve a dar una lección de interpretación, hablando esta vez en francés y en árabe, sin aspavientos ni exageraciones nos transmite todas las emociones por las que pasa su personaje a lo largo de la historia. Y Reda Kateb no se queda atrás dando la réplica al personaje de Mortensen, con su mirada llena de resignación y sus silencios que dicen más que muchas palabras.

Además de las excelentes interpretaciones, destaca la impecable fotografía, casi todas las escenas están rodadas en localizaciones exteriores usando luz natural, y la fantástica banda sonora, compuesta por Nick Cave y Warren Ellis, que huye de las melodías típicas de África del Norte, envolviendo las imágenes en una atmósfera íntima con sonidos cálidos que invitan a la reflexión.

Lejos de los hombres es una película que trata de la dificultad que tenemos de comprender y respetar a personas de otra cultura, y nos da pie a reflexionar sobre este conflicto que, posiblemente, es el conflicto más complejo de la historia del ser humano. Merece ser vista.

Lejos de los hombres

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David Naranjo Murillo

Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones, enfermo de cine y literatura y padre de una hermosa niña. Mi religión es el dudeísmo (véase ‘El gran Lebowski’), cuyo objetivo es encontrar la felicidad en las cosas sencillas de la vida.

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