Malasaña 32 (2020), de Albert Pintó – Crítica

La película comienza y se desarrolla mal y concluye consumando un producto audiovisual típico, monótono y aburrido. 

No existe el número 32 de la calle Manuela Malasaña de Madrid (solo llega hasta el 30), como tampoco existirá en nuestra memoria la nueva película de Albert Pintó. El director de Matar a Dios (2017), aquella jugosa y divertida ficción que creó junto a Caye Casas, decepciona ahora en su nueva propuesta de terror, Malasaña 32.

Esta vez en solitario en la silla de dirección y con varias promesas detrás del guion e inspirado por una historia real sucedido en los años setenta, todas las esperanzas jugaban a favor de Pintó, quien debía ofrecernos algo terrorífico a la par que nostálgico. En el prólogo, aunque aterrador, ya se descubren las pobres costuras del género con más clichés del cine. La casa (o, en este caso, el piso) maldita, una canica rueda sola y llega misteriosamente hasta los pies de una vieja con muy mala espina… Ah mierda, ahí vamos otra vez.

El barrio en sí ofrece muchos elementos para una buena cinta de terror, sin embargo, no vemos prácticamente nada interesante fuera del piso maldito.

La película apuesta por su reparto, algo desconocido. En esa familia de pueblo que se muda a la gran ciudad se reconocen personajes interesantes, el barrio está lleno de vida, los edificios tan altos guardan secretos diferentes a los de una finca solitaria y tanto padres como hijos manejan como pueden la adaptación en su nuevo hogar. En tanta tierra de oportunidades la única que destaca es la joven actriz Begoña Vargas. Reconozco a una buena y prometedora profesional, sabe portarse y postrarse ante lo sobrenatural y se entrevé su capacidad por trabajar un buen papel protagonista. No obstante, la película va sobre los sustos, ocupan la gran pantalla y estorban demasiado el ritmo desenfrenado.

Como madrileño puedo decir que he visto pisos de Malasaña igual o más terroríficos que el de la película. El barrio en sí ofrece (incluso en la actualidad) muchos elementos para una buena cinta de terror, sin embargo, no vemos prácticamente nada interesante fuera del piso maldito. El recurso más utilizado es el de los sonidos de la época: un antiguo teléfono, un metrónomo, una vieja silla balancín, un sistema eléctrico del año de la polca, etc. Las demás jugadas técnicas para el buen espanto hacia el público son repetitivas y un tanto aburridas.

En cuanto a lo narrativo hay poca cosa que rescatar. Las decisiones de los protagonistas son increíblemente estúpidas (no me explico cómo pueden quedarse solos tanto rato y sabiendo, además, las circunstancias maléficas del lugar), y despiertan aquella risa de vergüenza ajena en muchas escenas que no debían ser cómicas para nada. La única buena sorpresa es la participación de Concha Velasco hacia el final de la historia. Por supuesto que ella sola no podía rescatar lo poco valorable que hay detrás; la película comienza y se desarrolla mal y concluye consumando un producto audiovisual típico, monótono y aburrido. 


Sinopsis Manolo y Candela se instalan en el madrileño barrio de Malasaña, junto a sus tres hijos y el abuelo Fermín. Atrás dejan el pueblo en busca de la prosperidad que parece ofrecerles la capital de un país que se encuentra en plena transición. Pero hay algo que la familia Olmedo no sabe: en la casa que han comprado, no están solos…
País España
Dirección Albert Pintó
Guion Ramón Campos, Gema R. Neira, Salvador S. Molina, David Orea
Reparto Begoña Vargas, Iván Marcos, Bea Segura, Sergio Castellanos, José Luis de Madariaga, Iván Renedo, Javier Botet, María Ballesteros, Rosa Álvarez
Género Terror
Estreno 17/01/2020

Calificación4
4

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