Pride (2014), de Matthew Warchus – Crítica

Pride

Es difícil describir una película que ha sido clasificada a la vez como “drama social”, “comedia dramática”, “documento histórico” o “testimonio gay”. En realidad, el argumento de ‘Pride‘ gira en torno a dos ejes: la homosexualidad y la crisis de la minería, sobre el trasfondo de un episodio ocurrido durante el gobierno de Margaret Thatcher.

No esperen ni carcajadas, ni tragedias, tan solo medias sonrisas y cierta ternura, ligero sabor amargo y grandes dosis de ingenuidad. A pesar de todo, es una película positiva que a ratos recuerda a esas telemovies que se ven en familia durante la sobremesa de los sábados y que, tras entretenernos durante dos horas, se olvidan, sin que tengamos la sensación de haber perdido el tiempo. Igualmente, cuando termina la proyección de ‘Pride‘ nos queda la convicción de que no hemos visto la película definitiva sobre la oleada de huelgas y despidos de mineros que asolaron Gran Bretaña en los años 80, sino tan solo una anécdota, intrascendente si se nos apura, sobre las relaciones entre gays y mineros.

En efecto, la película narra un hecho, más o menos, histórico: el apoyo prestado por el LGSM, Lesbian&Gays Support the Miners (gays y lesbianas en apoyo a los mineros), a los mineros en huelga en un pequeño pueblo escocés, durante la oleada huelguística que sacudió al Reino Unido en la primera parte del mandato de Margaret Thatcher.

En realidad, este episodio de la historia social del Reino Unido ya ha sido tratado en clave de “drama social” y de “comedia dramática” y es difícil, sino imposible, superar. Ahí está ‘Full Monty‘, en la que aparecen todos los elementos que constituyen el decorado de ‘Pride‘. Han pasado dieciocho años desde que Peter Cattaneo nos obsequió con aquella película que presentaba con unas pocas pinceladas la liquidación de la minería inglesa para mayor gloria del neoliberalismo.

Full Monty‘, en efecto, ya ensayó la imbricación entre minería y sexualidad. Y el ensayo, en tanto que feliz, todavía se recuerda hoy. No ocurrirá lo mismo con ‘Pride‘, película a la que, ciertamente, reconocemos algunos méritos –no aburre y eso, en los tiempos que corren, ya es mucho– pero que sabe a poco y se olvida pronto: a fuerza de querer filmar una película “positiva”, tremendamente positiva, con una música “energética”, el resultado final es terriblemente ingenuo, casi candoroso. Una película entretenida, bien contada, ágil y dinámica, pero en absoluto genial. Puede verse e incluso entretendrá, a condición de que no esperemos maravillas.

El artífice de esta cinta es Matthew Warchus, un director de teatro que no se prodiga mucho tras las cámaras. De hecho, no recordábamos haber visto ninguna película suya desde que se proyectó ‘Círculo de Engaños‘ (1999) con Nick Nolte, Jeff Bridges y Sharon Stone, un elenco que, a pesar de garantizar en la época un éxito seguro, fue un fracaso de crítica y obtuvo pobres resultados en taquilla. Desde entonces, Warchus ha filmado algunas cintas que no han llegado a España, pero sobre todo se ha dedicado a montar musicales en Broadway y piezas teatrales que, a fin de cuentas es lo suyo a la vista de la sólida formación que tiene en este terreno y de los premios que le han acompañado desde su juventud.

La interpretación es correcta y en la película veremos a esos actores que reconocemos de otras películas, pero de cuyo nombre no solemos acordarnos. Reconoceremos, por ejemplo, a Ben Schenetzer, secundario en ‘La Ladrona de Libros‘; o a Monica Dolan, secundaria habitual en producciones inglesas; y a Georg McKay, que nos remitirá a su papel en dos películas muy recientes: ‘Amanece en Edimburgo‘ (1913) y ‘Mi Vida Ahora‘ (1913). En cuanto a Bill Nighy, creo que no nos equivoquemos definiéndolo como actor inglés de moda desde ‘Radio en cubierta‘ (2009), seguramente gracias a su proverbial versatilidad y que en esta cinta, igualmente, brilla con luz propia. Y por último Dominic West, al que recordamos como protagonista de la serie ‘The Affair‘.

Pride‘ fue nominada como Mejor comedia o musical en la pasada edición de los Globos de Oro y en los Premios BAFTA (de la Academia de Cine y TV británica) al mejor debut de un escritor, director o productor británico. No ganó, quizás las nominaciones le venían demasiado grandes. El lobby gay, siempre dispuesto a apoyar producciones que aborden la temática homosexual, al margen de su calidad intrínseca, ha atribuido demasiado valor a una película buena, pero no lo suficiente como para ser premiada.

En una sociedad tolerante y abierta como la británica de los años 80, daba la sensación de que las minorías sexuales no terminaban de salir de su marginación, especialmente entre el proletariado más tradicional: la minería. Nada más contradictorio, a primera vista, que la distancia que parecía separar a gays salidos de la ebanistería y a mineros regurgitados por  túneles tapizados de carbón. Y, sin embargo, nada era más fácil y nada fue un obstáculo para quienes creían en lo que estaban haciendo: la normalización de lo gay estaba a un paso y aquel episodio del movimiento obrero lo demostró.

De ahí lo positivo de la película y el mensaje que trasciende al universo gay y que puede ser aplicable a cualquier actividad humana: haz aquello en lo que crees. El segundo mensaje de la cinta es igualmente claro: dos mundos que aparecen, en principio, antagónicos, están separados únicamente porque se ignoran mutuamente. Una vez se conocen, tienden a disipan sus reservas; cualquier barrera salta por los aires, ya no son mundos en conflicto sino que aparecen como las vías paralelas de un tren.

El problema es que ninguno de estos temas constituye hoy, en 2015, una novedad. Desde que uno de los Village People’s actuaba disfrazado de obrero de la construcción, insistir en la idea de que un gay puede ser un tipo duro, probo y esforzado proletario, no es una novedad.

El neoliberalismo terminó imponiéndose en todo el mundo precisamente porque Margaret Thatcher venció su pulso con los mineros. No lograríamos entender nada del desorden económico contemporáneo si no nos remitiéramos a una Thatcher convencida del axioma: “menos Estado, más Mercado”, por mucho que determinados grupos sociales –los trabajadores de la minería y no sólo en el Reino Unido, sino también los de muchos otros lugares de Europa– fueran arrancados de sus trabajos, arrojados al paro y a la precariedad.

Lo esencial de aquel episodio no fue que unos pocos mineros  se convencieran de que los gays no eran tan malos como creían, sino que, la marcha de la modernidad les había apeado del mercado laboral. Y esto la película dista mucho de reflejarlo, entreteniéndose en la anécdota, simpática pero intrascendente, entretenida pero no fascinante; pasable, pero no arrebatadora; políticamente correcta, pero mera anécdota al fin y al cabo. Y el tema daba para más, para mucho más.

Pride

Sinopsis En el verano de 1984, siendo primera ministra Margaret Thatcher, el Sindicato Nacional de Mineros convoca una huelga. Durante la manifestación del Orgullo Gay en Londres, un grupo de lesbianas y gays se dedica a recaudar fondos para ayudar a las familias de los trabajadores.
País Reino Unido
Director Matthew Warchus
Guión Stephen Beresford
Música Christopher Nightingale
Fotografía Tat Radcliffe
Reparto Ben Schnetzer, Monica Dolan, George MacKay, Bill Nighy, Andrew Scott, Imelda Staunton, Dominic West, Paddy Considine, Joseph Gilgun, Sophie Evans, Jessie Cave, Freddie Fox
Productora Calamity Films
Género Comedia
Duración 120 min.
Título original Pride
Estreno 20/03/2015

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Calificación5
5

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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