Profesor en Groenlandia (2018) de Samuel Collardey – Crítica

«Profesor en Groenlandia desprende un tono de genuina sorpresa que no deja de ser maravilloso en cada secuencia, pero que también hace añorar una concepción más profunda sobre aquello que prometía contar»

Anders Hvidegaard es un profesor recién licenciado con ganas de escapar de la metrópolis danesa, un idealista con inquietudes aventureras que no quiere limitarse a las posibilidades que le ofrece la vida en la ciudad. Por ello, cuando se le ofrece un puesto de trabajo en Groenlandia, rechaza ir a la capital y se lanza de cabeza a Tiniteqilaaq, un asentamiento costero de apenas 80 habitantes donde las condiciones extremas de vida contrastan con la belleza de un entorno severamente perjudicado por el cambio climático.

La Arcadia soñada por el joven se ve rápidamente truncada al descubrirse en la posición del falso salvador blanco para una población que no necesita ni su danés ni sus moralinas europeístas sobre la educación, la idea de civilización o las estructuras familiares.

La principal virtud es la sutileza con la que la propia imagen nos cuenta la historia, sin necesidad de redundar por la vía del diálogo.

Profesor en Groenlandia es el nuevo trabajo de Samuel Collardey, quien ya había experimentado anteriormente con el choque cultural. Esta vez nos presenta un retrato antropológico de los inuit, a caballo entre la ficción basada en hechos reales y el documental de viajes, que nos enseña más sobre nuestra distorsionada percepción eurocéntrica del mundo que sobre el pueblo en sí mismo.

A diferencia de la tradición narrativa del discurso colonial, donde el hombre blanco conquista los corazones de los indígenas con las fantasías de la civilización y se proclama “rey entre los salvajes”, Profesor en Groenlandia muestra cómo es Anders quien debe adaptarse a través de la lengua, las costumbres y los medios de vida del pueblo para vivir la experiencia total de la aventura, es decir, esa que renuncia a las cómodas estructuras de poder que durante siglos han justificado la desaparición de lenguas, tradiciones y culturas subordinadas al dañino interés europeo.

La principal virtud de esta película es la sutileza con la que la propia imagen nos cuenta la historia, sin necesidad de redundar por la vía del diálogo en cuál es su posición. De hecho, la endeble presencia del argumento ficticio provoca que en algún punto el protagonista se convierta en un elemento absolutamente irrelevante para la historia, siendo únicamente el espectro de nuestra blanquitud chocando ante el espejo.

Normalmente, estas películas sobre el encuentro cultural acaban forzando una empatía impostada hacia la otredad porque convierten el elemento humano en una parte más del decorado, un exotismo que admirar porque se le presupone más primitivo, más puro, en oposición al decadentismo de la vida en ciudad. No es que Profesor en Groenlandia no juegue esa carta de alguna forma, pero como mínimo es consciente de ello y trata de romper la restricción cognitiva del estereotipo a través de la que, de momento, parece ser la técnica más efectiva: limitarse a la observación.

No es fácil desgranar hasta dónde llega la ficción o cuándo la película deja de serlo para convertirse en un documental. Sencillamente es algo que fluye y funciona. Puede que la espectacular fotografía paisajística o el mínimo interés que despierta la historia personal del protagonista tengan algo que ver con este salto, pero tampoco le resta mérito a una decisión inteligente. Cuando el profesor sale del foco y todo el peso narrativo recae en Tiniteqilaaq es cuando la película se vuelve especial. Es el momento en que desaparece la condescendencia habitual que suele empañar las historias sobre el contraste cultural y el espectador queda a cargo de sus propias conclusiones.

La película no es una regañina explícita por los prejuicios etnocentristas.

Sin embargo, apostar por el realismo y la cotidianidad en estado puro, aunque sea con el fin de retratar una existencia totalmente ajena a nuestra idea del mundo, también tiene un contra importante. La ilusión de mirar por una ventana a una realidad remota y estar aprendiendo sobre ella es siempre excitante y placentera, pero como toda ilusión se desvanece al cabo de los días, y la huella que deja no es mucho más intensa que al mirar una postal. La impresión de haber trascendido la mirada del aventurero para entrar en el nuevo mundo del profesor es poderosa y dura muy poco. Tras ese instante lúcido empieza una sucesión de imágenes de impactante belleza y notable superficialidad. Volvemos a la observación pasiva del turista con una falsa creencia de habernos integrado. Hubiera sido interesante que, una vez señalado el pecado del etnocentrismo, Profesor en Groenlandia nos hubiera devuelto algo más que la magnificencia del paisaje.

La mayor virtud de la película es no ser una regañina explícita por los prejuicios etnocentristas, pero tiende a perderse en la complacencia, haciéndonos olvidar por momentos que todo empieza con un señor al que le piden por favor que se mantenga siempre por encima de los que le van a acoger.

Mención especial al valor que tiene siempre rodar en exteriores con el escenario natural como único recurso estético, y con unos actores no profesionales que despiertan una cercanía tan tierna como veraz. Profesor en Groenlandia desprende un tono de genuina sorpresa que no deja de ser maravilloso en cada secuencia, pero que también hace añorar un poco una concepción más profunda sobre aquello que prometía contar.


Sinopsis Un profesor recién licenciado decide dejar su Dinamarca natal en busca de una aventura laboral en Groenlandia. Gracias a una serie de curiosas circunstancias, Anders cuestionará sus convicciones centroeuropeas y aceptará su nuevo estilo de vida polar.
País Francia
Dirección Samuel Collardey
Guion Samuel Collardey, Catherine Paillé y Grégoire Debailly
Música Erwann Chandon
Fotografía Samuel Collardey
Reparto Anders Hvidegaard, Asser Boassen, Thomasine Jonathansen, Gert Jonathansen, Julius Nielsen, Tobias Ignatiussen, Ina-Miriam Rosenbaum, Berge Hvidegaard
Género Drama
Duración 94 min.
Título original Une année polaire
Estreno 01/03/2019

Calificación6
6

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