The Dreamers (2003), de Bernardo Bertolucci – Crítica

The dreamers

«The Dreamers es una declaración de amor al séptimo arte. El cine, dentro del propio, se convierte en el nexo de tres personajes, que entre debates políticos y charlas culturales recrean afamadas obras cinematográficas»

«La calle ha entrado por la ventana», advierte Isabelle.  Y es que, el cineasta italiano Bernardo Bertolucci, echa la vista atrás hacia una Francia insurrecta del 68, donde dos hermanos con una extraña relación, Theo e Isabelle, acogen en su casa al norteamericano Mathew.

The Dreamers es, sin duda, una declaración de amor al séptimo arte. El cine, dentro del propio, se convierte en el nexo de tres personajes, que entre debates políticos y charlas culturales recrean afamadas obras cinematográficas, desde La venus rubia hasta Scarface, ambas de 1932. Incluso algunos planos, como el juego de espejos en un espacio cerrado, evocan irremediablemente a El último tango en París (1972), uno de los filmes más polémicos del propio director.

No obstante, el interés por el cine, junto con el contexto histórico, no son más que elementos para justificar la actitud romántica de los protagonistas -incluyendo su libertinaje-, los cuales también rezuman frivolidad por todos los poros: Su lucha se manifiesta, irónicamente, entre cuatro paredes. De esta manera, Bertolucci nos muestra la revolución desde la mirada de una acomodada clase burguesa que bebe vino Château, lo cual puede provocar cierto rechazo en el espectador hacia unos jóvenes culturetas, que parecen entender y apoyar, pero apenas se implican.

Lo realmente aplaudible de The Dreamers no es solo el recorrido por la alta cultura, pasando por cintas representativas del modelo clásico y por los acordes de Jimi Hendrix o la desgarrada voz de Janis Joplin, sino también la dualidad de las lenguas -francés e inglés-, las imágenes de archivos utilizadas en la primera parte de la película y la disputa que se plantea entre la revolución intelectual -donde Matthew hace una interesante reflexión sobre el maoísmo-  y el uso de armas.

También destaca la hipnótica Eva Green, que a pesar de trabajar con actores de categoría, como son Michael Pitt -Funny Games (2007)- y Louis Garrel –El sueño de Gabrille (2016)- consigue arrollar a los que están a su alrededor.

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