Diplomacia (2014), de Volker Schlöndorff – Crítica

diplomacia

París, año 1944. Un general nazi, en práctica retirada por la llegada inminente de los aliados, recibe la orden de Hitler para destruir la ciudad. De madrugada aparecerá de entre las “alcantarillas” un diplomático sueco, para intentar convencer al general de que detenga esa masacre.

General nazi, interpretado por Niels Arestrup.
Diplomático sueco, interpretado por André Dussollier.

Hoy comienza este índice acusador señalando lo mejor de la esta buena película: los dos actores principales.

De ellos, el trabajo de Niels Arestrup es un ejemplo de excelencia y perfección, levantada sobre lo pequeño, los detalles, las sutilezas, y en los gestos apenas perceptibles. Este actor, utiliza y muestra con muy poco todo aquello que es esencial, a la postre lo que es verdad, importa y debiera interesar. Todas estas cualidades las incorpora a un personaje aparentemente frío y monótono, en diálogos que no dan juego para la estridencia, un nazi que no grita, ni hace aspavientos, ni tiene frases lapidarias, ni va en una silla de ruedas que mueve con un mando bucal, ni interpreta a un autista que cuenta palillos en el suelo. Como digo, excelente este actor francés.

Su compañero de reparto, André Dussollier, lo tiene un poco más fácil, pero queda un poco por detrás del anterior. Y lo tiene más fácil porque tiene a su favor la ironía y el humor del personaje –atención a las veces que coge el sombrero como para marcharse, o porque le echan de la habitación, pero nunca termina de salir-. Le dotaron con los gestos y palabras propias para el guiño de pícaro, que por supuesto, le va a permitir hacerse con el público atento. Cuenta con la capacidad para poder sorprender, porque guarda secretos que va soltando según y cómo los acontecimientos se lo aconsejan -un diplomático cuya aparición en escena, a oscuras, y colándose por el doble fondo de la habitación principal, son pistas de que este personaje de verbo inagotable, tiene algo escondido dentro de la chaqueta-. Es generalmente, quien lleva la iniciativa en las conversaciones con el general alemán.

Es complicado salir bien parado de esta película –nada comercial, pese a las aclaraciones históricas finales, y la música de fondo cuando sobrevolamos el París liberado- y de esta situación en la que se encierran por decisión libre y mano a mano, en una habitación amplia, a dos únicos personajes durante unos 45 minutos, aún con interrupciones externas (esto deben de saberlo bien las gentes del teatro).

En el cine y en el caso como es este, al director no le queda otro camino que luchar contra la “rutina”, la monotonía, la comodidad y el inmovilismo verbal y de los actores, tirando de todos los recursos que el lenguaje propio del cine le permite.

Con estas premisas de partida se verá obligado como digo, y en primer término, a utilizar un espacio muy amplio por los que “desplazar” y mover a los personajes, además de para poder mover sin descanso, con criterio y sabiamente la cámara. A continuación y ya delimitado el espacio, irá añadiendo más “aliados” a la narración: el trabajo en el montaje; los ensayos y repeticiones que le permitirán los análisis para la puesta en escena; el trabajo con la iluminación que le va a permitir mostrar las distintas caras de los dos protagonistas; la interposición delante del objetivo de objetos (hay una lámpara de mesa que sale más que muchos personajes), o bien de las espaldas, brazos, cabezas de otros personajes que están de paso; el truco de las imágenes especulares; y la obligación de luchar contra el estatismo de los  actores obligándoles para ello a: escribir, leer, fumar, comer, beber, etc…

Sin embargo, la atmósfera de recinto cerrado llega a agobiar, y esto se ve agravado porque la mitad de los hechos se cuentan por la noche, sin profundidad, ni la claridad del sol. Cada vez que la cámara sale para vender París, e incluso cada vez que sale de esa habitación opresiva para aparecer en otro espacio cerrado, todo respira un poco, y el espectador se siente aliviado.

Conforme iban pasando los minutos, y una vez comprendidos los condicionantes generales básicos en los que se estaba desarrollando la historia, me iba haciendo de forma recurrente la misma pregunta: ¿Cómo hará el director para evitar que el personaje del diplomático sueco, se vaya, o le echen de la habitación del general nazi? Hasta en dos ocasiones lo consigue, y en ambas, de forma no forzada y convincente.

Pese a todas estas dificultades, y que el peligro para la cabezada y el ronquido estaban agazapados en algunas partes de los diálogos (las comodidades de los Verdi tienen algo de culpa en esto también), acentuados estos peligros además por ese suave, uniforme y susurrante acento francés, Schlöndorff logra aguantar bien el tipo y el interés en las conversaciones. Los diálogos son fluidos y se desarrollan de manera natural, sin saltos, ni quiebros. En este sentido y como propuesta formal de la película, ‘Diplomacia’ recuerda bastante a ‘La huella’ de Manckiewicz en 1972, sólo que ésta prolonga y mantiene sus diálogos irrebatibles y perfectos entre otros dos personajes totalmente distintos a los de hoy, durante casi 2 horas. Mankiewicz, por supuesto, ya era para entonces uno de los indiscutibles.

Desde otro punto de vista, la relación entre “iguales” que la película de hoy establece, se comprende enseguida. Recuerda el contexto histórico, la situación y las formas en el trato, que se ven en ‘La gran ilusión’ de Renoir. En ambas, los personajes, que por cierto casi repiten nacionalidades y graduaciones profesionales, saben enseguida que pertenecen al mismo estrato social, económico, militar, pero sobre todo, al mismo estrato esencial y vital, aquel en el que se incluyen esas cualidades “positivas” no mensurables e inefables del hombre.

Entre ambos tipos y de partida, se presenta muy pronto una “aparentemente” auténtica relación de identificación con el otro (más en el caso del nazi hacia el sueco, que al revés). Es de ese tipo de relaciones que usa solamente las palabras justas, las adecuadas, y repele instantáneamente lo superfluo e innecesario. Una relación  de complementos, en la que uno podría terminar con los ojos cerrados lo que el otro comenzó. Una relación fundamentada en hechos, que reniega de los papeles y las firmas, una relación de identificación en, y con, el que se tiene delante; una relación en la que se da sin esperar el cambio.

Por lo visto esta mañana, y ya para terminar, de todas las posibles interpretaciones y significados a las que se llega sobre lo que la Diplomacia puede llegar a ser, uno se queda con aquella que más se aproxima a “la ley de la energía”:
Diplomacia, dícese del juego en el que alguien logra su objetivo, a costa de que otro alguien de forma voluntaria pierda, o entregue, algo esencial.

diplomacia

Sinopsis El cónsul sueco debe entrevistarse en el hotel Meurice con Dietrich von Choltitz, el gobernador militar alemán de París. La misión del cónsul consiste en convencer al general para que no ejecute la orden de activar los explosivos que harían volar los principales monumentos de la capital francesa, tal y como ha ordenado Hitler.
País Francia
Director Volker Schlöndorff
Guión Volker Schlöndorff, Cyril Gely (Obra teatral: Cyril Gely)
Música Jörg Lemberg
Fotografía Michel Amathieu
Reparto André Dussollier, Niels Arestrup, Robert Stadlober, Paula Beer, Burghart Klaußner, Charlie Nelson, Jean-Marc Roulot
Productora Coproducción Francia-Alemania; Film Oblige / Blueprint Film / Gaumont
Duración 84 min.
Género Drama
Título original Diplomatie
Estreno 14/11/2014

Trailer

Calificación8
8

Share this post

No existen comentarios

Añade el tuyo