Cuando en 2002 estrenó ‘Secretary’, Steven Shainberg rondaba los 40 años de edad. Tras la intrascendente ‘Hit Me’, el director norteamericano consiguió el Premio Especial del Jurado en Sundance y una nominación a los Globos de Oro para su actriz protagonista Maggie Gyllenhaal.

Muchos pensaron que aquel trabajo significaba el tardío nacimiento de una importante figura dentro del cine independiente norteamericano. Se elogió su originalidad y su valentía, las críticas fueron predominantemente positivas, y lo provocativo de la propuesta ayudó a que esta obtuviera una mayor repercusión.

Tardó cuatro años en estrenar una nueva película, ‘Fur: Retrato de una obsesión’. A pesar de contar con dos estrellas como Nicole Kidman y Robert Downey Jr., este nuevo trabajo prometía ser tan valiente, loco y personal como el anterior. Sin embargo, pasó con más pena que gloria. Ni los cinéfilos la recibieron con gran júbilo, ni mucho menos el gran público.

‘Fur: Retrato de una obsesión’ es un biopic muy libre sobre una persona que buscó la libertad durante toda su vida, un trabajo indisciplinado sobre una artista insurrecta, la fotógrafa Diane Arbus. Mezclando elementos reales con otros estrictamente ficticios, Shainberg pretende acercarnos a su personalidad y sentimientos.

La película adolece de un desequilibrio brutal. Su arriesgadísima apuesta funciona, o al menos a mí me funcionó, durante hora y media, pero se derrumba en su tramo final, el más convencional y melodramático. Antes de esto, ‘Fur’ es estimulante y curiosa, diferente. No la considero un fracaso a pesar de lo mucho y malo que se ha dicho de ella. Desde su estreno en 2006, Shainberg no ha vuelto a ponerse tras la cámara. Espero que la razón no haya sido las críticas negativas. El cine necesita más directores valientes como él.