Pasolini (2014), de Abel Ferrara – Crítica

Pasolini

La primera secuencia del último estreno de Abel Ferrara combina imágenes del controvertido filme de Pier Paolo PasoliniSaló o los 120 días de Sodoma‘ (1975) con una entrevista al director italiano en cuestión –interpretado por Williem Dafoe–, en la que declara explícitamente la necesidad, y también el mórbido placer, de la provocación.

Obviamente, un inicio como este es toda una declaración de intenciones por parte del realizador neoyorquino, pues de manera casi inmediata nos sitúa en el paisaje intelectual y ético de la propuesta, al evidenciar, por un lado, en qué consiste su fascinación por la figura de Pasolini y, por el otro, al establecer una soterrada equiparación de intenciones y motivos entre ambas trayectorias artísticas.

A partir de aquí, la película relata las últimas 48 horas de la vida de Pasolini, alternando escenas de su devenir cotidiano en Roma con dramatizaciones de algunas de sus últimas entrevistas y con la ficcionalización de varias de sus obras inconclusas, especialmente el guión ‘Porno-Teo-Colosal‘. A primera vista, se diría que la pretensión de Ferrara es llevar a cabo un «biopic» a contracorriente, explícitamente alejado de los estándares de Hollywood, de ahí que haya evitado tanto el tono hagiográfico como la pesadez expositiva de detalles y datos biográficos que suelen eternizar la duración de las cintas de este género.

Hay que señalar, sin embargo, que la pretendida originalidad de esta estructura narrativa no es tal, pues guarda abundantes –y evidentes– similitudes con ‘Mishima‘ (1985) de Paul Shrader. Es más: en esta, su máximo responsable articulaba el universo del escritor japonés a través de sus últimas horas y de sus escritos con sutileza y pericia, gracias a su capacidad para hacer hincapié en la psicología del propio Mishima y en lo que de sí mismo, así como de su época, circunstancias y nación, había en sus textos. Para ello, Shrader se situaba en un segundo plano y traducía en recursos netamente cinematográficos la sensorialidad y la exquisitez de la prosa de Mishima, mientras que escritos o experiencias puntuales servían como glosa o premonición de su fatal desenlace. En definitiva, se trataba de una acertada opción estilística mediante la cual se introducía al espectador, inadvertidamente, en uno de los típicos cuentos morales del guionista y director de Michigan, centrados en el retrato de seres humanos tan diferentes como al límite.

Por el contrario, Ferrara no ha sabido, o mejor dicho no ha querido, tomar una posición secundaria, de forma que ‘Pasolini‘ no es tanto una recreación de la vida y la obra del director boloñés, sino una interpretación excesivamente sesgada de ambas con una intención muy clara –la de convertir al autor italiano en un “mártir” de la provocación–, que poco o nada tiene que ver con la comprensión global, o siquiera el homenaje, de su figura. Ello tal vez explique que, firmando la película quien la firma, y centrándose en el personaje histórico que se centra, se trate no obstante de un proyecto insustancial y desvaído, que entiende lo chocante solamente desde el punto de vista sexual –algo que puede escandalizar a los compatriotas de Ferrera, pero que para el público europeo resulta inocuo– y que, en cambio, obvia casi por completo los aspectos más controvertidos de la persona retratada. Y con ello, por supuesto, no me refiero a su homosexualidad o a la búsqueda del efecto epatante en sus creaciones, sino, sobre todo, a su pensamiento político, social y filosófico, que le hacían heterodoxo y radical no solamente en los ambientes conservadores, sino también en los círculos de izquierdas.

En este sentido, reducir toda la ideología de Pasolini sobre el mundo que le rodea a los pasajes recuperados de sus obras no acabadas y a la famosa entrevista que le hizo Furio Colombo, “Estamos todos en peligro”, pocas horas antes de morir, me parece un gran defecto del filme, aparte del más anecdótico, pero no por ello menos chirriante, del absurdo empleo de los idiomas en la pieza, a mi entender impropio de un cine con pretensiones autoriales (puesto que una cosa es que italianos hablen continuamente en inglés y otra, muy distinta, es que vayan cambiando de idioma de forma aleatoria).

A pesar, por tanto, de la elegancia de la realización, de la belleza de muchas de sus escenas y de la convicción con la que encarnan los intérpretes sus papeles (estupenda Maria de Medeiros como Laura Betti), ‘Pasolini‘ no logra alzar el vuelo en ningún momento, más allá, por supuesto, de la secuencia en torno a la cual, de hecho, pivota todo el relato, que no es otra que la del asesinato del protagonista a manos de un grupo de homófobos. Al respecto, desde que Paolo recoge en el bar al joven chapero hasta la resolución de la cinta, sus fotogramas transmiten una fuerza y una veracidad inexistentes en el resto del metraje.

Es una lástima, en consecuencia, que el documentado e inteligente libreto de Maurizio Braucci –asimismo responsable de guiones tan notables como ‘Gomorra‘ (2008) o ‘Reality‘ (2012)–, sirva como vehículo, a medio gas, de las obsesiones de Ferrara, sin que el efecto espejo que este busca llegue a producirse realmente. Todo ello prueba, de nuevo, que tener talento y disponer de un buen equipo no siempre basta para rodar una película que escape de la mediocridad.

Pasolini

Sinopsis La noche del 2 de noviembre de 1975, Pier Paolo Pasolini es asesinado en Roma. El director era el símbolo del arte revolucionario que lucha contra el poder. Sus escritos eran escandalosos; sus películas, perseguidas por los censores. Era tan amado como odiado.
País Italia
Director Abel Ferrara
Guión Abel Ferrara
Fotografía Stefano Falivene
Reparto Willem Dafoe, Ninetto Davoli, Riccardo Scamarcio, Valerio Mastandrea, Adriana Asti, Maria de Medeiros
Productora Capricci Films / Tarantula / Urania Pictures S.r.l.
Género Drama
Duración 86 min.
Título original Pasolini
Estreno 20/03/2015

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Calificación5
5

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Elisenda N. Frisach

Filóloga y editora de profesión y escritora de vocación, le apasiona el arte en general, sobre todo el cine, la literatura y la pintura. Por eso ha colaborado en diversos medios de comunicación como crítico de arte (reseñas de discos y conciertos, películas y festivales, exposiciones, libros...). Se autocalifica de humanista, y no de ingenua, al creer en el poder del amor, la verdad, la ética y el humor. Ideológicamente, sus principales influencias son Gandhi y Schopenhauer, mientras que le fascina la cultura rusa (Dostoievski,Tarkovski, Agmatova...).

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