Llenos de vida (2018) de Agnès Jaoui – Crítica

«Llenos de vida es una película que, en definitiva, nos ayuda a comprender el estado de ánimo que vive Francia y la encrucijada en la que se encuentra»

Cine francés, reflejo de la sociedad francesa del siglo XXI, una sociedad que no termina de encontrarse a sí misma, que no acaba de reconocer sus problemas y que, la única conclusión a la que llega es que se encuentra al final de un ciclo y al principio de otro. Su directora, Agnes Jaoui, es una especialista en esta temática y, más o menos, sobre el mismo tema, aunque desde distintos puntos de vista, tratan sus películas anteriores: Un cuento francés (2013), Háblame de la lluvia (2008) o Como una imagen (2004). En todas estas cintas, Jaoui tiende a considerar aisladamente determinados grupos sociales y a mostrarnos sus reacciones ante una sociedad en cambio de valores y de la que la directora intenta realizar su vivisección. Llenos de vida circula por los mismos derroteros.

La acción tiene como protagonistas a figuras del medio televisivo en decadencia. Son maduros, fueron algo en otro tiempo, pero su hora ha pasado. Ni siquiera entienden los nuevos gustos y los cambios que han sucedido en la sociedad francesa. Están completamente desubicados. Es una clase social en vías de extinción, la baja y media burguesía francesa, en otro tiempo, brillantes comunicadores y hoy olvidados y superados.

Los protagonistas intentan eludir el ocaso y luchan por mantener vivo el lenguaje, las canciones, los temas de conversación con los que crecieron, se educaron y triunfaron. Pero todo esto parece haber quedado muy atrás. “Castro” (Jean-Pierre Bacri), es la vieja gloria de la televisión. La productora de su programa (Léa Drucker) trata de demostrar su poderío realizando una fiesta campestre en una propiedad situada a 30 minutos de París. Con ellos está otro personaje, acaso el más ridículo, interpretado por la propia directora y guionista, Agnès Jaoui, la habitual “luchadora humanitaria”, permanentemente preocupada por el prójimo y que considera que debe de mantenerse a la moda manteniendo su compromiso con cualquier causa humanitaria que pueda defenderse en los lugares más lejanos del planeta… con todos, salvo con la estabilidad de su propia familia. Finalmente, “Nina” (Nina Meurice), hija del locutor, escritora de actualidad haciendo terapia con sus libros, mientras sobrevive a sus padres. Todo el grupo, en su conjunto, resulta bastante patético y nos remite a la Francia de otro tiempo que disfrutaba citando a Molière y a Baudelaire, cuando todo el país había sido educado en la lectura de estos clásicos y sabía apreciar el valor de las citas. Ese tiempo ha quedado atrás. El contrapunto a este grupo lo componen los jóvenes que acompañan a un famoso rapero, habituales de Facebook y de cualquier otra red social.

La proximidad de ambos grupos supone un contraste: la nueva Francia que arrasa, cuyo nivel cultural es misérrimo y que aprecia solamente productos culturales que hayan recibido miles de “likes” en redes sociales y que ni siquiera ha oído hablar, no solamente de las viejas glorias televisivas, sino de los clásicos de la cultura francesa. Y lo que es todavía peor, ni siquiera les pueden interesar. Están preocupados por sus selfies, por hacer público lo que están haciendo en ese momento, o cualquier banalidad.

Lo que nos presenta la Jaoui en esta cinta es la Francia crepuscular de una pequeña y mediana burguesía que, en estos momentos, afronta su extinción, y la Francia no menos banal y postmoderna cuyo horizonte cultural no va más allá del rap y de la selfie. La trama se completa por los lugareños de la Francia rural habituados a ver a los parisinos como: caprichosos, intolerantes, mal educados, soberbios y realizando gestos o actitudes tan irritantes como un elefante entrando en una cacharrería. Algunas escenas son de un frikismo antológico parisino (los perros bañados en oro recibiendo a los invitados, por ejemplo).

Llenos de vida es una película, en definitiva, entretenida, aunque no espectacular ni olvidable. Una película que, en definitiva, nos ayuda a comprender el estado de ánimo que vive Francia y la encrucijada en la que se encuentra el vecino país. Que no es moco de pavo, dicho sea de paso. La abundancia de protagonistas y coprotagonistas tiene como contrapartida el que ninguno está tratado en profundidad. La directora-guionista-actriz ha optado por describir grupos sociales, más que a individuos, lo que no deja de ser interesante, pero deja cierta sensación de vacío en los que hubieran preferido menos personajes tratados con una mayor profundidad. Digamos que entre la sociología y la psicología, Joaui ha optado por la primera y no vamos a ser nosotros quienes se lo reprochemos.

Destacaría la primera escena y su música, así como la interpretada al final de la película.


Sinopsis Castro es un antiguo presentador estrella de la televisión que se encuentra ahora en plena decadencia. Hoy, su chófer, Manu, le lleva a la inauguración de la nueva casa de su productora y vieja amiga, Nathalie, que se acaba de mudar a las afueras de París. Hélène, hermana de Nathalie y exmujer de Castro, también está invitada. Cuando eran jóvenes compartían los mismos ideales pero, con el tiempo, Castro se ha convertido al pragmatismo mientras que Hélène se ha mantenido fiel a sus principios.
País Francia
Dirección Agnès Jaoui
Guion Jean-Pierre Bacri y Agnès Jaoui
Fotografía Yves Angelo
Reparto Agnès Jaoui, Jean-Pierre Bacri, Léa Drucker, Kévin Azaïs, Nina Meurisse, Sarah Suco, Héléna Noguerra, Miglen Mirtchev, Frédéric Pierrot, Eric Viellard y Olivier Broche
Género Comedia
Título original Place publique
Estreno 27/07/2018

Calificación6
6

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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