ERIC ROHMER (1920 – 2010): El maestro de la aparente simplicidad

Se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los más grandes directores del cine mundial, ERIC ROHMER. La plataforma española FILMIN ofrece hasta 16 TITULOS suyos,entre los que se encuentran algunas de sus mejores obras y los vecinos de Madrid estamos de enhorabuena, porque para celebrarlo se han unido el Círculo de Bellas Artes y el Institut Français de la capital, para organizar un ciclo con copias nuevas restauradas de algunas de sus mejores obras.

El ciclo ha comenzado a finales de noviembre y terminará el 30 de diciembre. Una excepcional oportunidad, de conocer por primera vez, si es el caso, o sino volver a degustar, las exquisitas películas que este director francés dirigió a lo largo de casi treinta años.

Extremadamente celoso de su intimidad, se sabe muy poco de su infancia, de su familia y de su vida privada, pues raramente concedía entrevistas y casi nunca iba a festivales, ni siquiera a recoger los numerosos premios que recibió a lo largo de su extensa carrera. Por no conocer, pocos saben su verdadero nombre, Maurice Schérer. Nacido en el seno de una familia de origen alsaciano, llegó a Paris poco después del fin de la SGM en 1948. Se dedicó al estudio del cine mudo, tanto el americano como el alemán y el soviético, quedando fascinado por Keaton y sobretodo por el alemán Murnau. Se gana la vida dando clases de literatura en los liceos de diferentes ciudades, mientras escribe sobre teoría cinematográfica y empieza a pensar en realizar sus propias películas.

Escribe su primer artículo para La Revue du Cinema, la cual se había separado de L´Écran Français, que controlada por los comunistas no eran partidarios de hablar bien del cine americano clásico en plena guerra fría. En diferentes publicaciones profundiza a través de sus escritos sobre teoría cinematográfica, y en su defensa del cine americano le acompañan otros, que pronto serian conocidos como J. Luc Godard o Jacques Rivette, con los que posteriormente se uniría en la mítica Cahiers du Cinema. En esta publicación, defienden abiertamente a grandes directores americanos como Howard Hawks, John Ford así como al británico Hitchcock, sobre el que escribiría un libro con Claude Chabrol. Después de un periodo de fuertes enfrentamientos ideológicos entre los antiguos compañeros, abandona la revista. Tras un tiempo trabajando para la Televisión Francesa y algunas incursiones en el teatro, realiza su primer corto de interés, El Signo del León (1959), mostrando ya las primeras ideas de un nuevo estilo que está fraguando en su mente.

Digamos antes de proseguir, que si algo caracteriza a Rohmer es estar en posesión de un estilo absolutamente personal y único. Sus películas muestran con detalle las relaciones personales y los conflictos emocionales de sus personajes, frecuentemente mujeres jóvenes, mediante un estilo tranquilo, pausado, permitiendo al espectador acercarse al personaje con detalle. Al ver sus películas, nos parece que están rodadas con una sencillez extraordinaria, como quien simplemente pone la cámara ante la vida de sus protagonistas. Y nada más lejos de la realidad. Rohmer preparaba sus guiones con una precisión y detalle extraordinarios, muy alejados de la improvisación, aunque al verlos nos parezca que estamos asistiendo a la escena por primera vez. Consigue así reflejar las emociones de personajes contemporáneos, sumidos en los problemas de su vida. Esa aparente sencillez, esconde detrás como decimos, un férreo trabajo de guion, de ensayos y de dirección. Debajo de esa aparente simplicidad se esconde todo un universo complejo y fascinante. Decía que prefería sugerir lo invisible a través de lo visible que tratar de visualizarlo. Así Rohmer consiguió reflejar con gran sensibilidad en sus obras, las adversidades de sus personajes, especialmente de la juventud, cuando él ya era un director de edad avanzada, lo que resulta increíble. Y todo ello gracias a su trabajo de profundización teórica en el teatro y en el cine.

Otra característica a destacar de su obra, es la riqueza de sus abundantes diálogos. Sus personajes hablan muchísimo, a pesar de lo cual siempre cuentan cosas de interés. Debemos prestarles especial atención, para captar en todos sus detalles las menores sugerencias, que con frecuencia quedan insinuadas. Pero a pesar de ello, la imagen juega un papel trascendental, pues complementa en ocasiones y en otras añade, matices de marcada importancia para el relato. Son películas para ser vistas y oídas a la vez. Es decir, que si solo estamos atentos a entender lo que dicen sus personajes y no como y en que ambientes lo dicen, nos estaremos perdiendo gran parte del significado. Si no se domina el francés con fluidez puede ser una limitación, por lo que es preferible acudir a las versiones que los magníficos dobladores españoles realizaron de sus obras, fácilmente accesibles. Igualmente hay que subrayar la importancia de sus actores y actrices, frecuentemente jóvenes, esencial en su obra. Casi siempre utilizó actores poco conocidos y sin embargo sabia sacar de ellos grandes interpretaciones.

Un joven director, manifestaba recientemente su admiración por Rohmer y lo definía como “Pintor de los sentimientos”, con lo que no podemos estar más de acuerdo.

Planteó su filmografía haciéndola girar en torno a bloques temáticos con planteamientos específicos, aunque no siempre podía completar un ciclo antes de comenzar el siguiente, por lo que se van intercalando unas obras con otras. Sus siguientes mediometrajes se enclavarían dentro de la primera serie en ser empezada, SEIS CUENTOS MORALES, que se completaba con tres largometrajes. A través de este ciclo intentaba profundizar en un mismo planteamiento con diferentes desarrollos, tomando como referencia las novelas del S. XIX. Él decía, que era como variaciones sinfónicas sobre un mismo esquema: el narrador conoce a la mujer-1, encuentra y se siente atraído por la mujer-2, pero finalmente regresa con la mujer-1. Y la verdad es que, en ningún momento nos parece asistir a la misma trama, tal es la riqueza de las variaciones con las que enriquece su relato. Digamos antes de nada, que al hablar de cuentos morales no se refiere a ninguna moraleja o conclusión, sino a situaciones en las que el protagonista debe elegir en su mente entre las diferentes opciones con las que se encuentra. Sus protagonistas suelen ser de moral tradicional y la mujer-2 cuestiona dicha moral, ante lo que el protagonista debe elegir, en primer lugar en su mente, de ahí lo de morales. Como diría el propio Rohmer, había querido mostrar la relación de uno consigo mismo.

La coleccionista (1966)

El primero de estos cuentos es la interesante La coleccionista (1966). Fue la primera vez que contó con la colaboración de Néstor Almendros en la fotografía, Oso de Plata en Berlín y Premio Especial del Jurado, lo que para ser su segunda película es digno de mención. La obra nos ofrece todo un juego de sensualidad e insinuaciones verdaderamente delicioso. Le siguieron dos de sus mejores obras, Mi noche con Maud (1969) y La rodilla de Clara (1970), terminando con El amor después del mediodía (1972). Como en todo su cine la riqueza de matices de los abundantes diálogos y de la imagen son uno de sus mayores atractivos.

Sin duda, este es uno de los ciclos más logrados. Como decíamos antes Mi Noche con Maud, es una obra mayor de nuestro director. Aquí nos encontramos con la mujer-2 más interesante del ciclo, Maud. Y añade el factor del azar y la predestinación. Sus protagonistas ya no son tan jóvenes, y los actores como es el caso de J. Louis Trintignant y François Fabian, magnífica en su papel de Maud, son profesionales. Técnicamente se centra y explora con la colocación de la cámara sobre el personaje que escucha. La película, como no podía ser menos, obtuvo un gran éxito de crítica y público. El siguiente, La rodilla de Clara, destaca igualmente por su absoluta maestría, como uno de los ejemplos de su virtuosismo en el arte de la insinuación, en el que la delicadeza del lenguaje y las sugerencias de la imagen, se complementan a la perfección, ofreciéndonos algunas de las imágenes más icónicas de su director. Completa el ciclo una obra cuyo desarrollo tiene lugar en Paris, El amor después del mediodía, que cierra a la perfección el conjunto y donde explora con brillantez el uso del color, para reflejar el ánimo de sus protagonistas.

Pauline en la Playa (1982)

El ciclo siguiente fue el de COMEDIAS Y PROVERBIOS. En este la protagonista suele ser femenina, y toma la inspiración del teatro del S. XVIII, para profundizar en la sicología de los personajes y en la dificultad de encontrar correspondencia en el ser amado, que en ocasiones parece que se niega a crecer, con abundantes diálogos frescos y ligeros. La crítica distingue dos bloques, uno en el que los personajes regresan al punto de partida, integrada por La mujer del aviador (1980), La buena boda (1981) y Las noches de luna llena (1984), quizá la obra de la serie en la que se muestra la mayor diferencia entre lo que la protagonista dice y lo que hace. Pero la que indudablemente destaca sobre las demás, es la excepcional Pauline en la Playa (1982). Obra de singular delicadeza, es un auténtico placer oír sus diálogos y a la vez y singularmente, disfrutar de las situaciones y de las imágenes, de una capacidad de sugerencia realmente excepcional. Nos habla con amargura en un ambiente de vacaciones en la playa, de las dificultades de la protagonista y del difícil acceso a la madurez, del aprendizaje de la mentira y de la pérdida de la ingenuidad. El segundo grupo está formado por El Rayo Verde (1986), obra sobre la soledad de marcado carácter melancólico, con el interés añadido de conocer el famoso fenómeno óptico. Cierra el ciclo la estimable El amigo de mi amiga (1987).   

El siguiente ciclo que emprende Rohmer es el de LOS CUENTOS DE LAS CUATRO ESTACIONES, a través del cual intenta recuperar temas expuestos  anteriormente pero con otro tratamiento. Para ello busca el enlace con las estaciones del año. Cuento de Primavera (1990), Cuento de invierno (1992), Cuento de verano (1996) y Cuento de otoño (1998) forman el conjunto. Obras todas ellas de notable interés donde se nota el saber hacer que el director ha ido perfeccionando con los años, cuyo suave fluir es una delicia para el espectador. Destaca Cuento de invierno, en torno a una joven no creyente y la inexplicable emoción que siente al entrar en una iglesia, con referencias a Shakespeare. Cine que como dice Rohmer, es el arte del presente.

Fuera de estos ciclos, realiza en medio películas sueltas que podríamos llamar Fuera de Serie, como proponen Carlos Heredero y Antonio Santamarina en su excepcional trabajo para Editorial Cátedra, donde analizan en detalle cada una de sus obras y los planteamientos teóricos en que se sustentan. Texto de obligada consulta, es un fiel consejero para el espectador con ganas de profundizar en el trabajo de nuestro director. Encontramos en este ciclo obras menores como El árbol, alcalde, y la mediateca (1993), demasiado sujeta a la actualidad política del momento, junto a otras mas apreciables como  Las Citas de Paris (1995).

La Marquesa de O (1976)

Finalmente hay un grupo que la crítica ha llamado ENTRE LA HISTORIA Y LA LITERATURA, que recoge films de singular interés que profundizan de nuevo en la diferencia entre lo que sus protagonistas dicen y lo que hacen. La primera sería la exquisita La Marquesa de O (1976). Basada en un clásico del romanticismo y de fuerte influencia pictórica, en la que el juego de las apariencias y las sugerencias no permite perderse un detalle, logrando un conjunto de excepcional armonía. Perceval Le Gallois (1978) obra quizá demasiado teatral pero de interés sobre el desarrollo de dichas técnicas. La magnífica La inglesa y el duque (2001), donde explora las nuevas técnicas de rodaje digital, con unos resultados muy interesantes para ambientar su historia en el Paris revolucionario, y en la que profundiza en el ambiente político de la época y denuncia con firmeza los excesos cometidos en nombre de un ideal, por lo que no fue muy bien recibida por ciertos sectores de la crítica de izquierdas, particularmente la comunista, siendo rechazada por el Festival de Cannes. Sigue con detalle la interesante e intensa relación de amistad de la protagonista, y su sincera confrontación con el que había sido su amante, el Duque de Orleans, que empezó apoyando la Revolución y acabó siendo ejecutado. Película de radical modernidad, combina los suntuosos interiores con el detalle de la ambientación de las calles, en una obra realmente excepcional que coloca a su director a la vanguardia de la técnica cinematográfica cumplidos los ochenta años.

Igualmente interesante es Triple Agente (2004), tan distinta a todas las anteriores por temática y tratamiento. Centrada en el mundo del espionaje y ambientada en Francia, cuando se inicia la Guerra Civil española. Profundiza nuevamente en el tema de la diferencia entre lo que el protagonista dice y lo que hace, y las víctimas inocentes de ese comportamiento, convirtiéndose así en una reflexión sobre la relación entre los medios y los fines. Aquí nos encontramos con la que la crítica ha llamado, la heroína mas trágica del cine de Rohmer.

El romance de Astrea y Celadon (2007)

Para terminar Rohmer nos deja su trabajo más delicado y exquisito, una verdadera obra maestra con la que cierra toda su filmografía, pues es su última película, El romance de Astrea y Celadon (2007). Ambientada en la Galia del S. V, con druidas y pastores, en un ambiente bucólico de aproximación al muy interesante periodo del Barroco, en el que están presentes sus temas habituales, como el juego de las apariencias, el amor como fuente de alegrías y tristezas, el sutil arte del travestismo que despierta el deseo, tan presente hoy en nuestras sociedades por otros motivos, en definitiva la celebración de la sensualidad y del amor físico que desbanca al amor platónico. Se trata de un trabajo de singular interés, con fuerte influencia teatral. Como declaran Heredero y Santamarina en el texto citado anteriormente: Suma y compendio de toda su obra y a la vez nuevo punto de partida … con toda la jovial vitalidad hedonista y la sabia socarronería filosófica, de la que era capaz este joven que dejó este Testamento a los 87 años de edad, para morir tres años después. Obra imprescindible para todo amante del buen cine y de la buena vida, de un director de los más valorados por el aragonés J. Luis Borau, que coincidía con Rohmer en su visión de que el cine, siempre nos habla en presente.

Ahora que este mes de diciembre se nos anuncia más hogareño que en otras ocasiones, podemos aprovecharlo para ver las películas seleccionadas ya sea en FILMIN, en el ciclo del Círculo de Bellas Artes de Madrid y el Institut Français, y completarlo con las numerosa ediciones en video y Blu Ray que afortunadamente existen de nuestro director. Que Vds. lo disfruten. ¡¡¡ Felices Navidades, mes amis !!!

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Chusé Inazio Felices

Fundador en su juventud, en la Zaragoza de los años 80 junto a otros apasionados del cine, de la Cooperativa Cinezeta, con la cual dio sus primeros pasos en el mundo del Súper 8, ha mantenido siempre un profundo interés por el mundo cinematográfico que, entre otras cosas, se ha puesto de manifiesto en sus escritos para la prensa a través de sus colaboraciones para El Siete de Aragón creando la sección Cuadernos desde el Guadarrama y posteriormente, en la publicación de su libro Aragón desde el Guadarrama (1993), en el que podemos leer artículos como Mujeres, Guiones y Cintas de Video o Aragoneses de Cine, donde da muestra de su cinefilia. Partidario de la máxima de su compatriota Baltasar Gracián, siempre se ha propuesto escribir críticas breves pero concisas y rigurosas a tono con los tiempos que vivimos y la falta de tiempo que nos abruma. Interesado por un cine diferente, ya sea de otros países o culturas, el anime y por supuesto el cine negro y el clásico.

1 comments

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  1. gustavo woltmann 17 diciembre, 2020 at 02:03 Responder

    Esa simplicidad de la que hablan es muy dificil conseguirla grabando con una camara, Rohmer es uno de los mejores de la historia por eso.
    Gustavo Woltmann

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