Men, Women & Children (2014): ¡Atención, por favor!

¡Atención, por favor, atención!

¿Qué diferencia hay entre un náufrago hablándole a un coco en una isla desierta, un mercader pregonando las bondades de sus productos en el Gran Bazar de Estambul, una sonda espacial reproduciendo un tema de Chuck Berry más allá de Plutón, un adolescente compartiendo un selfie en su muro de Facebook, o la publicación de esta entrada de blog…? Realmente no es imprescindible ver la película ‘Men, Women & Children’ para llegar a la conclusión de que en el fondo no hay ninguna. Pero después de contemplar el último trabajo del realizador Jason Reitman queda patente que el bien más preciado por el ser humano, el verdadero motor de la historia, es despertar, captar y mantener la atención del otro: iniciar con él una conversación.

Men, Women & Children

“Por 100 likes me desnudo y por 300 subo un video mío súper hot”. ¿Os gustaban los comentarios de texto en el instituto…? A mí me apasionaban. Por eso, cuando me encuentro con este tipo de mensajes en las redes sociales se me va la olla. ¿A vosotros no? Os propongo un juego: sustituid la palabra “likes” por “euros”. Ah, ¿no? ¿Por qué no…? Al fin y al cabo, ¿qué es un euro? ¿Y cómo los consigues? Lo mires por donde lo mires los euros están hechos de tiempo: de tú tiempo y del mío. Igual que los “likes”.

Otra pregunta de esas que me gustan a mí: ¿cuál es el recurso más escaso y, por lo tanto más valorado, entre los seres humanos? Esa era fácil… Y ahora voy a hacer como los magos: abre la red social que tú quieras. ¡Sí, la que te dé la gana! Durante un minuto echa un vistazo rápido a todas las entradas publicadas que puedas y piensa en una frase que, en el fondo, signifique lo mismo que cualquiera de dichas publicaciones. ¿Ya la tienes…? ¡Eso es: Préstame atención!

Todas las redes sociales y, a su vez, todos los que las integran entre sí, compiten por lo mismo: porque les prestes tu atención. En sus dos acepciones más comúnmente empleadas, el término préstamo hace referencia a la cesión o entrega de un bien que se hace a condición de devolución, o a un crédito que se concede con garantía de devolución y pago de intereses. Cuando entras al banco a pedir un préstamo, a cambio de tu casa, tú le estás prometiendo a la entidad del orden de entre 25 y 40 años de tu tiempo. Del mismo modo, los que estamos dispuestos a dejarnos buena parte de nuestra alma en las redes sociales, nos arrastramos de rodillas hasta tu banco para suplicarte que nos prestes un poco de tu tiempo. Tiempo que no empleas en otras cosas = atención que desvías de otras cosas. Y, como la atención no es una moneda que se pueda devaluar para fabricar más, sólo las ofertas más tentadoras e interesantes consiguen los préstamos solicitados.

Cuando entras en Facebook, en Twitter, en Pinterest o Instagram…, ¿por qué lo haces? Primero y fundamental, porque dispones de tiempo = un fajo de atención en billetitos nuevos que te quema en el bolsillo. ¡Quieres gastarlos! Así que entras en el zoco a ver qué se cuece… Lo que ocurre es que a este mercadillo de atención no se puede ir con la lista de la compra hecha, porque nunca sabes a priori lo que te vas a encontrar. No obstante, antes de cotillear los puestos de los demás, lo más normal es que te pases por el tuyo a comprobar la cantidad de atención ajena que has conseguido cosechar: un vistazo rápido al libro de contabilidad basta para dilucidar si en el haber hay más que en el debe o viceversa, verificar cuáles de tus ofertas han sido mejor acogidas, revisar tu estrategia de posicionamiento, al tiempo que tomas buena nota de tus clientes más fieles para premiarles a tu vez con dosis extras de tu atención en sus respectivos puestos.

Lo habitual es comenzar el paseo por el zoco interesándote por sus últimas ofertas. Las técnicas de venta son de lo más variopinto: los hay que ostentan un estilo propio y bien definido; otros cambian de táctica constantemente; hay quienes se especializan en un producto o servicio, y quien ofrece un poco de todo. En el lado de los artesanos están los que se toman muy en serio su oficio, garantizando originalidad y calidad, y los que se exponen demasiado con ofertas arriesgadas y poco rentables. En el de los intermediarios están los que apuestan siempre a caballo ganador y, aquellos por los que tengo especial predilección: los importadores de productos exóticos y fascinantes. Cada cual brega en su nicho de mercado, interesado en unos públicos y no en otros, sabe quiénes son sus aliados y conoce a su competencia a la perfección.

Más a menudo de lo que nos gustaría reconocer, ocurre que a pesar de haber puesto parte de nuestra alma en la elaboración de los productos y diseñado eslóganes persuasivos para venderlos, no nos comemos un colín y la frustración y el resentimiento nos muerden los tobillos. Acontece también lo contrario: que un producto importado en el que apenas habíamos depositado nuestra fe nos otorga pingües cotas de atención. Mas estos rendimientos, por muy suculentos que sean, nos saben a poco. En realidad lo que deseamos es salir victoriosos del duelo por méritos propios y no mediante un campeón que nos haga el trabajo sucio.

Men, Women & Children

La mayoría de los clientes visitan nuestro tenderete, nos pagan su tributo y se marchan sin darnos tiempo ni a ofrecerles un rico té. Eso sí, en contadas pero deliciosas ocasiones, nos visita un comprador que está dispuesto a regatearnos el precio. ¡Y estas son las transacciones que consiguen que mantener el tenderete abierto siga valiendo la pena! Incluso, si la jornada es propicia, y Alá nos bendice con su sonrisa, hasta conseguimos que el cliente nos acompañe a la trastienda donde somos, por unos instantes, dueños y señores de unos minutos de su precioso tiempo. Es tal el agradecimiento que nos embarga que, en un arrebato de locura, seríamos capaces de regalarle la tienda entera…, y hasta nuestra propia persona. ¡Que Alá me perdone!

Si tuviésemos la capacidad de sobrevolar el zoco, visualizar desde las alturas el constante ajetreo y la cantidad de tiempo y energía que se emplea en su interior tratando de captar una atención limitada para una oferta aparentemente ilimitada, es probable que hasta el más entusiasta de los mercaderes concluyese que la caótica organización competitiva del zoco carece de sentido y que mejor harían él y todos sus colegas en asociarse y constituir una cooperativa: una suerte de buffet autoservicio, en el que los clientes pudieran llenar su bandeja antes de pasar por caja. De este modo los cooperativistas no tendrían más que dividir a partes iguales las atenciones cosechadas.

Préstame atencion

Entonces, ¿por qué no nos organizamos y dejamos de competir por la atención? Habrá que ir pensando que nos encanta no sólo que nos la presten a nosotros, sino que también disfrutamos sustrayéndosela a los demás o, si se desea, haciendo lo posible porque no se la presten a otros. Y, por otro lado, ¿qué interés turístico tendría el zoco si al entrar en él como clientes nadie se afanase y pelease por atraer, captar y retener nuestra atención…? ¿Acaso no es eso lo que nos confirma que existimos, lo que nos proporciona identidad y alteridad, otredad…? ¿Es que no te pone, no te hace sentir vivo, no te sabes tanto más importante cuantos más otros pugnan por tu atención…? ¿Es que tu atención vale y cuesta lo mismo que la atención de ese otro…? ¿Acaso no prostituimos todos en cierto modo nuestro tiempo…, subastándolo al mejor postor?

Os volvéis por este humilde tenderete la semana que viene, os prometo que trataremos de hallar juntos las respuestas a estas inquietantes preguntas. ¡Salam aleikum!

Leer la 2ª parte: MW&C – Usted está aquí

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Rubén Chacón

Periodista, publicista, colaborador habitual en distintos medios, autor de El Sorprendedor (Temas de Hoy, 2011), diseñador de juegos, cantante de End of Party, cinéfilo empedernido y padre de dos hijos.

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