LOCARNO 2020: Un lienzo lleno de ansiedad

El leopardo no ha pasado por la Piazza Grande en 2020. Este símbolo del cine como experiencia colectiva ha tenido que reinventarse, forzosamente, en una edición locarniense híbrida. El festival dirigido por Lili Hinstin ha combinado proyecciones en algunos de sus cines con diversas secciones disponibles online. De esta manera, la competición internacional de Pardi di Domani se ha podido ver por todo el mundo. Si siempre ha destacado por ofrecer una fotografía certera sobre las inquietudes de los cineastas del futuro, ya que se basa en cortos y mediometrajes de directores que no hayan filmado un largo, este año tiene un doble valor añadido. El conjunto de obras programadas por Locarno se realizaron justo antes de la irrupción de la pandemia de coronavirus. Antes de que todo cambiase. Por ello, resulta interesante visualizar cómo entendían el mundo a través del cine un grupo de jóvenes cineastas. Más de treinta obras desde una gran diversidad que convergen en varias líneas temáticas. En este artículo se reflexiona sobre los cortometrajes de cuatro directoras con la angustia existencial como tema central. Todos ellos, dirigidos y protagonizados por mujeres, nacen de un colapso emocional. Antes de la covid-19, los ataques de ansiedad y la alienación frente a las rutinas actuales monopolizaban un lienzo ajeno a la llegada de una emergencia sanitaria. Ideas nacidas de situaciones personales, como remarcaban sus autoras en los coloquios con cineastas prestigiosos como Angela Schanelec. Una situación si bien descorazonadora, no exenta de talento. Dentro de esta línea, destacan The End of Suffering (A Proposal) de Jacqueline Lentzou y O Black Hole! de Renee Zhan. No obstante, la que se llevaría el segundo premio de la competición internacional, el Pardino d’argento, sería History of Civilization de Zhannat Alshanova. Dice el refrán que antes de la tormenta, viene la calma. Pero no es cierto. En 2020, antes ya imperaba el tormento.


HISTORY OF CIVILIZATION (2020), de Zhannat Alshanova – Pardi Di Domani: Concorso Internazionale

Un camión de mudanzas se va llenando de las pertenencias de Indira. Ella es una profesora treintañera en una universidad en Almatý, Kazajistán. Ha decidido marchar a Londres, aunque el cortometraje dirigido por la directora Zhannat Alshanova nunca nos revelará implícitamente sus razones. Por el contrario, al ir metiendo en cajas sus objetos, su casa queda libre de relleno. Son los últimos días de la protagonista habitando ese espacio desnudo. Un último diálogo con el lugar que habita, directo y sin adornos. Cuestiones como el sentido de pertenencia, la invasión a la vida privada, el éxito profesional y el amor saldrán a la luz. Al mencionar su traslado a Londres, lo primero que nos viene a la cabeza es el choque cultural, social, político e idiomático. No obstante, la cineasta desecha los elementos colectivos asociados a un lugar para centrarse en los personales. Con este fin, la universidad, su apartamento, un garaje y una fiesta se irán sucediendo por la pantalla. Primero, un aula repleta de alumnos realizando un examen de historia de la civilización. Sin apenas conversaciones, Alshanova incide en la relación de Indira con su alrededor y su correspondiente comportamiento. Ella es de una generación mayor a la de sus pupilos, ejerce una posición de poder y en todo momento se encuentra bajo control. En segundo lugar, su casa mientras es visitada por unos posibles compradores. Son madre e hijo, e una mirada de la protagonista nos puede sugestionar una de tantas causas para moverse a Londres. Finalmente, el garaje de la universidad, donde se despide de un compañero de trabajo. Una interacción que completa el abanico de posibles motivos. Quizás no busque algo nuevo en Inglaterra, puede que esté simplemente escapando de una situación hostil. En ese mismo garaje, sus alumnos le invitan a una fiesta. Su celebración será el anticlimático acto final de este cortometraje. Si durante la mayoría del metraje, la cineasta apostaba por la ambigüedad y complejidad personal de Indira, en los minutos finales se decanta por el impacto dramático y atar los cabos que mantenían nuestro interés. De esta manera, la interpretación de la puesta en escena es un esfuerzo en vano, debido al subrayado final. Una pena que al gusto por perdernos por las paredes de su hogar y entender lo que rodea a Indira, al final Alshanova dirija nuestra mirada. A fin de cuentas, las cajas eran secundarias, aunque la cámara no pueda evitar acabar hacia ellas.


SPOTTED YELLOW (2020), de Baran Sarmad – Pardi Di Domani: Concorso Internazionale

Roya, una joven iraní con una singular mancha amarilla en la cara, descansa en su sofá. Observa impasible las noticias sobre las políticas estadounidenses para afrontar el problema del cambio climático. Su rostro es la expresión de la incredulidad. Un estatismo roto al moverse hacia una planta en la esquina de su salón. A su vera, estira el cuello e intenta comer una hoja. La metamorfosis está en marcha. En vez de convertirse en cucaracha, esta vez será en jirafa. Con esta premisa kafkiana, la ópera prima de la directora Baran Sarmad es una notable fábula sobre la alineación y el desencanto en la vida moderna. La protagonista sufre en un mundo donde no encuentra su lugar, ni el sentido del ensordecedor ruido exterior. Una angustia existencial plasmada a través de una concisa estructura narrativa y un conveniente tono surrealista. Spotted Yellow es un cortometraje filmado únicamente mediante planos fijos, descargando toda relevancia en la puesta en escena. El simbolismo del amarillo, las sombras como puerta hacia la fantasía y el espacio en los encuadres hacen de esta obra un cuento turbador desde su plasticidad. Sin duda, una cineasta a la que seguir la pista en sus próximos trabajos. Esa misma precisión y falta de afectación también están muy presente en la definición del camino de Roya. Primero, hay una escena en un estruendoso y poblado autobús. A continuación, ella pasa una solitaria velada en su casa. Y, por último, sube una colina para encontrarse con un grupo de sus alumnos infantiles. De la cruda realidad del día a día y su ruido a la ingenuidad de los juegos con su clase con sus festivas canciones. La ficción como vía de escape a una selva que amenaza engullirte. La ilusión de una jirafa que sólo piensa en pasear por la naturaleza y ser libre.


THE END OF SUFFERING (A PROPOSAL) (2020), de Jacqueline Lentzou – Pardi Di Domani: Concorso Internazionale

Su respiración se entrecorta mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Sofia ha colapsado. La gran velocidad del tren no hace más que acrecentar su sensación de pánico. Las ramas en el exterior de la ventanilla se suceden sin freno hasta llegar a la multitud que abarrota el andén. Ella está a punto de sucumbir cuando de repente escucha una voz. Sus jadeos se paran. Por fin alguien muestra un detalle de empatía y decide interesarse por ella. Sin embargo, este mensaje no proviene de un lugar cercano, sino del cielo. El universo ha decidido acudir a su rescate. No le dejará hundirse en su soledad. Esta es la original propuesta del estupendo cortometraje The End of Suffering (A Proposal) de la joven directora griega Jacqueline Lentzou. Su último proyecto antes de finalizar su primer largometraje, Selene 66 Questions, protagonizado también por Sofia Kokkali y en fase de edición. Esta obra es un canto hacia la necesidad de afección en crisis personales. Aunque su duración no pasa del cuarto de hora, conviene no saber nada más allá de la escena introductoria ya comentada debido a que el viaje será a través del misticismo y la ciencia ficción. Por ello, podemos destacar los aciertos e intención de la cineasta sin desvelar sus sorpresas. Este diálogo entre la protagonista y un universo omnipotente, en una clara función terapéutica, se resume en el consejo de no buscar razones ni causas con la que justificar su sufrimiento. Un apoyo necesario transmitido por palabras escritas e imágenes de estrellas y planetas, pues el espacio exterior carece de voz. Un recurso muy interesante, ya que al final sólo escuchamos la voz de Sofia, estableciendo un monólogo interior. Un salto narrativo desde la realidad del comienzo que nos lleva a un territorio desconocido, elevándonos hacia el cielo, introduciéndonos de lleno en esta alucinación. Unas imágenes grabadas en 16 milímetros que dan una sensación espiritual. Allí se hablará del sufrimiento, el amor, los sueños y el vacío de las emociones no compartidas. Una desconstrucción de los mitos y la educación sentimental actuales para poder poner fin al sufrimiento. Mirar al cielo para que, en comparación con las estrellas, las lágrimas de Sofia sean diminutas. Y entonces paran de caer, ella no está sola.


O BLACK HOLE! (2020), de Renee Zhan – Pardi Di Domani: Concorso Internazionale

En 2019 se pudo obtener por primera vez la imagen de un agujero negro. Un hecho histórico que dota de objetividad a esta región del espacio. No obstante, O Black Hole! afronta la cuestión de cómo se origina y luce un agujero negro desde las posibilidades ilimitadas de la animación. En la línea de trabajos anteriores como Reneepoptosis (2018), el cortometraje de Renee Zhan tiene un concepto abstracto y metafísico. Una mujer sufre ante la pérdida de sus seres queridos y comienza a atraerlos hacia un agujero negro situado en su cabeza. Este campo gravitatorio no sólo arrastrará a humanos, sino que seguirá engullendo cualquier atisbo de vida y color para que nada cambie. Con esta premisa, la directora aborda el paso del tiempo y el saber decir adiós. Una obra exquisita debido a su audacia formal, en un claro paso delante de la animadora. Si sus anteriores cortometrajes presentaban una preciosista animación 2D basada en tinta y acuarela, Zhan ha decidido explorar nuevas vías de animación. En O Black Hole! sigue utilizando las técnicas tradicionales que ya dominaba y suma el spot motion, la animación digital y otros materiales como el acrílico y el carboncillo. Una apuesta que, en vez de dispersar el resultado final, acaba añadiendo matices y fuerza a la visión de la cineasta. La interacción entre las diversas técnicas es un deleite visual y conceptual. La idea central del corto es reconocer que el miedo al abandono y la muerte, representado con el color negro, puede acabar negando la vida, simbolizada con colores vivos. Un planteamiento llevado a la pantalla con una asombrosa claridad de ideas. La primera escena comienza con una lámina blanca sobre la que se ha pintado a una mujer a carbón y la naturaleza que le rodea con acuarela. Una estampa que retrotrae a los trabajos anteriores de Zhan, donde su artesanía artística se mantenía estable en todo momento. Sin embargo, cuando se crea el agujero negro en O Black Hole! este equilibrio formal se rompe. Esta región se ubica en la cabeza de la mujer como un círculo oscuro. Primero está pintado a carbón que va dejando su mancha por toda la lámina. Pero el golpe de gracia llega cuando su campo gravitatorio empieza a engullir tinta. Este se vuelve más y más denso, hasta aparecer pegotes de acrílico. Un canto de amor a la animación como materia. Una decisión que brilla y ejerce de contrapeso contra la animación digital imperante en nuestros tiempos. Pero este recurso no es de cara a la galería, y cuando la cineasta nos permite adentrarnos en el agujero, dobla la apuesta al pasar a stop motion. En unos segundos, la elegante acuarela se ha agrupado en acrílico que en su interior alberga un mundo formado en plastilina. Un nuevo espacio desde donde Zhan hablará sobre el abandono y la soledad. Una obra maravillosa que recopila la tradición de la animación y nos recuerda la fisicidad y la artesanía de las películas de animación. Hace un año se pudo ver la primera imagen de un agujero negro, pero Renee Zhan se aleja de las nuevas tecnologías. Regresar a las técnicas en desuso como acto de re-existencia y resistencia.

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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