PEDRO ALMODÓVAR, LEÓN DE ORO HONORÍFICO DE VENECIA 2019

Almodovar

Hoy es un día grande para el cine español. Pedro Almodóvar ya tiene entre sus manos el León de Oro honorífico de Venecia 2019. Como amante del séptimo arte es maravilloso que un cineasta como Almodóvar sea el que haya inmortalizado a través de sus películas nuestra lengua, nuestra tradición, nuestra historia y nuestras ciudades. Alguien que ha enseñado España a espectadores de todos los rincones del mundo. Siempre desde una pasión desbordante, su cine ha sido reconocido en los festivales más prestigiosos del mundo. Un honor que nos lleva a recordar que el único español que ha ganado el León de Oro es Luis Buñuel con la película francesa Belle de jour (1967). Hoy por fin le compañía Pedro. En dos directores, la historia condensada de un país.

A continuación, el discurso de Pedro Almodóvar al recoger el León de Oro honorífico seguido de un texto sobre Entre tinieblas (1983) para celebrar este momento histórico:

“La primera vez que salí de España, como cineasta, fue para venir al festival de Venecia en 1983 con Entre tinieblas. Como toda “primera vez” lo recuerdo como algo maravilloso. Venecia supuso mi bautismo como cineasta internacional. Enzo Ungari, que formaba parte del comité de selección de películas, me descubrió, por lo que le estaré siempre agradecido, tanto a Enzo Ungari como al Festival.

En Italia siempre me siento en casa, tenemos un sentido del humor parecido, defectos similares, nuestras lenguas y nuestras culturas se parecen y todos amamos y defendemos el cine de autor. Estar ahora mismo aquí es estar en casa, inmensamente agradecido por este León imprevisto que me sitúa en un grupo del que, sin falsas modestias, no sé si merezco formar parte, Buñuel, Antonioni, Kieslowski, Pontecorvo, Rossellini, Dreyer y un largo etc. Desde este olimpo lleno de leones agradezco de todo corazón el que hoy recibo por toda mi carrera. También tengo que agradecer al cine italiano y la música italiana la constante inspiración que han aportado a mi vida y a mi trabajo. Mi infancia y adolescencia está marcada por la música italiana y, entre todos los géneros cinematográficos que me han influido, destaco en especial el neorrealismo italiano, creo que es el único estilo narrativo que permanece vigente, sin necesidad de ponerse al día, como ocurre con todos los otros géneros.

Soy un director vocacional, desde muy pequeño decidí que mi razón de estar en el mundo era la de fabular, contar historias, el cine ha sido mi vida y no concibo lo que queda de ella sin hacer películas. Entre otros temas Dolor y Gloria habla justamente de esta necesidad vital.

Mis películas nacen en un momento único de la historia española, me refiero a la democracia después de la dictadura de Franco. Antes hubiera sido imposible hacerlas, mi cine es producto de la democracia española, la demostración de que aquella naciente democracia era real. Por eso tengo que dedicar este animal tan poderoso a mis paisanos y a mi país, España. Y a todos los actores y actrices con los que he trabajado, y a los técnicos. Tenemos una industria modesta pero llena de gente con talento. Yo he tenido la suerte de trabajar con muchos de ellos. Nombraré solo a mi hermano Agustín, mi productor y ángel de la guarda, pero que todos se den por nombrados, Penélope, Marisa, Carmen, José Luis, Antonio, Alberto… Todos, incluso los actores a los que he hecho pruebas y no los he elegido. Todos han dejado su huella en mis películas.

No he pretendido cambiar el mundo (nunca he sido tan pretencioso) pero sí he tratado de explicar el mío, el pequeño mundo en el que he vivido, y lo he hecho siempre con absoluta libertad, independencia e inocencia. En mi mundo las personas sufren, pero también gozan sin prejuicios, son apasionadas, diversas, defectuosas y generosas, con enorme capacidad para sobrevivir, pero frágiles y vulnerables, y todas ellas gozan de una gran autonomía moral. Como artífice de sus historias era lo mínimo que podía regalarles. La misma libertad que yo he disfrutado.

Gracias de nuevo al Festival de Venecia por este honor. Nunca estaré solo, este León me dará compañía.”


‘ENTRE TINIEBLAS’ (1983), DE PEDRO ALMODÓVAR

Entre Tinieblas

Tras conocer la noticia del León de Oro de Honor a Pedro Almodóvar, empecé a pensar en la relación del cineasta español con la Mostra. Pese a que el festival con el que tiene una relación más personal es Cannes, fue Venecia el que le dio su primera oportunidad con Entre tinieblas. En la edición de 1983, el manchego desembarcaba por primera vez en un certamen internacional, en este caso en el Lido. Sin importar el entusiasmo que esta obra generaría en el público, la dirección decidió relegarla fuera de la sección competitiva debido a las presiones democristianas. Una censura de la que su cine hedonista se había desembarazado en España. Pasión, drogas, boleros y erotismo se combinaban en un cóctel con los efectos de convertir las ataduras del pasado en desprejuiciadas aventuras. Rebosante vitalidad que auguraba modernidad y porvenir. Mientras revisitaba Entre tinieblas, algo imperceptible había cambiado desde la última vez. La película no había cambiado, yo tampoco; mas había algo indescifrable que cambiaba el sentir de la obra. Era la primera vez que regresaba a una cinta de Almodóvar tras ver Dolor y gloria (2019). Ya la consideraba una obra maestra, aunque no ha fue hasta ese momento en el que comprendí su importancia. En su última película, el director reflexiona y revive una vida siempre alrededor del cine. Asimismo, su grandeza no reside en abrazar una nueva evolución de su sentido y recuperar las riendas, por momentos descontroladas, de su filmografía; sino de afectar a todo su legado. Cada uno de sus filmes ya no habita en soledad, ahora son experiencias catalizadoras de la gran emoción que habita en Dolor y gloria. Por ejemplo, las escenas dominadas por la heroína y la sobredosis en Entre tinieblas, ahora tienen una nueva e insólita aura de tristeza. Melancolía con la que Salvador Mallo rememora la época en la que era capaz de vivir. De esta manera, me producía un gran impacto la constatación de la pérdida de esa pasión. Sólo comparando la cadencia en la forma de expresarse de las actrices de Entre tinieblas y el reparto de Dolor y gloria ya somos conscientes de como la energía se va agotando poco a poco. Por ello, sin que sea más tarde, nos unimos a Salvador Mallo y hacemos a Entre tinieblas nuestra. La película personal de un cineasta se ha convertido en un recuerdo colectivo. El retrato de un país, una sociedad y un lenguaje que viajó por primera vez a tierra extranjeras en Venecia 1983. Entonces, sin saberlo, ya había nacido Dolor y gloria.

Tras la muerte de su novio por sobredosis, la cantante Yolanda Bell decide refugiarse en el convento de las Redentoras Humilladas. Frente al dogma de fe católico, allí Dios se preocupa por las pecadoras y no por las santas. Después de variadas crisis vitales, ese es el lugar en que jóvenes buscan la redención. Una comunidad formada la Madre Superiora, lesbiana y drogadicta; Sor Rata, escritora de novelas eróticas; Sor Perdida, dueña de un tigre; Sor Víbora y un capellán, que se dedican a renovar la imaginería religiosa; y la nueva miembro, Yolanda. La peculiaridad de este grupo de monjas es que sus paredes no han podido resistir la convulsión exterior. El despacho de la Madre Superiora, a la que da vida una excelsa Julieta Serrano, ya no está presidido por Jesucristo, sino por Marilyn Monroe. Al igual que los ácidos circulan por la cocina en cantidades iguales a los dulces artesanales. Con todo este estrambótico escenario, Almodóvar imprime su incipiente visión personal entre comedia y melodrama. En las Redentoras Humilladas, las misas predican sobre besos y la castidad es débil frente miradas apasionadas. La vida monástica ha sucumbido al deseo. Una institución que, siguiendo la estela de Buñuel, no es inmune a la realidad. Aunque la mayoría del metraje transcurre el interior del convento tras los delirios de las monjas interpretadas por Julieta Serrano, Marisa Paredes, Carmen Maura, Chus Lampreave y Lina Canalejas; Entre tinieblas cala cuando Madrid entra en el refugio. Familiares, camellos y marquesas filtran la Transición al cruzar la puerta. Unas visitas en las que sobresale el momento inolvidable de la película. Una velada que el personaje de Cecilia Roth, antigua redentora humillada, pasa en una habitación con Julieta Serrano. Una escena que Almodóvar llena de libertad y deseo. Un reencuentro entre dos mujeres que se culmina en una despedida en la que la Madre Superiora le pone los zapatos a su amante. El gesto de redención definitorio. La invitación a reformular la moralidad y caminar sin lastres hacia el destino que se quiera. Con la mira en España y sus representantes las Redentoras Humilladas, Entre tinieblas da por finalizada la clausura.

Entre Tinieblas

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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