Frances McDormand: El poder del hiperrealismo interpretativo

«Fargo, Quemar Después De Leer, Olive Kitteridge y Tres Anuncios En Las Afueras son los cuatro pilares que desnudan y vacían el talento de la intérprete»

Frances McDormand mantiene, desde sus principios como actriz mediática, una curiosa relación con el séptimo arte que hace de ella una figura especial. La poca relación con el estrellato cinematográfico y todo lo que comporta no seguir la estela de los grandes iconos del cine norteamericano la convierten, quizá involuntariamente, en una artista que rebosa realismo o hiperrealismo, una artista genuinamente natural con una intensidad viva y exenta de falsificaciones interpretativas. La potencia de su carácter y la dureza de sus rasgos encajan a la perfección con el elemento terrenal, desconectados de la ficción y de la capa ilusoria indisociable al mundo del cine desde sus comienzos. A pesar de sus diferentes registros Frances McDormand retiene una sorprendente capacidad para no dejar escapar a sus personajes del ámbito local, familiar y cotidiano, una especial aptitud para envolver de simple costumbrismo sus actuaciones. Sus papeles absorben siempre la complejidad de los guiones que suelen ser de alta volada cinematográfica y a través de la interpretación de este genio quedan a merced del espectador como algo cercano y extrañamente reconocible.

Hiperrealismo interpretativo, un espejo, una imagen clara de la realidad. De hecho, hablar de hiperrealismo como expresión artística es hablar del arte de la imagen, que surge fundamentalmente de la fotografía y la correspondiente traslación de esta visión a campos en teoría más abstractos, como la pintura o la escultura. El hiperrealismo en el cine va ligado principalmente a la evolución desde hace unas décadas de los efectos especiales y las películas de fantasía o de ciencia ficción, primando el espectáculo global en detrimento del trabajo actoral más concreto. Y es que no hace falta, a mi entender, crear fuegos artificiales para comprender como somos y como nos comportamos, no hace falta engañar al ojo para expresar “hiperrealidades”, hace falta volver al hiperrealismo original para encontrar en el cine una buena fotografía del homo sapiens y como de entramada es su existencia. Hablo quizás de realismo elevado a la potencia, un realismo que se encuentra con el existencialismo en el ojo de una parte de los aficionados al séptimo arte.

La carrera de Frances McDormand transcurre muy ligada a la interpretación teatral, a la dureza y la visceralidad del encuentro directo con el espectador, al dominio del ancho espectro entre la improvisación y la pura dramaturgia, aspectos que forjan al actor con unas dotes que lo colocan en un escalón interpretativo muy elevado. El tránsito de todo esto hacia la gran pantalla es lo que experimenta la actriz a mediados de los años ochenta cuando Joel Cohen la hace debutar en su primer largometraje Sangre Fácil (1984). A partir de aquí  su carrera transita entre los escenarios, la televisión, trabajos de doblaje para películas animadas y por supuesto la gran pantalla, siendo el teatro  el entorno en el que se encuentra más cómoda y al que da prioridad por encima de todo lo demás. Así su filmografía no es extensa, una carrera que se caracteriza por estar algo surtida de papeles secundarios de mayor o menor relevancia y que se aposenta en cuatro pilares básicos, Fargo (1996), Quemar Después De Leer (2008), la miniserie de cuatro capítulos Olive Kitteridge (2014) y Tres Anuncios En Las Afueras (2017). Los cuatro pilares que desnudan y vacían el talento de la intérprete, que permiten apreciar esa peculiar cualidad que nos lleva a experimentar una silenciosa euforia interior que nos traslada hacia nuestro punto cero como espectador, entre la realidad simulada del mundo del cine y la realidad humana, que de hecho parte y se desarrolla desde un mismo origen.

En 1996 es ganadora de un Oscar por su papel protagonista en Fargo, dirigida por Ethan y Joel Cohen. Los hermanos Cohen se erigen como principales descubridores del talento de Frances McDormand, haciéndola encajar con maestría en alguna de sus más aclamadas películas. En el papel de Marge Gunderson la actriz borda una actuación tan peculiar como extraordinariamente genuina. La inusitada convencionalidad de la jefe de policía encargada de resolver un crimen que entrelaza toda una serie de rocambolescos despropósitos, capta la atención en un film coral que transita, sin acabar de definirse por completo, entre el thriller y la comedia. Oficial de policía, esposa convencional, ama de casa que además se encuentra embarazada, acaba con todos los tópicos atribuidos a los detectives cinematográficos anulando por completo la expectativa de encontrarnos con el glamur, la tosquedad, la falta de escrúpulos, la vida personal desestructurada y demás elementos que suelen caracterizar este tipo de papeles en la gran pantalla. Naturalidad realista, realismo natural, el trabajo de la actriz descoloca de una forma agradable, la dosis de familiaridad de sus formas y de la perfecta desdramatización de su personaje deja trabado un film donde la simplicidad acaba por desligar lo que a priori parece un tremendo nudo gordiano.  Fargo es el ejemplo perfecto de cómo la rutina cotidiana, el transcurrir de la vida convencional  atraviesa, supera y deja atrás cualquier situación de excepcionalidad, para seguir irremediablemente su curso.

En 2008 la intérprete se sumerge de nuevo en el universo Cohen para participar de un proyecto que abraza y entrelaza de nuevo un relato con diversas ramificaciones, con un reparto estelar donde la actriz despunta por su interpretación  redonda, acotando y definiendo su papel con determinación. Quemar Después De Leer (2008) enmarca una etapa clave en la carrera de los hermanos Cohen, configurando una línea creativa en la que sus films forman un entramado argumental surtido de diferentes situaciones que de entrada no tienen relación entre sí, pero que acaban eclosionando juntas. El personaje de Frances MacDormand (Linda Litzke) se encuentra en la última línea de un escalafón que dibuja el desesperado interés del hombre por transcender, por dar un paso más allá de sus posibilidades aprovechando los errores de los demás y como de penosas pueden ser las consecuencias. La desesperación en tono de comedia deja el papel de Linda Litzke a merced de su intérprete. La tozudez y la poca vergüenza del personaje quedan definidas por la artista como un ejemplo de mujer simple, cautivada por las banalidades y los deseos más terrenales. La simplicidad de su carácter y la estupidez de sus convicciones la hacen tan real como fácilmente reconocible. De nuevo un personaje que denota familiaridad, en este caso con lo mundano, con el afán de conseguir satisfacer instintos primarios. La actriz recubre de nuevo el papel con una interpretación cristalina, dejando un aire de improvisación en su interpretación que posiblemente se encuentra de forma inherente en su forma de hacer y que seguramente proviene de su experiencia teatral.

La miniserie de cuatro capítulos de la HBO Olive Kitteridge (2014), dirigida por Lisa Cholodenko, es la apertura de la artista hacia un papel extenso, de total protagonismo, un papel muy descriptivo y detallista que narra el camino vital de un personaje duro a la vez que entrañable. La historia de una maestra de matemáticas en una pequeña ciudad del estado de Maine en Estados Unidos, una mujer con una vida interior muy potente incapaz de exteriorizar correctamente sus sentimientos, con poca mano izquierda para capear sus problemas como madre, como ama de casa  y como esposa, inteligente, irónica, sarcástica, con unas convicciones irreductibles. La dureza de las pequeñas comunidades donde todo el mundo se conoce, donde los sentimientos se esconden, las formas se extreman y  las reputaciones están en constante tela de juicio forma un tremendo ecosistema para la señora Kitteridge. La fuerza de la protagonista, su lucha interior por no dejar de  ser ella misma  y la obsesión por el control de su entorno más inmediato la transforman en un elemento distorsionador, en una bomba de relojería a punto de explotar. La contención y el reconocible sufrimiento del personaje están perfectamente canalizados por Frances McDormand que hace de ella una figura entrañable con toques de fina comicidad. El papel de Olive Kitteridge le da a la actriz un tiempo y un espacio que hasta ahora no había disfrutado en la pantalla, tiempo para vaciarse y para trabajar con minuciosidad un papel que detalla una vida, una cotidianidad y un existir, un espacio dramatúrgico al aire libre, un escenario sin telón que la reafirma como intérprete y que le da la clave para desarrollar su siguiente papel protagonista.

Con Tres Anuncios En Las Afueras (2017), dirgida por Martin McDonagh, consigue su segundo Oscar como actriz protagonista, un premio que reconoce sin duda su gran capacidad por mantener una pequeña parte del séptimo arte bien anclado en las raíces de las enseñanzas interpretativas, en las escuelas de interpretación, desligadas del mundo del “show business”, el  glamur y la imagen. El papel de la actriz en el film recuerda el de Olive Kitteridge, una mujer compungida por el transcurrir de una vida con obstáculos en una pequeña comunidad, una madre atrapada por la desgracia de haber perdido a su hija a manos de un asesino invisible, rabiosa con una justicia incapaz de resolver el crimen. Determinada a mover cielo y tierra para llamar la atención de las autoridades busca, a partir de sus acciones, una reacción ante lo que para ella es una total falta de interés de la policía. Mildred es a partir de entonces una mujer que no tiene nada que perder, una mujer torturada por el recuerdo de una hija problemática, muerta sin razón alguna, con la pena de no haber resuelto mucho de los entresijos que formaban parte de su relación. El papel que desarrolla la interprete es quizás el más intenso de su carrera, un papel ácido donde las concesiones a la comedia se ven casi reducidas a cero, una mujer que se enfrenta a lo establecido sin ningún tipo de miedo, en una escalada de acontecimientos que  van transcurriendo cronológicamente desde  la batalla sicológica hasta la violencia física. Podríamos reconocer  Tres Anuncios En Las Afueras como un western ambientado en la actualidad donde la protagonista busca justicia en solitario ante una comunidad apática, incapaz de activar los mecanismos que en una sociedad tendrían que dar salida a una correcta justicia. El sentimiento que genera Mildred es el de empatía, como los viejos héroes del western, aunque en este caso el jinete pálido se transforma en una mujer pasada la mediana edad, madre convencional, vecina saludada y conocida por todos.

La esencia del realismo llevado a la pantalla se transforma en un espejo del hombre, en una fotografía animada, en un marco que abre la ventana de la existencia humana. Frances McDormand resuelve siempre sus actuaciones a través de esta premisa, el actor y los guiones cinematográficos pueden estar destinados al entretenimiento o a generar, además, otro tipo de sensaciones, unas sensaciones solo capaces de aflorar cuando el actor o actriz es capaz de confundir al espectador y dejarlo extrañamente de pies en suelo por el mero hecho de estar actuando como un funámbulo, caminando por encima de una tela donde lo real y lo ilusorio se entrelazan sutilmente. En una de sus últimas entrevistas, a propósito del estreno de  Tres Anuncios En Las Afuera, le preguntaron  a que hubiera dedicado su vida si no hubiera sido actriz, a lo que respondió, “sin duda alguna hubiera sido ama de casa”.

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