La cuestión de las adaptaciones cinematográficas.
“No está mal, pero… el libro está mejor”. Esta afirmación, escuchada mil y una veces por cualquier cinéfilo que se precie, ha terminado por convertirse prácticamente en una frase hecha. Y es que existe una tendencia a comparar siempre, desde criterios generalmente erróneos, la obra literaria con su adaptación cinematográfica; dos piezas que, en su condición de novela y en su condición de película, respectivamente, se articulan desde lenguajes y herramientas muy diferentes.
Es por ello que conviene aprender a repensar críticamente la forma en que nos relacionamos con dicho tipo de contenidos, aparcando a un lado la costumbre de juzgar desde los mismos patrones –exclusivamente literarios- la obra literaria genuina y su correspondiente adaptación a la pantalla.
¿Cómo debemos enfrentarnos, por tanto, a la valoración de una película que adapta una novela, si pretendemos situar a ambas piezas en igualdad de condiciones y articular, desde ahí, un juicio “justo” sobre las mismas?
En el presente vídeo, tenemos como pretensión derrocar el mito de que una novela, por el hecho de ser novela, será siempre superior a su adaptación cinematográfica. Para ello, repasamos las herramientas que fundamentan ambas formas de arte, señalando la palabra y la imagen como los dos recursos principales que, sin ser antagónicos, sí requieren de puntos de vista distintos a la hora de ser juzgados y puestos en diálogo; asimismo, reseñamos el caso concreto de El almuerzo desnudo, adaptación que el canadiense David Cronenberg llevó a cabo en el año 1991 de la obra homónima de William Burroughs, autor perteneciente a la reconocida Generación Beat y que ha terminado por convertirse en uno de los escritores norteamericanos más influyentes de la literatura del siglo XX. Dicho caso supone un verdadero paradigma de la adaptación literaria como un proceso necesariamente libre que debería dar lugar siempre a una película no sustitutiva de la obra genuina, sino complementaria y enriquecedora de la misma.