Después de la tormenta (2016), de Hirokazu Koreeda – Crítica

Después de la tormenta

Con la fuerza arrolladora de un tifón, en Después de la tormenta se cuestiona quiénes somos y el vínculo con la herencia paternal. Un discurso repleto de sensibilidad y ternura, embelesándonos del cine de Hirokazu Kore-eda.

Para completar el título de la última película de Hirokazu Kore-eda habría que añadir “viene la calma”. Quietud orgánica que impera en su obra, alterada en esta ocasión al introducirse en un tifón. Un intenso fenómeno meteorológico tratado con su particular manera de entender el séptimo arte, comparada reiteradamente desde Occidente con la visión del maestro Yasujirō Ozu. Sin embargo, más allá de buscar un referente, lo que guía los montajes de Kore-eda es la cultura japonesa y su concepto del paso del tiempo. Esto genera filmes cercanos a la poesía, dejando siempre un poso reconfortante mediante un tacto sensible. Un alma lírica que intenta descifrar la vida a través de la cotidianidad. Una de las señas de identidad en la filmografía del realizador es la presencia de naturaleza y comida. Dos elementos diarios que tras ser filmados por Kore-eda reflejan nuestro espíritu de forma precisa. Asimismo, armonizan en la necesidad de dedicación y cariño para cosechar buenos frutos. Acciones rutinarias como regar una planta o macerar ciruelas para obtener umeshu llegan a ser metáforas de considerable belleza. Porque como manifiesta la anciana de Después de la tormenta: “hay que dejar reposar la comida para que coja sabor”. Dejándonos con este filme un gusto rebosante de sensibilidad y ternura, embelesándonos un poco más del cine de Hirokazu Kore-eda.

Todavía alejados de los efectos del tifón, Después de la tormenta comienza con luminosidad. El sol golpea inagotable, alimentando al árbol genealógico que Kore-eda ha plantado con mimo. Con un ritmo sosegado, vamos diseccionando las ramas que unen a los integrantes del entramado familiar. Al primer personaje que conocemos es a una reciente viuda, cuya vitalidad nos asombra y conquista a partes iguales debido a su situación. Más tarde aparece el núcleo de la cinta, su fracasado hijo Ryota. Estos dos personajes y sus lazos de unión conforman el eje del metraje. Ambos interpretados por dos actores de confianza para Kore-eda como son Kirin Kiki e Hiroshi Abe. También madre e hijo en Still Walking (2008) y liderando al elenco, como ocurría también en esa ocasión, la portentosa actriz japonesa. El guión escrito por Kore-eda es una joya a la que Kirin Kiki hace justicia, tan pronto siendo entrañable como rompiéndonos en pedazos con una mirada perdida. Habiendo establecido las ramas más robustas, el buen tiempo es propicio para indagar en los efectos del tiempo. Entre todos los vínculos afectivos, el director siempre se ha focalizado en los más íntimamente cercanos a la vida: los recién creados y los que se acaban de marchar. Desde el comienzo de su carrera, Kore-eda siempre se ha visto atraído por la muerte y la infancia, ejemplificadas en las maravillosas After life (1998) y Nadie sabe (2004) respectivamente. Un análisis del carácter cíclico de la existencia y de su fuerza transformadora en los seres cercanos. Contrarrestando su naturaleza y mirando decidido a un futuro que por desgracia fue determinado en el pasado.

La televisión resuena con la advertencia de la llegada del inminente tifón. Es momento para reforzar las ventanas y buscar provisiones. Se realizan todas las maniobras posibles para asegurarse la sensación de seguridad. Con el progresivo oscurecimiento del cielo, Kore-eda nos guía por las debilidades y fortalezas de los personajes para advertir los recovecos en los que la tormenta puede hacer estragos. Detalle a detalle, vamos vislumbrando el mecanismo de cada integrante de la familia. Haciendo hincapié en la falsa creencia de ser poseedores de nuestro propio destino. La soledad y tristeza que sufren tanto Ryota como Yoshiko conducen al espíritu del recién fallecido. Pues él construyó barreras impenetrables a ambos lados del sendero que recorren. Con ella compartió un ancla que les alejaba de un futuro mejor, mientras que a él le dejó un modelo al que seguir. Lo que provoca que en sus miradas se intuya una reclusión que llega conmover. Si este es el legado del padre, es tremendamente sugestivo como se van creando las mismas barreras para el más pequeño de la familia. Para presentar a Ryota, se le muestra apostando a las carreras, una de las herencias de su padre. Por ello, es desesperanzador ver cómo le explica a su hijo que comprar lotería es adquirir un sueño. Este momento enmarca como la formación de una persona no puede escapar de las figuras paternales, filtrando sus peculiaridades gota a gota. Pero quedarse en la conciencia de los antepasados es la opción conformista, necesitando a veces un pequeño empujón para prosperar.

La lluvia golpea con fuerza las ventanas y los fuertes vientos generan un ambiente ensordecedor. Las desfavorables condiciones climatológicas han tomado las riendas del filme, tapiando la salida a los personajes. El tifón es el examen de conciencia que nos negamos a hacer en la vida. El camino de Ryota se ha visto marcado por oportunidades pérdidas y anhelos de futuro ilusorios, totalmente ciego al presente. Tras el fracaso de su primera novela, actualmente trabaja como detective privado, lo que despoja de color a su mundo gris. Un tono desalentador propiciado por su falta de madurez, al no querer dar un paso adelante. Como un maestro de la mentira consigo mismo, se ampara en continuas excusas para convencerse de que no hay otra alternativa factible. Rebosando apatía e incapaz de engancharse a la vitalidad de su hijo. Afirmando que únicamente se siente vivo cuando apuesta, un refugio tan desgraciado como efímero. Un paso vacilante cercado por el poco tiempo que dura el ciclón. En el tercer acto, Kore-eda despliega el poder de su discurso en toda su plenitud, desgarrando a los espectadores con una imponente dimensión emotiva y humana. Su hábil uso de los recuerdos, las tradiciones y la herencia forman un tornado que engulle a los personajes. Y al igual que ellos, nosotros también nos vemos arrastrados a nuestra memoria. Ya que una cena puede albergar más verdad que los dramas más exaltados. Pues al estar atrapados no pueden mirar por la ventana para evadirse, sino que la mirada se fija en el espejo.

Las calles están repletas de paraguas destrozados y luz resurge detrás de las nubes. La intensidad decrece y volvemos a la normalidad, donde Después de la tormenta se agrega como otro regalo de Kore-eda. Entrar en su universo se ha convertido en un placer en el que no hay lugar para las malas películas. La delicadeza y su sentido del ritmo hacen que se haya convertido en un autor de referencia, incorporando nuevos matices respecto a su inquietud por la familia. Reflexionando en esta ocasión sobre el valor para asumir quiénes somos y cómo hemos llegado a ese punto. Una cuestión con respuestas agridulces y no siempre fáciles de asimilar. Dado que al enfrentarse a la aceptación, los integrantes de la familia son los que marcarán la autoestima. Si Kore-eda retrata las raíces de una comunidad, la inevitable consecuencia de su cine es el análisis de la propia. Es complicado no sentirse involucrado con Después de la tormenta y dar vueltas sobre ella como los vientos del tifón. Como Ryota, al final el anhelo es sentirnos vivos.  Y al contrario que la fugaz adrenalina de las apuestas, el bello mensaje de Kore-eda es duradero.

Después de la tormenta

Sinopsis A pesar de haber empezado una prometedora carrera de escritor, Ryota va de desilusión en desilusión. Se ha divorciado de Kyoko y gasta todo el dinero que gana como detective privado apostando en las carreras, por lo que finalmente no puede pagar la pensión alimentaria de su hijo de 11 años, Shingo. Ahora Ryota intenta ganarse nuevamente la confianza de sus seres queridos y formar parte de la vida de su hijo. La situación no parece fácil, pero un día un tifón obliga a toda la familia a pasar una noche juntos…
País Japón
Director Hirokazu Koreeda
Guión Hirokazu Koreeda
Música Hanaregumi
Fotografía Yutaka Yamazaki
Reparto Hiroshi Abe, Kirin Kiki, Yôko Maki, Lily Franky, Isao Hashizume, Sôsuke Ikematsu, Satomi Kobayashi, Taiyô Yoshizawa
Género Drama
Duración 117 min.
Título original Umi yori mo mada fukaku
Estreno 11/11/2016

Trailer

Calificación 7
7

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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