viernes, 26 julio, 2024
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En algún lugar de Los Ángeles: Reflexionando sobre Nightcrawler

Nightcrawler

Nightcrawler‘, la primera obra escrita y dirigida por Dan Gilroy, es una auténtica caja de sorpresas, uno de esos largometrajes que si bien pueden aparentar ser una producción más sobre crímenes y criminales, acaba convirtiéndose, además de en un potente thriller psicológico, en un acertado ensayo (a modo de sátira) sobre el papel de la violencia en los medios (algo esencial para que un filme como éste no caiga en un tratamiento banal de un asunto tan éticamente relevante).

Gilroy ha situado su producción en un contexto contemporáneo con el fin de reflejar una sociedad que nos es familiar y nos permite una identificación más sencilla de, en primer lugar, el protagonista (Louis Bloom, interpretado por Jake Gyllenhaal) y, en segundo, una sociedad determinada que servirá como espejo en el que evidenciar nuestras faltas. Así, el espectador de ‘Nightcrawler‘ determina que Lou es un joven que a causa de su desempleo y su consecuente situación económica (algo habitual en nuestro tiempo) ha decidido beneficiarse de la vulnerabilidad que muestra, durante la noche, la ciudad de Los Ángeles.
Pero el paseo que nuestro protagonista lleva a cabo en la oscuridad no es sólo una forma de camuflar sus acciones, sino también un reflejo de su particular forma de relacionarse con el mundo. Lou es un personaje marcado por el odio hacia la sociedad, que se beneficia del mal ajeno como respuesta directa a un sistema que ha decidido prescindir de él social y económicamente. No es casual, entonces, que acabe trabajando como reportero criminalista, ya que ello conlleva observar y coleccionar imágenes en las que el sufrimiento físico es el protagonista. De hecho, tampoco es casualidad que el destino le ponga en manos de dicha empresa, pues es la atracción que Lou siente en la curiosa observación de un accidente la que hace que su vida se cruce con la de un reportero que le contará cómo sacarle partido a los acontecimientos de la nocturna Los Ángeles.

Cámara en mano y con los bolsillos casi vacíos, Louis Bloom pasa de criminal a criminalista aunque, no obstante, su particular forma de relacionarse con el mundo no ha cambiado ni un ápice, pues la noche sigue siendo para él un territorio hostil en el que sólo puede abrirse camino mediante la desconfianza y la maldad. De hecho, bien podríamos considerar que Gilroy ha configurado al protagonista de ‘Nightcrawler‘ a partir de las bases de una de las figuras más relevantes de la literatura universal: Don Quijote de la Mancha (de la novela homónima escrita por Miguel de Cervantes); ya que los personajes de ambos autores son seres incomprendidos que, a causa de sus irregularidades mentales se ven acechados por el peligro continuamente y responden ante él mediante una actitud de escasa aceptación ética (como cuando se aprovecha, sin mostrar compasión alguna, de las imágenes que ofrece el accidente que sufre otro reportero). Y las similitudes no terminan aquí, pues de la misma forma que Don Quijote es un caballero al que le gustan las novelas de caballería, Lou es un criminal aficionado a las grabaciones violentas. Asimismo, ambos van acompañados de escuderos (Sancho Panza/Rick) que les advierten de sus irregularidades mentales, intentando evitar que sobrepasen los límites del riesgo. Evidentemente el protagonista del filme en cuestión no lucha contra gigantes que en realidad son molinos, pero si es cierto que uno de sus principales objetivos es derrotar, de modo alguno, al Canal 6 de noticias, cuyo estudio se identifica a partir de las escenas que nos muestran una gran torre luminosa.

La configuración psicológica llevada a cabo en el personaje de Louis Bloom es uno de los elementos clave que ha hecho de ‘Nightcrawler‘ algo más que un filme sobre crímenes. Desde las primeras escenas –y hasta el desenlace-, el espectador es capaz de ver que el personaje principal oculta algo en su interior (referente a su carácter), no sólo a través de la imagen, sino también mediante el comportamiento que muestra ante el receptor (acciones, expresiones faciales, diálogos). Poco a poco, Lou irá mostrando su auténtica forma de ser, repleta de odio hacia la sociedad y sin mayor propósito que el de alzarse victorioso en un territorio que se muestra peligroso (al menos para él). Así, el potente suspense que rodea el largometraje se construye mediante una incertidumbre total, basada en la supresión de cualquier indicio acerca del futuro desarrollo del argumento y en la creación de un protagonista cuya personalidad es una auténtica fábrica de sospechas y desconfianza.

Nightcrawler

Pero ‘Nightcrawler‘ no sólo destaca por ser un thriller psicológico muy potente, sino también por guardar en su interior una vertiente ensayística que refleja la situación actual de los medios de comunicación y el poder de la imagen cuando ésta expone un contenido no ficcional que bien puede afectar a la sensibilidad de su receptor. Desde el momento en que Louis Bloom, armado con su cámara de vídeo, se adentra en el competitivo mundo de la grabación de accidentes, homicidios y demás acontecimientos violentos, descubre que no sólo importa ser el primero en llegar al lugar de los hechos, sino recopilar la mayor cantidad de contenido violento posible para alimentar, satisfactoriamente, tanto a los canales de televisión (que agradecen su contribución de forma económica según lo explícita que sea), como a los millones de espectadores que cada día encienden su televisor para saciar su apetito morboso viendo el sufrimiento ajeno.

Así, Gilroy expone cómo la televisión se ha convertido en un medio a través del cual la sociedad puede acceder de forma sencilla a un contenido éticamente inapropiado, (puesto que lo que se muestra en esas imágenes no puede considerarse totalmente informativo), cuyo atractivo recae en la observación repetitiva de acontecimientos de carácter obsceno (muerte, sufrimiento) que dejan de lado la descripción de los hechos para ilustrarlos audiovisualmente. Este hecho se ve reflejado en la brillante secuencia en la que se expone cómo las imágenes recopiladas por el protagonista se emiten en directo, viéndose sometidas a una manipulación por parte del emisor (el Canal 6 de noticias), que pretende mostrar incesantemente el contenido más morboso, sin demora por consideraciones morales o éticas (derechos de autor, privacidad), por tal de conseguir el mayor número de audiencia posible. No obstante, el poder de las imágenes no sólo se aplica a la audiencia, sino también a su potencial revelador de hechos que se creían enterrados, tal y como se expone cuando Lou hace uso de la grabación en la que se puede identificar a los implicados en el homicidio para desencadenar unos acontecimientos determinados (persecución y arresto), con el fin de hacerlos más atractivos para una sociedad hambrienta por saber qué hay detrás de un caso tan aterrador como es el de la Horror House.

Finalmente, el potente ensayo visual que Gilroy lleva a cabo (al satirizar el mundo de la prensa y los medios de comunicación), combinado con el suspense del thriller, culmina con un desenlace más que significativo, que refleja el poder de la imagen obscena sobre la infinita cantidad de miradas que día a día buscan en los medios algo que les estimule y sacie su apetito morboso con un plato en el que el sufrimiento ajeno y el horror, son los ingredientes principales.

Nightcrawler

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Sergi Tesoro
Explorando el mundo del arte (mientras me graduaba en Humanidades), encontré en el cine una combinación de todo lo que me fascinaba y una oportunidad para descubrir nuevas realidades. Para mí el cine es un lugar en el que vernos reflejados como personas y que, bajo ninguna circunstancia, debe dejarnos indiferentes.

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