La fiesta de despedida (2014) – Crítica

The farewell party

En Hollywood un número desmesurado de actores y directores judíos nos hacen reír habitualmente. O incluso reír a carcajadas. Desde Max Davidson (actor secundario en muchísimas películas de Stan Laurel y Oliver Hardy, El gordo y el flaco), hasta Krusty el payaso, desde Mel Brooks, hasta los hermanos Marx, y desde Larry David hasta Jerry Seinfeld (el protagonista de la sitcom del mismo nombre). Pero esta larga–larguísima lista, casi interminable, dice mucho sobre el cine hecho en Estados Unidos por judíos, pero muy poco sobre el cine hecho en el Estado de Israel. Y no es lo mismo.

Hollywood, meca del entertaintment, cumple, con mejor o peor fortuna, su función de alegrarnos la vida. Situada en una de las zonas más desmadradas y creativas del planeta, cerca de Silicon Vallley, de Los Angeles y San Francisco, en Hollywood siempre se ha respirado un clima diametralmente opuesto al de los áridos desiertos de Palestina. Los judíos que dieron carpetazo a la Diáspora, escucharon el llamamiento del nacionalismo judío y se instalaron en el Estado de Israel, han dado origen a otro cine en el que, precisamente, no es humor lo que se transmite. Será por la presión de un conflicto interminable, por la angustia de saberse rodeado de países árabes hostiles, por la dureza del clima o por el peso de la historia, el caso es que el Estado de Israel ha dado lugar a películas dramáticas de alto voltaje (recordamos ‘Vals con Bashir‘ (2008), un sorprendente anime que nos dejó un sabor amargo unido a la convicción de que con esa técnica se podían lograr efectos tan dramáticos como con actores de carne y hueso). Ahora, desde Estado de Israel nos llega ‘La fiesta de despedida‘ en la que sus directores, la pareja Sharon Mymon y Tal Granit, intentan por todos los medios encajar ecos de humor hollywoodiense con el dramatismo propio del Estado de Israel.

La película va sobre la eutanasia. Vale la pena ser claro desde el principio para disuadir a aquellos espectadores refractarios al tema. Salvada esta primera criba, hará falta que el espectador no tenga inconveniente en ver películas de ancianos. Siempre hay gente que odia las películas de romanos, o las películas con niños, las películas con sobredosis de efectos especiales o aquellas otras de acción en las que al director se le rompieron los frenos. Películas como ‘Cocoon‘ (1985) o ‘Tomates verdes fritos‘ (1991), con la senectud como telón de fondo, pueden no resultar estimulantes para algunos espectadores. Así pues, si no tiene reservas ante una película sobre eutanasia, con abuelos y más trágica que cómica, puede dar el paso al frente y pasar por taquilla.

Lo que verá le entretendrá. El ritmo narrativo es óptimo, el guión acompaña las intenciones de la pareja directora, la interpretación y el casting correctos y la película, en general, puede considerarse como una aceptable cinta procedente de un cine minoritario en alza (el israelita) que, incluso, es posible que le haga meditar sobre los problemas de la ancianidad y la muerte. No creemos, sin embargo, que sea una película merecedora de premios internacionales. La Espiga de Oro obtenida en la 59ª Semana Internacional de Cine de Valladolid nos parece exagerada y, seguramente, se debió, no tanto a méritos propios, como a la falta de cintas de mayor calidad.

La película tiene momentos en los que parece emerger el humor judío de Hollywood; pero son escasos. En la mayoría de las ocasiones los diálogos –si el espectador está atento– le generará, como máximo, una leve sonrisa. Definida como “tragicomedia”, ‘La fiesta de despedida‘ tiene más de tragedia que de comedia. Y es que la muerte no es como para tomársela a broma. Si se quiere tratar el tema de la eutanasia con humor hay que demostrar más habilidad.

No es la primera vez que aparece el tema de la eutanasia en el cine. Desde ‘Las invasiones bárbaras‘ (2003), hasta ‘Mar adentro‘ (2004), el tema no es nuevo y hay que reconocer a los directores que lo han abordado el valor de haber emprendido una aventura ante la cual muchos espectadores prefieren la actitud del avestruz (esconder la cabeza como si el tema de la muerte no estuviera inevitablemente al final del camino). No alcanzamos a recordar, eso sí, ninguna película en la que el tema haya sido abordado con una pizca de humor.

No es la primera vez que la pareja que ha abordado la dirección de la película –Tal Granit y Sharon Maymon– ha colaborado en proyectos cinematográficos. Hasta nuestras latitudes han llegado ‘Vacaciones veraniegas‘ (2012), ‘Matar a un abejorro‘ (2010) o ‘Una cuestión de tamaño‘ (2009); salvo la primera –en realidad, un corto romántico sobre la homosexualidad– las otras introducen colateralmente elementos de humor. En esta ocurre otro tanto.

El regusto agridulce que deja la película cuando se encienden las luces de la sala, en realidad, puede resultar para algunos espectadores un estímulo para meditar sobre lo que ha visto y sobre algunos problemas de la existencia. Si se va a ver esta película como un mero entretenimiento, se olvidará rápidamente. En cambio, si se toma como una excusa para meditar sobre la muerte, nos puede evitar la lectura de los espesos libros de Heidegger o de los clásicos del existencialismo franco–alemán. El ser humano es un “ser hacia la muerte”; hay que ser consciente de cuándo se acaba nuestro tiempo y cuando resulta necesario anticipar la despedida. Algo que no es privativo de la vejez. A veces hace falta ver películas así.

Nuestro tiempo es una curiosa época repleta de contradicciones, en la que por una parte los videojuegos, las series de TV, los hospitales, los noticiarios, nos familiarizan con el problema de la muerte, pero al mismo tiempo se evita cualquier relación directa a la desaparición de lo humano. No es frecuente ver coches fúnebres por las calles e incluso cuando alguien fallece se utiliza un eufemismo para evitar decir abiertamente que ha muerto: “Fulanito, nos ha abandonado…”, prefiere decirse. Y sin embargo, la muerte está ahí, esperándonos. Inevitablemente. No se ha dado ni un solo caso en la historia –salvo en la historia del cine– en la que a alguien se le haya regalado como bonus ni un solo minuto. Desde que nacemos entramos en tiempo de descuento.

Ahora bien, se puede morir cuando toca o cuando nos apetezca morir. ‘La fiesta de despedida‘ nos sitúa entre unos ancianos derrotados por la vida, que ya no tienen interés por el día a día. Sedados, inmóviles ante un ventanal, sin alegría de vivir. La muerte voluntaria es, para ellos, una opción. Hubieran sido necesarios diálogos de mayor calado y prescindir por completo de las escenas sin gracia (e incluso con [des]gracia) que abundan en la segunda parte de la cinta. Pero como en todas las creaciones del pueblo judío desde la más remota antigüedad, siempre existe una posibilidad de redención. La eutanasia, para algunos no es la solución. El amor, en cambio, sí. Tal es la moraleja de la película.

Si van a verla, aprovechen el retorno a casa para meditar sobre los problemas que se plantean: la ancianidad, el futuro, la muerte, las limitaciones físicas, el dolor y la angustia de la última etapa… sin olvidar que hay ancianos que mueren de risa y que hasta el último suspiro han mantenido la alegría de vivir.

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The farewell party

Sinopsis Un grupo de amigos, en una residencia de ancianos en Jerusalén, construye una máquina para autopracticarse la eutanasia con la finalidad de ayudar a su amigo enfermo terminal. Pero cuando empiezan a extenderse los rumores sobre esta máquina, más ancianos comienzan a pedirles ayuda, creándoles un dilema emocional y envolviéndolos en las más disparatada de las aventuras.
País Israel
Director Tal Granit, Sharon Maymon
Guión Tal Granit, Sharon Maymon
Música Avi Belleli
Fotografía Tobias Hochstein
Reparto Ze’ev Revach, Aliza Rosen, Levana Finkelstein, Raffi Tavor, Ilan Dar
Productora Coproducción Israel-Alemania; 2-Team Productions / Pie Films / Twenty Twenty Vision Filmproduktion
Género Drama
Duración 95 min.
Título original Mita Tova
Estreno 17/04/2015

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Calificación4.5
4.5

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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