Instinto maternal (2018), de Olivier Masset-Depasse – Crítica

Instinto maternal no es solo un buen thriller con tufillo clásico, sino un acertado análisis psicológico de las reacciones ante la muerte de un menor.

La muerte de un hijo es una pérdida inconcebible e insoportable, de ahí, que ni siquiera se le otorgue un nombre al suceso. El dolor debe ser inefable y los efectos psicológicos que pueden derivarse de un acontecimiento tan aberrante como este, se me antojan insufribles, sobre todo, en una mujer, en una madre que es, en definitiva, la que da la vida. Por esto, la cinta no es solo un buen thriller con tufillo clásico, sino un acertado análisis psicológico de las reacciones que podrían tener una mujer (una madre), un hombre (un padre) y un niño (un amigo) cualesquiera ante la muerte de un menor. La culpabilidad, la ira, la rabia o las reacciones desaforadas e inesperadas que pueden darse, sobre todo, en una madre rota por el dolor son vistas con atino por la novelista Bárbara Avel y por la consiguiente adaptación de Olivier Masset-Depasse, el director de Instinto maternal.

Veerle Baetens, nos recuerda, desde lejos, a las actrices fetiche de Hitchcock: Grace Kelly, Kim Novack, Tippi Hedren…

Dos amigos de la misma edad (uno de ellos muere), dos vecinas que son como hermanas, una vida aburguesada e idílica en la Bélgica de los primeros años sesenta se ve truncada por un suceso como el anteriormente narrado. Un efecto dominó hace caer las fichas no solo de la familia afectada, sino de las de sus vecinos. Se pasa del sosiego que da una vida acomodada a una situación de desconfianza, de frialdad, de distanciamiento en la que no se sabe quién tiene la razón; en la que se evidencia la desgracia, pero despista su procedencia.

El casting es bastante acertado porque los protagonistas encarnan muy bien sus papeles y convencen: Veerle Baetens, nos recuerda, desde lejos, a las actrices fetiche de Hitchcock: Grace Kelly, Kim Novack, Tippi Hedren… Aunque carece de la dulzura y de la elegancia de las anteriores, presume, con sus anchas caderas y su mandíbula cuadrada (típica del “empoderamiento” femenino del s. XXI), de ser una mujer de armas tomar y con las ideas muy claras. No obstante, tiene ese aire a Eva Marie Sant (Con la muerte en los talones), al tener un aspecto más duro y arrogante, así que se le perdona la falta de tibieza y se la aceptaría en el club de “las rubias de Hitchcock”. Por otro lado, Anne Coesens es un sobresaliente. No hace falta escucharla porque interpreta con maestría desde la mirada y el gesto que, a veces, se contradicen entre ambos con premeditación y alevosía. Bravo por ella. Ellos, secundarios aceptables, encarnan al hombre corriente, al que no se le puede pedir un más allá en la reflexión inteligente o enrevesada. Ya lo decían los presocráticos: “lo que es, es y lo que no es, no es”

La ambientación de Instinto maternal es, a priori, impecable y el guion de suspense, muy bueno. Los gestos de los actores evitan muchas veces el diálogo, y el peligro sucede en lugares insospechados con unos encuadres y un color con reminiscencias al pasado. El clasicismo también se nota en la música y en aspectos técnicos, tan es así que yo hubiera hecho la película en blanco y negro.

Un thriller de los de antes con una protagonista como las de ahora.


Sinopsis Alice y Céline son dos amigas que tienen una relación especial. Pero un día, llega una tragedia que Alice presencia pero no puede evitar.
País Bélgica
Dirección Olivier Masset-Depasse
Guion Olivier Masset-Depasse, Giordano Gederlini
Música Renaud Mayeur, Frédéric Vercheval
Fotografía Hichame Alaouié
Reparto Veerle Baetens, Anne Coesens, Mehdi Nebbou, Arieh Worthalter, Jules Lefebvres, Luan Adam
Género Thriller
Duración 97 min.
Título original Duelles
Estreno 28/06/2019

Calificación7.5
7.5

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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