¿Por qué no hacer cine histórico y épico en España?

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Alatriste

Honrar a nuestros héroes en la pantalla, como hacen otros muchos países, no es motivo de vergüenza ni debería significarnos la pertenencia a una u otra ideología.

Politizar la historia es jugar sucio, es malversar a las nuevas generaciones y utilizar la sangre derramada por nuestros antepasados con fines e intereses partidistas. Particularmente, quiero desvincularme de esa obsesión por etiquetarnos que hay en España y hablar libremente –si es que se puede –de los héroes nacionales y de paso, por qué no, honrarlos como es debido, animando al mundo del celuloide a que haga producciones, sin complejos, con esos personajes.

Creo que es de sabios encomiar, respetar y agradecer a los que han estado aquí antes que nosotros y que han hecho todo lo posible (incluso perder sus vidas) para que hoy podamos disfrutar de un país que no está nada mal, digan lo que digan y le pese a quien le pese. “Es de bien nacido ser agradecido”, que ya lo decía el Quijote.

Por ello, creo que honrar a nuestros héroes en la pantalla, como hacen otros muchos países, no es motivo de vergüenza ni debería significarnos la pertenencia a una u otra ideología. Por favor, no se equivoquen ni se dejen manipular. Otras naciones tienen muchos ejemplos de films apasionantes como: Gladiator, 300, Troya, La lista de Schindler, La Pasión de Cristo, El Médico, Espartaco, Braveheart, El Patriota…que pueden servirnos de referencia e inspiración para hacer los nuestros. Por esto, mi única pretensión en este artículo es sugerir algunos personajes que, desde mi humilde punto de vista, son merecedores de una gran producción.

Creo que es de sabios encomiar, respetar y agradecer a los que han estado aquí antes que nosotros y que han hecho todo lo posible.

Empezaremos, pues, hablando de algunos héroes del Dos de Mayo, como los capitanes de artillería Luis Daoiz y Pedro Velarde. Cuando homenajeamos a estos dos militares españoles, lo hacemos también, por extensión obligada, al pueblo madrileño de 1808, a esa población civil que se enfrentó a las tropas imperialistas francesas con armas de andar por casa. Daoiz y Velarde, sevillano y cántabro respectivamente, lucharon mano a mano con los ciudadanos de a pie: hombres, mujeres y niños que se dejaron la piel literalmente en las calles de Madrid y, en particular, en el Cuartel de Monteleón. Manuela Malasaña, fue una de esas jóvenes víctimas y heroínas de aquel fatídico día (paradójicamente, hija de un francés). Tenía diecisiete años. Aquí hay cine, aquí hay éxito de taquilla, aquí hay protagonistas, aquí hay pasión… Ha habido películas (pocas) sobre este hecho: una muda de los años 20 y otra más reciente, Sangre de Mayo, de Garci. Buena ambientación, pero falta presupuesto y falta la pasión que se exporta, que es justamente la que más vende y la que más nos acompleja.

Sangre de Mayo

Después de la polémica surgida en los premios Goya, también quiero hablar, cómo no, de Blas de Lezo y Olavarrieta, también conocido como el “Medio Hombre” o el “Patapalo”. Es indudablemente el gran héroe español por excelencia y el más olvidado. Es el “culpable” de que se siga hablando español en Colombia. Protagonista absoluto de la victoria española en la batalla de Cartagena de Indias (1741), la más humillante de la historia de Inglaterra en la que 2000 soldados y 6 barcos españoles acabaron con casi 20.000 soldados y 180 barcos ingleses. ¿Estigmatizado por la petición de Vox? Dejemos la política a un lado y hagamos cine, por favor, cultura en cualquier caso.

Pero, si no quieren a don Blas porque lo asocian ahora con un partido político, tenemos más donde elegir. Diego García de Paredes es otro de nuestros muchos héroes. Apodado el sansón extremeño que, por su fortaleza física y por sus múltiples hazañas, fue el soldado más famoso de principios del s. XVI. Fue un duelista invicto: en sus más de 300 duelos, jamás perdió ninguno derrotando a coroneles italianos y a caballeros que formaban parte de la élite del ejército francés. Estuvo al servicio del Papa y participó en multitud de batallas: en la toma Granada, luego sirvió con el Gran Capitán en el Asedio de Cefalonia, en el Danubio contra los turcos… Pero, curiosamente, no murió en el campo de batalla sino al caerse de su caballo cuando jugaba con unos niños. También tiene su jugo, ¿verdad?

Por otro lado, tenemos a Don Álvaro de Bazán: Este granadino jamás perdió una batalla y murió de muerte natural. Gran marino, oficio que aprendió de manos de su padre, y Marqués de Santa Cruz se dijo de él: “Peleó como caballero, escribió como docto, vivió como héroe y murió como santo”. El mejor marino que ha dado nuestro país en toda su historia. Don Álvaro de Bazán fue el héroe de Lepanto (donde coincidió con Cervantes), el de la batalla de la isla Terceira (donde se anexionó la corona de Portugal) y alcaide de Gibraltar con tan sólo nueve años, entre otras cosas. Fue invicto en todas las batallas que participó dando gloria a España. Su primera batalla fue con tan solo dieciocho años siendo éste el inicio de una gran carrera naval que duraría cincuenta años. Ahí es nada… Se merendaría al Master and Commander de Russell Crowe en dos bocados.

Del cine guerracivilista y de la época franquista estamos bien servidos. Pero, ¿qué hay de las invasiones romana e islámica, de la batalla de Guadalete, del atentado del 11M, del 23F…?

Pero hay muchos más héroes patrios como Ángel Sanz Briz, conocido como el Ángel de Budapest, que salvó a más de 5200 judíos de la Alemania nazi (otro español olvidado que tuvo tanto o más mérito salvando seres humanos que el entrañable Oskar Schindler); Don Gonzalo Fernández de Córdoba (El Gran Capitán), padre de los Tercios, que revolucionó el arte de la guerra; Don Pelayo que frenó la expansión de los musulmanes hacia el norte; Juan Martín Díez, “el Empecinado” figura imprescindible en la Guerra de Independencia…

En cuanto al cine histórico y épico español confesaré que yo fui figurante de Alatriste (uno de mis personajes literarios favoritos) y disfruté mucho con el vestuario y la ambientación pero, para quien no hubiese leído los libros, aquella película desmerecía. Aunque espectacular en la fotografía y en el rigor histórico, el guion resultó turbio, difícil de entender para el espectador común. Nunca entendí la ambición de Díaz Yanes por querer comprimir cinco libros en una película, ya se sabe que quien mucho abarca poco aprieta. Del cine guerracivilista y de la época franquista creo que ya estamos bien servidos, aunque esto no quita que existan cintas memorables como La voz dormida, ¡Ay Carmela!, La lengua de las mariposas o El Laberinto del Fauno. Pero, ¿qué hay de las invasiones romana e islámica, de la batalla de Guadalete, del atentado del 11M, del 23F, de la fundación de Cádiz como ciudad…? Hay mucho que contar y ya no es lícito repetirse. Dejémonos pues de política y hagamos arte, que es lo que siempre une.

Y termino con una frase que dijo Otto von Bismarck: «Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido». Buena frase para iniciar o culminar una superproducción, ¿no creen? Ahí lo dejo.

El laberinto del fauno

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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