viernes, 26 julio, 2024
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El doctor de la felicidad (2017) de Lorraine Levy – Crítica

El doctor de la felicidad

«Cuando terminan los 113 minutos de El doctor de la felicidad, parece evidente que, aun sin haber grandes momentos cómicos, ni chistes memorables, la película ha resultado entretenida»

La industria cinematográfica francesa encontró una pepita de oro con la película Amelie (2001). De eso ya hace 17 años. Intentando reproducir aquel éxito, el cine francés ha producido, como si fueran empalagosas galletas troqueladas, películas que salen, quieren contar cuentos amables, con problemas amables y soluciones amables. El Doctor de la Felicidad es una más de este ciclo en busca de repetir aquel éxito memorable.

Lorraine Levy, su director ha tenido que recurrir a una pieza teatral escrita por Jules Romains en 1923: Knock o el triunfo de la medicina, comedia en tres actos. Entonces el tema era novedoso: los EEUU, en el bando ganador en la Primera Guerra Mundial, imponían sus criterios publicitarios y aplicar recursos de este tipo a la medicina tenía un indudable efecto cómico. La otra influencia que operó sobre Romains al escribir esta obra fue el éxito del Nosferatu (1922) de Mornau, una de las primeras cintas expresionistas. No es por casualidad que el protagonista de su comedia, se llame “Knock” que es, justamente, el nombre que utiliza el Conde Orlock (Nosferatu), el vampiro, para viajar en un barco cuya tripulación diezma con la peste. Al igual que Nosferatu, el Nock de Romains ejerce un efecto deletéreo en la población en la que se ha aposentado, al conseguir que todos los ciudadanos terminen sintiéndose enfermos.

Ahora bien, el problema reside en que Jules Romains (1885-1972), una de las plumas más notables de la derecha francesa, escribió esta comedia hace 95 años. Lo que entonces hacía reír y sorprendía como la mayor de las originalidades, ahora tiene mucho menos tirón cómico. De hecho son pocas veces las que el espectador se siente arrebatado por la sonrisa. Su tiempo es, en definitiva, otro por mucho que el director haya hecho esfuerzos por actualizarla.

El protagonista de la película es Omar Sy al que hemos conocido en Intouchables (2011), Demain tout commence (2016) y Samba (2014). Estas películas deberían ser una tarjeta de presentación y el marketing necesario para que la gente anote en su agenda la cita con el cine que, en este caso precisaría sobredosis de palomitas y refresco azucarado. Si en las otras películas su papel “funcionó” mejor, en esta no termina de encontrarse a gusto, o lo que sería peor, no resulta convincente.

Al igual que en la obra teatral, en su traslación al cine, nos encontramos con una comedia amable. El doctor felicidad nos cuenta la historia de un bribón, maestro de la estafa y del fraude que se hace pasar por médico. Huyendo de sus acreedores termina instalándose en un pequeño pueblo en donde todos los habitantes gozan de buena salud. El ejercicio de la medicina ni de la farmacopea resultan rentables, así que se las ingenia para inducir en sus habitantes enfermedades imaginarias. Sabe como seducir y convencer de que un paciente sano es un enfermo que ignora serlo.

Los franceses de aquel pequeño pueblo son entre simpáticos y ridículos, tontos, desconfiados y miserables y con pocas aspiraciones. La llegada del doctor revoluciona a la comunidad y pronto aprende a sacarles el dinero que almacenan bajo sus colchones. La obra puede leerse en clave de actualidad. No en vano, las películas que llegan de Francia nos muestran a una sociedad que atraviesa una profunda crisis. Lo que propone el director, tratando de reactualizar la obra de Romains, es que la llegada de alguien nuevo –el seudo-doctor– les despierte la autoestima, las ambiciones y el buen rollito (la película tiene mucho de “políticamente correcta”. Claro está que otros lo verán de otra manera. En efecto, en la obra de Romains, el protagonista es un médico francés de poca experiencia, no un absoluto farsante. El hecho que el actor protagonista sea Omar Sy, puede dar lugar a pensar que determinados colectivos étnicos absorben excesivos recursos de una sociedad francesa anestesiada. Quédense con la interpretación que mejor les convenza.

Cuando terminan los 113 minutos de proyección, parece evidente que, aun sin haber grandes momentos cómicos, ni chistes memorables, la película ha resultado entretenida. En lo que a la parte romántica se refiere, es algo cursi y previsible. El público se lleva a casa el saber que la sanidad es un negocio (hoy mucho más que cuando se escribió el libreto) y que para los que nos “venden salud” todos tenemos el potencial de un enfermo.

De la fotografía nos quedará el recuerdo de algunas tomas interesantes. Quizás Omar Sy no fuera el actor más adecuado para interpretar este papel, pero, en general, el aprobado medio puede otorgarse a la totalidad del reparto. Existen demasiados personajes secundarios que impiden que no pueden desarrollarse a lo largo del metraje. Muy superior, eso sí, es el esfuerzo en ambientación en los años 50. Resumiendo: se trata de una película que podría pasar directamente como tv-movie, para verla cualquier sábado o domingo después de la comida y cuando la digestión induce a la siesta.


Sinopsis Knock, un estafador arrepentido se convierte en médico, y llega al pequeño pueblo de Saint-Maurice para aplicar un «método» destinado a hacerle rico: va a convencer a la gente de que todo sano es un enfermo que ignora que lo es. Y para ello, debe encontrar a cada uno la enfermedad real o imaginaria de la que sufre. Maestro en el arte de la seducción y de la manipulación, Knock está a punto de alcanzar sus fines.
País Francia
Dirección Lorraine Levy
Música Cyrille Aufort
Fotografía Emmanuel Soyer
Reparto Omar Sy, Ana Girardot, Alex Lutz, Hélène Vincent, Pascal Elbé, Audrey Dana, Chantal Lauby, Christian Hecq
Género Comedia
Duración 113 min.
Título original Knock
Estreno 25/05/2018

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Amor DiBó
Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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