sábado, 27 julio, 2024
InicioReflexiones de cineEl silencio de otros (2018): Perdón e Historia

El silencio de otros (2018): Perdón e Historia

«Nos aguardaban en la tierra para salvar del olvido a los vencidos, pero también para continuar y, de ser posible, consumar su combate emancipatorio.»

Michael Löwy, Comentarios a la Tesis II de W. Benjamin




La voz del pasado, la voz de las víctimas

El aplaudido documental dirigido por Almudena Carracedo (Made in L.A., 2007), Robert Bahar y producido por los hermanos Almodóvar, filmado en el transcurso de seis años, pretende como muchos otros de tu tipo –Look of Silence (2014) es sólo un ejemplo– traer ese silencio lleno de voces, esa memoria llena de historias que se han pretendido silenciar a costa de un perdón y un olvido, de una amnistía –que presenta una formación muy similar a la palabra amnesia: privación del recuerdo, perdida de la memoria– a favor de un presente que mira solo derecho y hacia el frente.

Viejos melancólicos, madres usurpadas y sujetos torturados son algunas de los rostros atormentados que buscan bajo una querella internacional hacer ver los crímenes que en su país pretenden ser llevados al cuarto de los trastes olvidados y de los malos recuerdos.

Desde la lejanía de un país acosado por años de guerras fratricidas e injusticias que no dan fin a manos de una déspota y negligente oligarquía y burocracia, no puedo estar más que de acuerdo con lo que pretende esta película de no ficción –aun cuando pueda llegar a tener ciertas falencias de trasfondo– pues hay que ver que muchos de los logros del capitalismo y la ideología del progreso –sea donde sea– están parados sobre la barbarie. Todo aquello que procure denunciar o hacer ver las falencias (y falacias) del estado de cosas sobre las que estamos parados, debe ser bienvenido: más si cuenta con esas voces del pasado vilipendiadas y enterradas que desean y merecen ser escuchadas: en este caso víctimas y sobrevivientes de la dictadura franquista en España (pero podrían ser de otras latitudes).

Viejos melancólicos, madres usurpadas y sujetos torturados son algunas de los rostros atormentados que buscan bajo una querella internacional hacer ver los crímenes que en su país pretenden ser llevados al cuarto de los trastes olvidados y de los malos recuerdos, con el fin de dejar de lado y pasar la página. Típico de una civilización moderna y progresista que pretende seguir construyendo sobre la infamia y el dolor de los cuerpos, sin voltear acaso y darle la cara a los cientos de víctimas que la búsqueda del éxito, del triunfo, del capital y la guerra han sembrado en miles de campos.

Las víctimas y los vencidos buscan ser escuchados en todo momento y espacio, y este documental acompaña ese sufrimiento y esa rabia, pues simplemente es difícil olvidar y perdonar algo que puede producir tanto dolor: la desaparición de unos padres, de unos hijos, el asesinato, la tortura, la represión, etc.   


Perdón y redención

Hannah Arendt se preguntaba si era posible perdonar lo más sanguinario, concluyendo que el perdón tan sólo podía ser concedido para aquellos que admitieran el mal provocado y reconocieran sus errores (aun cuando esta posibilidad es difícil de asumir en lo que respecta al mal totalitario o radical). Según Arendt: “el juicio y el perdón son, en realidad, dos caras de la misma moneda”. Si bien es inadmisible un perdón fácil como el que concibe Jesucristo (“Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen”), esta autora considera que más allá de lo metafísico, entre los asuntos humanos el perdón –“la más audaz de las acciones en la medida en que intenta lo aparentemente imposible, deshacer lo que ha sido hecho, y logra dar lugar a un nuevo comienzo” (1995)– contiene un enorme potencial político, ya que este permite generar vínculos y capacidad de actuar: “la facultad de actuar supone la facultad de perdonar, facultad a través de la cual es posible revertir las consecuencias del actuar” (Ibíd).

Arendt es consiente a la vez que la facultad de perdonar como carácter político sólo es posible si se actualiza y se transforma en una capacidad según el contexto o la diversidad humana, donde todos somos iguales (homo) pero a la vez diferentes (alter), donde todo puede ser y todo es impredecible. De modo que según esta autora el perdonar es una acción necesaria ante las diferencias que poseemos entre sí y las consecuencias del actuar humano difíciles de conocer, con el fin de insertar algo nuevo en el mundo (a la vez impredecible) y que la acción no se dirija hacia la venganza.

Cada generación presente tiene una responsabilidad con el pasado para dar cuenta de las injusticas y ser capaz de repararlas en beneficio de una redención o un mejor porvenir.

Por otro lado, la acción o la relevancia del perdón no es ni puede compararse, relacionarse o identificarse con el olvido. Una no pude ser con relación a la otra. Por el contrario, deshacer lo que ha salido mal precisa de la memoria. El perdón siempre debe acudir al pasado para deshacer o corregir las faltas o los errores de la condición o el actuar humano: liberar al pasado para continuar la acción hacia el futuro. Cuando Arendt cree que los seres humanos deberíamos perdonar interminablemente, lo que vemos es una necesidad ritual de siempre recordar desde el perdón lo que ha pasado para no volver a cometerlo o deshacer las consecuencias del actuar humano. Y como acción recíproca, pretende no compasión sino respeto, atención y reconocimiento del otro y de lo que fue.

Por su parte, Walter Benjamin –si se quiere una víctima más de la presión Nazi de la Francia de Vicky y de la España de Franco– consideraba al final de sus días, en la Tesis II sobre el concepto historia, que: “la imagen de la felicidad es inseparable de la imagen de la liberación. Ocurre lo mismo con la imagen del pasado que la Historia hace suya. El pasado trae consigo un índice secreto que lo remite a la redención”. Para Benjamin –consecuente con su interés en comprender desde el punto de vista de los vencidos– la redención (como salvación y liberación) es consustancial al pasado: la felicidad del individuo y de cada generación es en la medida de la redención de lo acaecido, de reparar el abandono al que puede estar este sometido. Benjamin sabía y consideraba, según sus lecturas, que una verdadera emancipación sólo es en la medida en que se reivindiquen o rememoren las luchas del pasado y se les dé a las víctimas o a los que han sufrido el derecho a la dicha. El fin de la injusticia es, por lo tanto, gracias a la conciencia histórica: rememorar redime (Benjamin-Löwy, 2012).

La acción o la relevancia del perdón no es ni puede compararse, relacionarse o identificarse con el olvido. Una no pude ser con relación a la otra. Por el contrario, deshacer lo que ha salido mal precisa de la memoria.

Pero eso no es todo, para Benjamin es necesaria una reparación que dé cuenta de los oprimidos, de sus luchas y de la emancipación que no lograron: la reparación del pasado en pro de una realización social. En este sentido, cada generación presente –con un esfuerzo crítico y un actuar o una fuerza colectiva– tiene una responsabilidad con el pasado para dar cuenta de las injusticas y ser capaz de repararlas en beneficio de una redención o un mejor porvenir: la dicha del presente solo puede ser en la medida de un actuar que reivindique a las víctimas de la historia. No se trata solo de memoria, sino de luchar por algo justo (Ibíd.).


Escuchar y la voz del otro

En cierta parte del documental notamos como en el presente hay una falta de interés, no se sabe o les tiene si cuidado lo acontecido y las luchas que buscan remediar las injusticias del pasado, imbuidos en el ideal de la concordia, la unidad y el trabajo con miras al futuro, en decadencia del pasado (de heridas y viejos rencores). Algo muy común en la civilización en la que estamos. Vivimos sobre un conformismo compulsivo automático (E. Fromm). Al decir de Benjamin tendemos a ser una masa autómata, sin memoria, sin espíritu critico, inclinados a la vivencia inmediata y de comportamiento reactivo dirigido hacia el futuro, víctimas de una civilización ilusionada por el progreso.

En una sociedad cada vez más ruidosa, visual y auditiva, política y social; en una sociedad que promueve cada vez más lo digital, lo ególatra y el encierro se difumina cada vez más el lenguaje del otro. Se precisa, por tanto, de un tiempo y de unos espacios de reconocimiento y encuentro con el otro, que brinden la posibilidad para atender y escuchar lo distinto (siempre desde su diferencia).

Habría que preguntarse hasta qué punto en una sociedad empapada de expectativas limitadas, de zonas de confort, de ruido digital, de lo fugaz y de la violencia del consenso, un documental de este tipo puede llegar a calar.

Escuchar supone un silencio, que puede ofrecer la atención necesaria para que lo otro pueda manifestarse. Dentro del silencio y la escucha, se puede encontrar el principio de la empatía, donde radica en parte la felicidad y la libertad: el encuentro conmigo y el reconocimiento del otro (al que debemos dejar vivir y no entrometernos en su devenir).

Habría que preguntarse hasta qué punto en una sociedad empapada de expectativas limitadas, de zonas de confort, de ruido digital, de lo fugaz y de la violencia del consenso, un documental de este tipo puede llegar a calar o tener importancia y no ser simplemente una disculpa más para una vana indignación. Cuando mucho una gran mayoría lo vieron desde su cómodo sillón o lecho, con una buena bebida o comida, viendo Netflix y trinando por celular, pasando de una cosa a otra sin mayor cuidado. Ya denunciaba Heidegger que somos una sociedad cada vez más ávida de cosas, que no se detiene o demora suficientemente en una cosa y pasa a otra nueva; una sociedad disipada en la búsqueda de novedad, como fuga siempre hacia adelante, más por inquietud que por saber.  

¿Cuantos no somos víctimas de esos ritmos y ruidos que no escuchan, se detienen y disciernen? Apreciado lector, ¿se ha preguntado usted si no es acaso uno de esos que sólo percibe los logros de la sociedad y no la oscuridad sobre la que está parada su tiempo?


Ficha de la película

País España
Dirección Almudena Carracedo, Robert Bahar
Guion Almudena Carracedo, Robert Bahar
Música Leonardo Heiblum, Jacobo Lieberman
Fotografía Almudena Carracedo
Género Documental
Duración 95 min.
Título original El silencio de otros


Trailer


Bibliografía consultada

  • Hannah Arendt. 1995. De la historia a la acción. Ediciones Paidós. 2003. La condición humana. Ediciones Paidós.
  • Micahel Löwy. 2012. Walter Benjamin: aviso de incendio. Una lectura de las tesis “Sobre el concepto de historia”. Fondo de Cultura Económica.

Te puede interesar

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí