Una idea prometedora que se queda a medias

Diría que la idea es buena, incluso muy buena. Antes de ver la película, leí alguna reseña que no la valoraba demasiado bien, especialmente por criticar el uso de la IA para rejuvenecer a Tom Hanks. Desde mi punto de vista, este detalle es secundario. Me quedo con la idea principal, aunque creo que podría haberse desarrollado más desde un enfoque histórico, reduciendo el componente melodramático.
No se trata tanto de la historia de una casa, como apuntan algunas críticas, sino de un emplazamiento. Es fascinante observar cómo un lugar evoluciona a lo largo de los siglos, incluso de los milenios. Por otro lado, algo que me llama la atención de las últimas producciones hollywoodienses es que han dejado de centrarse tanto en vender el idílico sueño americano. En cambio, parecen virar hacia un enfoque que podríamos calificar como «católico», donde se plantea que esta vida es un valle de lágrimas. Esta perspectiva desafía tanto la cultura protestante como la dictadura de la felicidad que el capitalismo más radical nos ha intentado vender durante décadas: esa utopía superficial que disfraza la auténtica realidad del ser humano. El paraíso, amigos, no es de este mundo (por mucho que lo intente Instagram). Disculpen que me ponga estupendo.
No se trata tanto de la historia de una casa, como apuntan algunas críticas, sino de un emplazamiento. Es fascinante observar cómo un lugar evoluciona a lo largo de los siglos, incluso de los milenios.
La nostalgia del paso del tiempo y la realidad de la clase media

Volviendo a la película, la idea de proyectar el paso del tiempo sobre un mismo sitio es original y evocadora, e invita incluso a la melancolía. Sin embargo, podría haberse desarrollado más profundamente en conexión con acontecimientos históricos (lo tenían a huevo), como se hizo en Forrest Gump con los mismos personajes. Las referencias históricas que aparecen son interesantes, pero demasiado sutiles e irrelevantes para el guion, y los saltos en el tiempo resultan excesivamente amplios e inconexos.
No intenta vendernos una imagen idealizada del American Way of Life, sino que muestra personas comunes, muchas de ellas enfrentándose al fracaso, la humillación y la lucha por sobrevivir en un entorno de clase media.
Aunque los momentos melodramáticos no molestan, creo que se abusa un poco de ellos. Sin embargo, esos toques emocionales tienen la virtud de reflejar una sociedad estadounidense sencilla, con problemas cotidianos que todos conocemos y sufrimos a ambos lados del océano. Ese gesto de humildad por parte del guion es un verdadero acierto: no intenta vendernos una imagen idealizada del American Way of Life, sino que muestra personas comunes, muchas de ellas enfrentándose al fracaso, la humillación y la lucha por sobrevivir en un entorno de clase media, un estrato cada vez más denostado. Este grupo social, el de los trabajadores, que en cierto modo podría verse reivindicado en el filme, es clave para conectar emocionalmente con la historia.
El hogar como reflejo de nuestra esencia y un futuro desperdiciado

La película también invita a reflexionar sobre la afinidad y el cariño que desarrollamos hacia un hogar. Sin embargo, no debemos engañarnos: los inmuebles que convertimos en “hogares” no son más que reflejos de lo que llevamos dentro. Representan nuestros gustos, costumbres, cultura y, en definitiva, nuestros ideales y anhelos. Pero las casas no dejan de ser, en cierto sentido, una especie de cavernas platónicas. Las ideas, la verdad o incluso Dios —si me permiten el atrevimiento —no residen en las cosas materiales (en las residencias), sino en nosotros mismos (aunque habría que buscarlas). Nuestro domicilio es un espacio donde proyectamos nuestra alma, pero lo importante no está solo en lo que vemos o disfrutamos, sino en lo que siempre llevaremos con nosotros. Mientras veía la película, no pensaba en la IA, sino en lo efímero de la vida y en nuestra existencia fugaz. Y eso, para alguien que siempre se ha considerado filósofo (aunque no de profesión), es un gran acierto por parte del director, Robert Zemeckis.
Se ha perdido una oportunidad de oro para crear una obra maestra, pero aun así, merece la pena.
En cuanto a los actores de Forrest Gump, Tom Hanks y Robin Wright, aquí no destacan especialmente por sus interpretaciones. Y no es algo negativo, porque lo importante en esta obra, insisto, es la idea. Eso sí, creo que podría haberse desarrollado muchísimo más, aprovechando las posibilidades de la tecnología para dar vida a complejas piruetas históricas. ¿Por qué no hacerlo, si tenemos los medios? La película podría haberse extendido (da para tres horas) y trabajado bastante más, convirtiéndose en una obra más larga y ambiciosa. Como apasionado de la historia, creo que se ha perdido una oportunidad de oro para crear una obra maestra, pero aun así, merece la pena.



