¿Qué coj**** acabamos de ver?
Imagínate en una isla lejana, atrapado con un extraño compañero y un faro que parece atraerte como si fuera un canto de sirena. Bien, pues eso es lo que experimentan los protagonistas de El faro (2019), la particularísima película de Robert Eggers que ha dejado a más de uno preguntándose: “¿Pero qué acabo de ver?” No te preocupes, aquí vamos a desmenuzar las teorías más locas (y otras menos) sobre el posible significado de esta historia. Sírvete un café fuerte, que esto se pone surrealista.
¿El faro está inspirada en Poe?
Vamos por el principio: hay algo en la atmósfera de El faro que recuerda a los cuentos de terror gótico, algo así como si Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft se hubieran unido para escribir la historia. Y, de hecho, existe una posible influencia directa, ya que Poe dejó inconclusa una historia titulada The Lighthouse, sobre un joven que, aislado en un faro, empieza a perder la cordura. Eggers toma esta idea y le añade su toque personal, convirtiendo la película en un homenaje al cine mudo expresionista, en blanco y negro y una ambientación claustrofóbica.
En El faro, el océano no es solo un decorado. Es casi otro personaje, el gran desconocido, un abismo que despierta lo peor en aquellos que se atreven a mirarlo durante demasiado tiempo. Como dijo un amigo mío después de verla: «Es como mirar el mar después de una mala resaca”.
Mitos Clásicos: Prometeo y Sísifo en El Faro
Prometeo y el Precio de Alcanzar la Luz
Ahora entremos en mitología, porque esta película está repleta de referencias clásicas. La historia de Prometeo encaja como anillo al dedo. Ephraim Winslow, el aprendiz interpretado por Robert Pattinson, se siente irresistiblemente atraído por la luz del faro. Este “fuego” prohibido simboliza el conocimiento y el poder, justo como cuando Prometeo robó el fuego de los dioses para dárselo a la humanidad.
Claro, aquí no tenemos dioses antiguos ni rayos, pero el castigo sigue presente. En cada momento de ascenso hacia la luz, Winslow parece pagar un precio. Y el toque de Eggers lo deja claro: la obsesión de Ephraim por la luz del faro no es solo curiosidad, es una condena, y lo lleva hacia su perdición. ¿O será que simplemente buscaba algo de compañía en esa isla? Quién sabe, pero cada escalón que sube parece alejarlo de su humanidad.
Comparación con el mito de Prometeo en imágenes
Sísifo y el Trabajo Inútil que Nos Hace Humanos
Ya que estamos con los clásicos, el mito de Sísifo también aparece en escena. Recordemos: Sísifo fue condenado a empujar una roca cuesta arriba para verla caer de nuevo, en un ciclo eterno. Y aquí, nuestro amigo Winslow tiene su propia versión: cargar barriles de aceite hasta lo más alto, una y otra vez. Es absurdo, es desesperante, y si alguna vez has tenido un trabajo que te hacía sentir como una rueda de hámster, seguramente entiendas cómo se siente él.
Albert Camus decía que Sísifo era un símbolo de la vida absurda. La idea es simple: hacemos cosas una y otra vez, sabiendo que no cambiarán nada. En El faro, Winslow parece sumido en esa misma rutina absurda, empujando el peso de su existencia sin ningún propósito, como si estuviera atrapado en un ciclo de trabajos inútiles. Aunque, al menos, Sísifo no tenía gaviotas picoteándole la cabeza.
La luz del faro queda como un símbolo ambiguo, un ideal que no se puede poseer sin pagar el precio. Cada uno de nosotros es Sísifo, empujando su propia roca en busca de una luz que no puede alcanzar.
Cristianismo y Pecados Capitales en Alta Mar
Eggers, con esa mente de director retorcido que tanto amamos, añade una capa más de interpretación: el simbolismo cristiano. ¿Quién dice que en una isla perdida no pueden convivir los pecados capitales? Thomas Wake, el viejo farero interpretado por Willem Dafoe, parece encarnar la soberbia y la avaricia, mientras que Ephraim lucha con la lujuria, la ira y la envidia.
La lucha entre estos dos personajes es la misma que podrías encontrar en cualquier catedral antigua: una batalla de fuerzas opuestas. De hecho, Wake actúa como un guardián de la luz del faro, un San Pedro moderno, con sus llaves y sus juicios en el “diario de crímenes” donde anota las faltas de Ephraim. Cada pecado tiene su precio, y en este caso, el castigo viene en forma de gaviotas vengativas y visiones de sirenas. Vamos, una misa de domingo cualquiera, pero en medio del Atlántico.
Aliados o Enemigos: Maestro y Aprendiz
En el fondo, la película parece girar en torno a la relación de estos dos personajes: el joven y el viejo, la tradición contra lo nuevo. A medida que la película avanza, la relación se vuelve tan confusa que empiezan a mezclarse. ¿Son dos caras de la misma moneda? ¿Representan diferentes aspectos de la psique humana?
Es la clásica historia de aprendiz contra maestro, pero con más alcohol y menos lecciones de moral.
El aprendiz, ansioso por aprender y explorar, choca constantemente con el viejo farero, que parece representar todo lo que Ephraim detesta y, al mismo tiempo, todo lo que teme convertirse. Es la clásica historia de maestro y aprendiz, pero con más alcohol, menos lecciones de moral, y un final que deja a más de uno con una ceja levantada.
La Trampa de la Luz: ¿Liberación o Condena Final?
Finalmente, llegamos al desenlace. Ephraim alcanza la ansiada luz, esa “verdad” que ha perseguido toda la película, pero el resultado es devastador. Como Prometeo, sufre el castigo de su atrevimiento, y el destino le lanza un guiño: devorado por gaviotas, igual que Prometeo por el águila.
Pero aquí no hay redención ni héroes. La película cierra su ciclo sin ninguna certeza, y la luz del faro queda como un símbolo ambiguo, un ideal que no se puede poseer sin pagar el precio. Al final, ¿qué significa todo esto? Quizás, nada en particular, o quizás cada uno de nosotros es Sísifo, empujando su propia roca en busca de una luz que no puede alcanzar.
Bibliografía
JULEN IBARBURU ANTÓN, 2020. El Faro (R. Eggers, 2019). Metakinema. Revista de cine e historia [en línea]. [consulta: 12 noviembre 2024]. Disponible en: https://www.academia.edu/44978969/El_Faro_R_Eggers_2019_.