Nueva restauración de Los Golfos por parte de la La Filmoteca Nacional

La Filmoteca Nacional ha proyectado este fin de semana una nueva restauración de Los Golfos (1960), el primer largometraje de Carlos Saura. Se podría decir que este filme es el precursor del cine quinqui y que, en esta versión, además de mejorarse la calidad de la imagen, se han incluido secuencias que fueron censuradas en su momento. El realismo crítico y el crudo costumbrismo de la España de los años 50 se plasman en estos 84 minutos de nuestra reciente historia, la de nuestros abuelos. Es una experiencia que nos traslada a relatos cercanos y castizos, narrados por nuestros ancestros, y que, gracias a estas iniciativas, podemos disfrutar hoy. Tesoros culturales que debemos recuperar y analizar con perspectiva: un Madrid de hace menos de setenta años, que ya ni siquiera reconocemos.
El realismo crítico y el crudo costumbrismo de la España de los años 50 se plasman en estos 84 minutos de nuestra reciente historia, la de nuestros abuelos.
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La vida en el arrabal de la Elipa

El arrabal de la Elipa es donde viven los protagonistas: un poblado chabolista, de casas bajas, mortecinas, desconchadas y sin agua corriente. Aun así, ellos son muy dignos, muy chulos, muy echaos pa’lante. Son jóvenes y, como todos los jóvenes de todos los tiempos, tienen sueños y quieren cumplirlos. Sin embargo, en este caso, ya sea por interés o por lealtad, todos apoyan el sueño de uno de ellos: convertirse en una estrella del toreo. Todos imaginan un futuro donde se beneficiarán y disfrutarán del triunfo de su amigo, y es ahí, en esa camaradería, donde se percibe esa lealtad tan española, ruda pero cierta, austera pero cómplice. Eso no quita que sean maleantes de los bajos fondos, rateros, sinvergüenzas… pero, en esencia, relumbra incesante una ética hampona, heredada de esa hidalguía que ya agoniza. Un no sé qué honesto y auténtico que nunca verán ustedes en las películas de Hollywood.
Relumbra incesante una ética hampona, heredada de esa hidalguía que ya agoniza.
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Una actuación no profesional que funciona

Los actores, salvo Manolo Zarzo, no son profesionales, y eso se nota, para bien. Fisonomías rudas, castizas, hispanas. Rostros aceitunados, acentos periféricos y miradas cejijuntas. Jóvenes flamencos y pelinegros que rasguean las guitarras con pellizco, delgados, hambrientos y garbosos, que nunca pierden la vanidad del decadentismo patrio, y que coquetean, a la postre, con las mujeres de su entorno con un machismo evidente, rancio y sin tapujos.
Una película que hay que ver, disfrutar, analizar y reflexionar.
Jóvenes flamencos y pelinegros que rasguean las guitarras con pellizco, delgados, hambrientos y garbosos, que nunca pierden la vanidad del decadentismo patrio.