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"No se trata de cuidar al pueblo, se trata de mantenerlo lo suficientemente controlado como para que no se rebele."   El jardinero fiel (2005)
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The Brutalist (2024): Un viaje arquitectónico hacia el alma de América

La odisea de László Tóth en busca del sueño americano

László Tóth (Adrien Brody) es un arquitecto formado en la Bauhaus que emigra a EEUU después de la Segunda Guerra Mundial, dejando atrás a su esposa Erzsébet (Felicity Jones) sin posibilidad de reunirse con ella de inmediato. Enfrentándose a las luces y sombras del capitalismo más extremo, László emprende su propio viaje del héroe. A lo largo de su periplo, se encuentra con Gordon (Isaach de Bankolé), el amigo fiel que actúa como voz de su conciencia, se sorprende por la reacción inesperada de su primo Attila (Alessandro Nivola) y de su esposa, y llega a «disfrutar» del sueño americano al encontrar un mecenas en Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), quien lo admira hasta el paroxismo y le brinda la oportunidad de ejercer su arte trabajando para él. Tras un intermedio de 15 minutos (su duración es de 3 horas y 35 minutos), László se reencontrará con su mujer y con su sobrina Zsófia, y se desarrollará una última parte de la película con una deriva dramática que irá in crescendo, endureciendo el visionado y estremeciendo al espectador con escenas crudas, tiznadas de un realismo costumbrista y sicalíptico que habíamos olvidado.

Logra transportar al espectador a las sensaciones propias que se vivían en las salas de hace décadas, cuando se disfrutaban cintas épicas como Ben-Hur en pantallas enormes como las de CinemaScope.

Es una obra clásica desde su nacimiento, no solo por su técnica al estar rodada en 70 mm, lo que, sin lugar a dudas, intensifica la inmersión del espectador gracias a unos colores sepia de evocaciones vintage, sino también por un guion, una banda sonora y un casting que logran transportar al espectador a las sensaciones propias que se vivían en las salas de hace décadas, cuando se disfrutaban cintas épicas como Ben-Hur en pantallas enormes como las de CinemaScope. Me atrevería a decir, sin caer en la hipérbole, que es novedosa precisamente porque recupera la esencia de la tradición perenialista del Séptimo arte, esa sustancia eterna indicativa de la indudable calidad y del buen hacer.

Una experiencia para saborear con precisión

No fui al pase de prensa y, al elegir este fin de semana la sala para verla, cometí aciertos y errores, que comparto con ustedes para que puedan disfrutarla al máximo: elijan una buena ubicación con una pantalla adecuada para el formato de 70mm (eviten, por ejemplo, los Verdi de Bravo Murillo en Madrid) y véanla en versión original. Aunque no dominen el inglés —como es mi caso —, apreciarán mejor la actuación de Adrien Brody, por el acento húngaro de su personaje y su particular humor.

El guion refleja muy bien los claroscuros antropológicos que todos tenemos y padecemos.

El señor Brody es un innegable maestro de la interpretación y Guy Pearce lo borda, adaptándose a un personaje que le va de lujo. En cuanto a los secundarios, Isaach de Bankolé me parece un contrapunto esencial y sutil al protagonista, un Pepito Grillo nada despreciable, y el papel de Raffey Cassidy, que interpreta a Zsófia lo veo concluyente. Mi único «pero» en el casting quizá sea el de Felicity Jones: se le da mucha importancia y su perfil no termina de encajar y de cuajar con el conjunto del film. El resto, grandioso: desde el guion en el que se reflejan muy bien los claroscuros antropológicos que todos tenemos y padecemos, hasta la acertadísima banda sonora de David Blumberg.

The Brutalist es un clásico de los de antes (de los de siempre), y su joven director, Brady Corbet, un prometedor y precoz talento del cine. Como amante del arte, siempre es un alivio encontrar entre las nuevas generaciones a gente como él. Vayan a verla… ¡dos veces!

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías
Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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